Producción: Temporada Alta, El Canal y Lluís Homar
con Lluís Homar.
19 de diciembre de 2014. Teatre Borràs, Barcelona. 60’ aprox. (catalán)
3 de mayo de 2020. Teatro de la Abadía. Timbre 4 (virtual.) 60’ aprox. (castellano)
Sebastià es el dueño de todo. Desde hace tiempo tiene una relación con Marta que ahora quiere ocultar para poder casarse con una mujer de buena familia. Así que hace que se case con Manelic, un humilde pastor de las montañas que se enamora de ella. Tras la boda, Manelic descubre que Marta no le quiere y ella que Sebastià no le ha dicho a él que la boda era pactada. La relación entre los dos va cambiando y con la ayuda de Nuri intentan huir a las tierras altas. Sebastià va a impedírselo, pero Manelic se enfrenta a él y lo mata.
He mort el llop! grita Lluís Homar al final de la obra. Es Manelic, el tierno pastor que se atreve a plantarle cara a la bestia. Y la bestia es ese Sebastià que controla tierras y vidas arriba y abajo. También la de Marta, la mujer que primero lo ama y luego quiere liberarse de él. Lo intenta con la ayuda de Nuri, la hermana pequeña de los Perdigons que al comienzo nos sitúa en la historia. Pero los cuatro personajes están en la voz y en el gesto de un Lluís Homar magnífico que transita de uno a otro con toda facilidad y ninguna impostura. Es una delicia verlo en el lenguaje alegre de la Nuri, en la bondad ingenua de Manelic, con las cuitas por la boda de Marta y con la cara del lobo en ese sobrecogedor grito sordo con que muere Sebastià. La preciosa voz de Silvia Pérez Cruz y la magnífica dirección de Pau Miró, que sitúa la historia en un escenario intensamente blanco (con solo una cortina) o intensamente forestal (con miles de hojas), hacen que Lluís Homar esté muy bien acompañado en esta atrevida soledad con que se hace cargo del clásico catalán de Guimerá. Ha sido un gustazo cerrar en Barcelona este magnífico año teatral con esta obra extraordinaria. 2014 ha sido muy bueno (y no solo por los estupendos off de Avilés y Madrid) pero en las últimas semanas he podido disfrutar de cinco monólogos inolvidables. La capacidad de Lluís Homar para encarnar sutilmente a varios personajes me ha recordado lo mucho que disfruté el mes pasado en Buenos Aires con el Novecento de Darío Grandinetti. Pero también en Avilés con Hovik Keuchkerian y su obús en el corazón o con la extraordinaria Plaza del diamante que Lolita hizo memorable la semana pasada en el Palacio Valdés. Y también en Madrid con un Pedro Casablanc tan poderoso como arquitecto Hacia la alegría. Un excelente otoño de monólogos recogidos en este blog que ya ha cumplido un año dando testimonio de lo bien que está nuestro teatro y de lo bien que se está en el teatro.