viernes, 10 de julio de 2015

Sócrates. Juicio y muerte de un ciudadano

de Mario Gas y Alberto Iglesias. Dirección: Mario Gas.
una coproducción del Festival de Mérida, Grec y Teatre Romea
con José María Pou, Carles Canut, Amparo Pamplona, Pep Molina, Borja Espinosa, Ramón Pujol y Guillem Motos.
 
10 de julio de 2015. Teatro Romano. 61º Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida. 90’ aprox.


La acusación de Meleto, la defensa en el juicio, la última noche conversando con Critón... Y la muerte de aquel hombre que, según quienes lo conocieron, era el más sabio y el más justo.

Cerca de la orchestra un círculo negro sobre el que se proyecta una luz azul. A su alrededor unos bancos de madera que casi se continúan con nuestros asientos de piedra. Todo enmarcado en el lugar más oportuno para representar el juicio y la muerte de aquel héroe de la cultura occidental. La iluminación no nos oculta del todo, como si también fuéramos partícipes de una decisión que trascenderá los siglos. Los hechos que se representan son los descritos por Platón en la Apología, en el Critón y en el Fedón. Mario Gas y Alberto Iglesias han seleccionado los pasajes más oportunos y han tenido el acierto de dejar que las palabras que se oyen en este impresionante espacio sean casi siempre las del propio Platón. En ese conjunto magnífico solo desentonan un prólogo y un epílogo que pretenden subrayar lo que no es necesario: que aquel drama ateniense es intemporal y que los hechos que hoy se rememoran en Mérida ayudan a entender lo que nos pasa. Me sobra particularmente ese distanciamiento entre Pou y su personaje cuando se dirige al público para reivindicar el teatro frente a las toses y los móviles (que muchos aplaudan la riña demuestra que nos ha sacado del drama). Todo lo demás son aciertos. La rotundidad con que ese gran actor que es Pou encarna al viejo Sócrates al que hace protagonista incluso cuando no habla. La réplica perfecta como Critón de un Carlos Canut que, por físico y presencia, también podría haber estado bien en el papel del tábano de Atenas. La excelente idea de abrir la obra con la evocación a varias voces de la muerte de Sócrates tal como se describe al final del Fedón. La brillantez con que se destaca el pasaje del Critón en que hablan las leyes en el emocionante diálogo con el amigo y en la voz interior de ese daimon al que Sócrates escucha en silencio. Los contrapuntos que aportan los soliloquios de Jantipa (que con un texto estupendo humaniza aún más al protagonista) o de Meleto (al que hubiera preferido que, en lugar de mostrar dudas hamletianas que lo emparentan con el Judas de Jesucristo, hubiera mostrado un mayor distanciamiento del héroe con alguna crítica que pudiera anticipar la nietzscheana). Y también la representación de una muerte que al final de la obra ya parece reminiscencia de las ideas del deber y la justicia, asociadas para siempre con el pago de un gallo. Esta noche hemos asistido a un magnífico juego de espejos entre realidad, literatura y filosofía. Ante nosotros se ha representado lo que parece un impresionante texto teatral sobre un héroe mítico. Pero las palabras que se han escuchado en Mérida no son verdadera literatura sino hermosa filosofía y el hombre cuyo juicio y muerte presenciamos no es un personaje ideal sino el maestro real del filósofo cuyos textos fueron homenaje perpetuo a aquel pensador ágrafo. Una experiencia más que teatral que no podrá ser igual lejos de estas piedras. Pero que resulta más que edificante en estos tiempos en que el huracán wertiano ha dejado malparada a la filosofía en las aulas españolas. Precisamente por eso les comentaba hace unos días a los responsables del Centro Niemeyer lo singular de la oportunidad que se presenta este otoño con la concesión del Premio Princesa de Asturias a Emilio Lledó. Sería magnífico aprovechar la presencia en Asturias del maestro e invitarlo a Avilés para hacerlo coincidir con este Sócrates redivivo por estos monstruos del teatro que tantas obras han representado (y estrenado) en nuestra ciudad. Ya me imagino lo inolvidable que sería para todos (sobre todo para los jóvenes) la experiencia de escuchar al venerable maestro de nuestro tiempo tras ver en el escenario al maestro de maestros de todos los tiempos. Algo así no sería solo un hito memorable sino el complemento perfecto al homenaje que Lledó recibirá en Oviedo. Y una oportuna manera de celebrar que la historia de la filosofía seguirá estando viva en las aulas asturianas a pesar de los Meletos actuales que han pretendido su muerte.