viernes, 21 de octubre de 2016

Querida Génica

Dirección: Laura Iglesia. Una idea original de José Rico.
Producción: Higiénico Papel Teatro.
con Carlos Dávila y Laura Iglesia.


21 de octubre de 2016. Teatro Palacio Valdés, Avilés. 55’ aprox. Ciclo "Hecho en Asturias". Estreno absoluto.

 
Esbozos de la relación entre Antonin Artaud y Génica Athanasiou. Cartas y encuentros  que muestran la forma en que se amaron aquella actriz rumana y aquel artista total.

Con una puesta en escena sencilla (apenas una larga mesa) y las buenas interpretaciones de Carlos Dávila y Laura Iglesia asistimos a la pasión de esta pareja unida por el teatro y separada por la locura. El actor que interpretó al Napoleón de Abel Gance padeció la agresividad terapeútica de los psiquiatras de su tiempo. Por eso los odiaba. De todo ello nos habla Querida Génica, una obra modesta pero correcta con cuyos ensayos coincidí el miércoles mientras visitaba con mis alumnos el Palacio Valdés. Hablarles de los teatros del mundo desde la platea de este y hablarles de la cuarta pared desde su escenario fue especialmente grato ese día. Y fue el preludio de la magnífica experiencia de ayer durante el encuentro en el Jovellanos con "lady" Nuria Espert (así nos la presentó el gran Marcos Ordóñez) y del emocionante discurso, radicalmente teatral, que pronunció hoy en el Campoamor durante el acto de entrega de los Premios Princesa de Asturias. Unos premios que cada octubre son un lujo para los asturianos y que este año aún han sido más gratos con el que ha recibido el teatro de la mano de Nuria Espert. Así que ya tengo ganas de verla de nuevo por aquí interpretando a la protagonista de esa trementa tragedia contemporánea que es Incendios de Wajdi Mouawad.

sábado, 15 de octubre de 2016

Sed

de Alejandro Butrón Ibáñez. Dirección: César Barló.
producción: Doblesentido Producciones.
con Sauce Ena y Mariano Rochman.

15 de octubre de 2016. Centro Niemeyer (Club), Avilés. 75’ aprox. Ciclo Off-Niemeyer. Estreno absoluto.


Él quiere que el sobrino se vaya de casa. Ella no entiende por qué. Él no quiere decírselo. Ella se lo exige. Él confiesa que le atraen los niños. Y aquí empieza el drama. El de intentar manejar esa situación entre los dos.

Cuando era niño me enseñaron que se podía pecar de pensamiento, palabra, obra y omisión. Mucho antes de saber en qué consistían los pecados de omisión ya rechazaba la idea de que se pudiera pecar con el pensamiento. Sed trata de eso. De un hombre cuya penitencia comienza cuando confiesa sus pensamientos a su mujer. Alejandro Butrón se atreve a cuestionar algunos prejuicios comunes, a hacer pensar al público sobre si el mal está en los actos o en los pensamientos. Y acierta de lleno al plantear un problema que no está lejos del de la banalidad del mal. Es el de una sociedad que juzga las intenciones más que los actos y que se niega a pensar sobre lo que está haciendo cuando demoniza las miradas. Sauce Ena y Mariano Rochman están impecables en los papeles de esa pareja a cuyo espacio íntimo Alejandro Butrón quiere limitar su aproximación a un tema tan sensible como el de la pedofilia. Quizá porque solo en ese entorno se puede abordar esta situación sin que se condene al hombre antes de juzgarlo. Al poner en duda que se pueda delinquir con la mirada seguramente Sed ha ido demasiado lejos para algunos. Esos que comparten la moral del adolescente que se cree con derecho a pegar a otro porque lo miró mal. Así que ha sido un buen comienzo de temporada este primer estreno que tiene lugar en el club teatral íntimo y subterráneo que es nuestro off del Niemeyer.

viernes, 14 de octubre de 2016

La clausura del amor

de Pascal Rambert. Dramaturgia y dirección: Pascal Rambert.
una producción del Buxman Producciones y Kamikaze Producciones con Grec 2015 y XXXIII Festival de Otoño a Primavera.
con Bárbara Lennie e Israel Elejalde.
 
14 de octubre de 2016. Teatro Palacio Valdés, Avilés. 105’ aprox.


Isra le dice todo lo que piensa a Bárbara. No le importa hacerle daño. Ella calla y llora mientras él habla y grita. A continuación es Bárbara la que toma la palabra para que Isra sepa cómo ve ella lo que les ha pasado. Ahora es él quien se desmorona. Es la clausura de su amor.

Desamor. Negro desamor. Feroz desamor. En la canción de Serrat es el silencio el que expresa el resentimiento que queda cuando ya no queda nada. En la realidad son las broncas catárticas entre sordos las que van anunciando el final de muchas parejas. Pascal Rambert nos propone una tercera vía: la de los monólogos bilaterales, la de una logorrea radical y sucesiva que sale del alma de estos desterrados del amor que se atacan con saña antes de batirse en retirada. Es un texto extraordinario, una cartografía de los territorios del amor cuando están a punto de quedar deshabitados, una autopsia de las relaciones de pareja aún en carne viva, un revelador negativo de los imaginarios con que se va construyendo eso que llaman amor para vivir. Bajo la apariencia de un torrente abrumador en este desahogo visceral a dos voces, Pascal Rambert nos propone algo de una lucidez y una hondura impresionantes. En La clausura del amor el propio lenguaje es tan protagonista como estos dos amantes que se agreden con palabras. Por eso es tan estimable la perfección de la adaptación española del texto. De hecho, lo que dicen Isra y Bárbara, parece que lo están diciendo Barbara Lennie e Israel Elejalde. Porque solo están ellos y sus palabras bajo esos veinticuatro flourescentes blancos en ese inmenso escenario radicalmente negro y desnudo. A los dos minutos de que él empiece a hablar ya sé que estamos ante un texto superlativo. Y ante una interpretación tan memorable que al cuarto de hora ya me estoy acordando de la de Vicky Peña en el impresionante monólogo de Homebody/Kabul. Así que, cuando él termina su monólogo, pienso en lo difícil que lo tiene Bárbara Lennie. Y también el propio Pascal Rambert para equilibrar con la intervención femenina estos tres cuartos de hora de teatro pluscuamperfecto que ya serían una obra memorable si cuando él deja de hablar hubiera bajado el telón en lugar de salir esos niños como bisagra ajustadísima para esta historia radicalmente bilateral en la que no cabe el diálogo ni una simple cesión de la palabra entre los contendientes. Pero Barbara Lennie y Pascal Rambert lo consiguen. Logran que la segunda parte sea muchísimo más que una réplica en femenino singular a ese huracán masculino que nos ha asolado en la primera. Ella está tan impresionante que, con un texto poderosísimo y necesario, completa y corona la poesía del desgarro y la reflexión existencial que  recorren los subtextos de esta obra memorable. Kamikaze es un nombre perfecto para esta compañía. Y para el trabajo sublime de estos dos actores que han asumido todos los riesgos y han conseguido que no puedan imaginarse interpretaciones mejores para un texto tan extraordinario.

jueves, 13 de octubre de 2016

Espectros (Hamlet)

de William Shakespeare. Dirección: Marga Llano.
producción: Fundación Princesa de Asturias.
con Juan Blanco, José Antonio Lobato, Pepe Mieres, Alberto Rodríguez, Lucía Povedano, Ángeles Arenas, Manu Lobo, Javier Arboleya y Jorge Moreno.
 
13 de octubre de 2016. Teatro Arango, Gijón. 105’ aprox.


Tras la muerte del rey y la boda de su madre con su tío, Hamlet parece haberse vuelto loco. Pero no por el amor de Ofelia, sino por lo que el espectro de su padre le ha revelado: que quien lo sustituye en el lecho y en el trono es un traidor fratricida. Así que Hamlet deberá cumplir con su deber filial y vengar a su padre matando a su tío.

La próxima semana Nuria Espert recibirá aquí el Premio Princesa de Asturias de las Artes. Igual que el año pasado con motivo  del premio a Coppola, la Fundación ha tenido la excelente idea de organizar actos (el año pasado proyecciones de películas, ahora montajes teatrales) en lugares que llevaban años cerrados como el Teatro Arango de Gijón. Así que los espectros de algunos papeles emblemáticos de la Espert han servido para que, como recordó Teresa Sanjurjo, la directora de la Fundación, los espectros de teatros como este vuelvan a la vida por unas horas. Así hemos podido comprobar que los daños que le provocó la Corporación Dermoestética (esos restauradores de cuerpos que lo parasitaron hace algunos años) no acabaron del todo con su alma y no sería imposible recuperarlo. El Hamlet reducido (aunque no tanto) que ha montado Marga Llano con un elenco  entregado y muy capaz ha sido un más que digno homenaje asturiano a la veterana actriz catalana y ha hecho que sus palabras de agradecimiento en el video que proyectado tras la obra hayan resultado especialmente oportunas y emotivas. Es verdad que el recuerdo del extraordinario montaje de Miguel del Arco que vimos en mayo en el Niemeyer hace difícil valorar en su justa medida este otro Hamlet más íntimo. Sin embargo, las impecables proyecciones en las telas blancas triangulares, las referencias marinas del trabajado vestuario y, sobre todo, la entrega total de los actores han hecho que este acto haya sido algo más que la reapropiación de un espacio escénico perdido y el merecido homenaje a una actriz única. Ha sido también otra noche grata de buen teatro.

sábado, 8 de octubre de 2016

El triángulo azul

de Laila Ripoll y Mariano Llorente. Dirección: Laila Ripoll.
una producción del Centro Dramático Nacional y Micomicón Teatro.
con Manuel Agredano, Elisabet Altube, Marcos León, Mariano Llorente, Antonio Sarrió, Ángel Solo y Jorge Varandela. Músicos: Carlos Blázquez, Carlos Gonzalvo y David Sanz.
 
8 de octubre de 2016. Teatro Jovellanos, Gijón. 135’ aprox.


Españoles en Mauthausen. El horror y la resistencia. Y el afán de rescatar las fotografías que servirían para que aquella infamia no pudiera ser negada.

"Españoles antifascistas saludan a las fuerzas liberadoras". En Austria. En 1945. En español. La fotografía de esa gran pancarta colgada entre las dos torres a la entrada de Mauthausen (se puede ver en la última página del programa de mano) debería estar tan presente en nuestro imaginario nacional como la escena de la bandera de Iwo Jima lo está en el de los americanos. Pero aquí no. Aquí quitar de las calles algunos nombres aún molesta a una derecha que nos quiere amnésicos o engañados (como Esperanza Aguirre a propósito de Millán Astray). Una "S" en medio de un triángulo azul identificaba a aquellos miles de españoles a los que Franco convirtió en apátridas y condenó al exterminio. Esta obra nos lo recuerda con crudeza, pero también con músicas alegres como las que seguramente algunos de aquellos compatriotas utilizaban para evadirse del horror. La historia heroica de las fotografías salvadas por los nuestros me hace recordar la de El hijo de Saúl. En la extraordinaria película de László Nemes la aspereza de los sonidos nos acercaba a esos lugares terribles que las imágenes dejaban siempre fuera de campo. En El triángulo azul el sonido es también muy molesto para el espectador. Pero por lo contrario. Porque la alegría de esa música tan bien interpretada y la ironía de esas letras que hacen mofa del calvario resultan dolorosamente impertinentes. Hasta el punto que uno siente que falta distancia. Entre la obra y el respeto debido al terrible drama que se muestra. Entre el espectador y esos personajes que, intentando sobrevivir, seguramente reirían en medio de aquel infierno. Ningún reproche a la puesta en escena. Ni al protagonismo de ese alemán que nos va guiando en una historia tan terrible como esta. El triángulo azul es teatro necesario al borde del abismo.


viernes, 7 de octubre de 2016

Tierra del fuego

de Mario Diament. Dirección: Claudio Tolcachir.
una producción del Teatro Español.
con Alicia Borrachero, Tristán Ulloa, Abdelatif Hwidar, Juan Calot, Malena Gutiérrez y Hamid Krim.
 
7 de octubre de 2016. Teatro Palacio Valdés, Avilés. 75’ aprox.


Hace más de veinte años que Yael perdió a una amiga y resultó herida en un atentado terrorista. Es una mujer judía que reniega de la política de su país con los palestinos y que ahora mantiene encuentros en una cárcel inglesa con el autor de aquel atentado.

Estrenamos temporada y abono en el Palacio Valdés (fila cuatro en el lado derecho, donde más nos gusta) con esta historia que viene a confirmar lo que tantas veces he dicho en mis blogs de cine y teatro: que la de víctima debe ser una circunstancia, no una condición como quieren hacernos creer quienes las utilizan con fines políticos (aquí siempre la derecha y ahora en Colombia Álvaro Uribe, ese instigador del odio que hizo todo lo posible para que el domingo pasado no fuera un día feliz para su país y que hoy debe estar bastante molesto con el Nobel que le acaban de conceder a Juan Manuel Santos). Así que comparto el punto de vista de la obra y asumo que resultará muy ilustrativa para quienes no sepan mucho del drama que los palestinos vienen sufriendo desde hace ya tantas décadas. Sin embargo, esta Tierra de fuego no me conmueve. Sobre ese conflicto y sobre el contacto en primera persona entre personajes de los dos lados me emocionó mucho Una botella en el mar de Gaza, la estupenda y esperanzadora película de Thierry Binisti. Tambien lo hizo (hasta el nudo en la garganta y casi hasta la lágrima) La mirada del otro, la magnífica obra de María San Miguel y Chani Martín con que se abrió la temporada del off del Niemeyer el año pasado. Además de aportar información, esas historias estaban llenas de emoción, justo lo que le falta a esta Tierra del fuego. Y no por la magnífica dirección de mi admirado Claudio Tolcachir, que saca el mayor partido a ese muro polivalente que, con ventanas iluminadas o sin ellas, evoca siempre esa atroz circunstancia que sufren cada día cientos de miles de palestinos. También consigue lo mejor de esos actores que permanecen siempre en escena haciendo que los espectros de sus personajes sean testigos de todo lo que dice la protagonista y desde su lugar periférico reaccionen a sus discursos. El elenco está muy bien y consigue hacer creíbles a todos los personajes secundarios (el marido y el padre de la protagonista, el abogado del palestino y la madre de la amiga que murió en el atentado). Sin embargo, Alicia Borrachero está demasiado enfática, casi sobreactuada, sin darnos tiempo a que podamos compartir sus contradicciones. Aunque no tengo claro si el problema esta en la forma en que ella construye su personaje o en el propio texto de Mario Diament al que quizá le sobra información y le falta la emoción que debería provocar este drama. Si, además de dirigirla, Tolcachir la hubiera escrito, esta Tierra del fuego habría sido otra cosa.