jueves, 1 de diciembre de 2022

El enamoramiento entre una ciudad y los teatreros de toda España

Asturianos en Avilés: Mariano Martín Gordillo.

La capital del teatro en Asturias.
Entrevista en La Nueva España.

11 de noviembre de 2022. Teatro Palacio Valdés.

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Un poco de historia. “Avilés tiene una larga relación con el teatro. Es una historia complicada y también poética. Es como si los dioses hubieran querido jugar con nosotros. A finales del siglo XIX los avilesinos querían tener un gran teatro burgués. Lo cuenta muy bien Juan Carlos de la Madrid en su libro sobre la historia del Palacio Valdés. Los avatares fueron tremendos. Se encarga el proyecto a Manuel Del Busto, por entonces un jovencísimo arquitecto, y en 1900 ya están en marcha unas obras que cuentan con el apoyo de muchos ciudadanos. Pero el dinero se acaba y aquel teatro, que no había llegado a nacer, está a punto de ser derribado. Por suerte, veinte años después, se consigue el milagro de que el propio Palacio Valdés inaugure su teatro. De aquella historia, casi heroica, nos sentimos herederos los avilesinos que somos hijos de la emigración que hizo crecer la ciudad en los años sesenta con gentes venidas de Castilla, Extremadura o Andalucía. Mi familia vino del sur de Salamanca, de una zona bellísima, la Sierra de Béjar, en el límite con Cáceres. Y es que el Avilés de toda la vida es hoy una ciudad con muchas raíces y esa es, quizá, una de sus virtudes”.

“Tras la inauguración, de la que se cumplió un siglo en el año de la pandemia, al Palacio Valdés le tocó sufrir una guerra y una dictadura. En 1972 se cierra y la piqueta amenaza de nuevo. Pero la democracia, los dioses (y algunas celestinas) volvieron a estar de nuestra parte y, cuando todo parecía perdido, se restaura el teatro. La movilización ciudadana hizo posible que en ese lugar hoy no haya edificios de viviendas. Y que podamos estar hablando ahora del teatro”.

Una restauración ejemplar. “En los ochenta y primeros noventa se hicieron muchas restauraciones de teatros. Muchas fueron muy acertadas, pero también hubo transformaciones discutibles. El Palacio Valdés tuvo suerte y lo que en 1987 era casi una ruina se recuperó con un cuidado exquisito para que nuestro teatro sea exactamente el mismo que se inauguró en 1920”.

El alma. “El Palacio Valdés tuvo un cuerpo que llegó a estar dos veces en coma, pero su alma siguió viva y estuvo flotando por la ciudad. De hecho, la magnífica programación teatral que siguió a aquella reapertura, de la que dentro de pocos días se cumplirán treinta años, ya estaba en marcha en los años ochenta con las Jornadas de teatro de la Pista de la Exposición. En toda esta historia hay una persona extraordinaria que ha tenido un papel crucial: Antonio Ripoll. Y es que su trayectoria es la de uno de los gestores culturales más importantes y singulares de nuestro país. Por suerte, decidió desarrollarla siempre aquí. En la mejor centralidad posible: la de periferia”.

“La Pista de la Exposición fue el vivero de la pasión entre los avilesinos y el teatro. Eso permite entender que a partir de los años 90 se genere una programación estable que consolidó la historia de amor entre la ciudad y su teatro. Y que se ha convertido después en una historia de poliamor porque, además del espacio escénico del Palacio Valdés, también queremos mucho a los del Centro Niemeyer (cuya alma también estuvo en el Palacio Valdés antes de que se levantaran sus hermosos curvas blancas). Nos encanta su gran auditorio que cuenta con el mayor escenario de Asturias. Y también ese club teatral delicioso del Off Niemeyer, quizá la sala con mejor programación de teatro alternativo y de pequeño formato fuera de Madrid y Barcelona. Sin olvidar, la pasión juvenil de la Factoría Cultural o la fidelidad de siempre hacia nuestra treintañera Casa de la Cultura”.

“En esta historia, además de la fortuna, también importa la apuesta continua que han hecho por el teatro todas las corporaciones municipales. Y es que en el ADN de Avilés está la cultura. A los avilesinos de antaño les gustaba decir que esta era la ‘Atenas de Asturias’. Y una de las virtudes de Atenas era precisamente su cosmopolitismo. Avilés no ha querido ser una ciudad estupenda pero ensimismada, sino una ciudad deliciosa y siempre abierta”.

El enamoramiento. “Aquí se apostó pronto por las compañías teatrales. El Palacio Valdés es coqueto y tiene un tamaño perfecto: un poco mayor que el María Guerrero y aproximadamente como el Teatro Español. Y está en una ciudad amable y con mucho encanto. Algo que aprecian las compañías que estrenan aquí sus obras y ultiman los ensayos en nuestro teatro. Saben que en Avilés cuentan con un público fiel porque aquí el teatro no es ceremonia sino costumbre. Y eso se ha conseguido con un trabajo excelente, tenaz y discreto. Programando con la vista puesta en la calidad y en la continuidad.  Algunos programadores simplemente se adaptan al gusto inercial del público, pero los que entienden la cultura como un servicio público saben que también es responsabilidad de los teatros cultivar ese gusto. El acierto de ese trabajo se muestra en la actitud de las personas que van al teatro en Avilés. No nos levantamos fácilmente para aplaudir, somos más contenidos, pero hay criterio y fidelidad. Algo a lo que también ha ayudado la política de abonos que empiezan de cero cada año y se renuevan cada trimestre para la programación conjunta de EscenAvilés entre el Palacio Valdés y el Centro Niemeyer, otro caso único en España. Así, parte de los aforos cuentan con un público fiel pero siempre hay entradas disponibles para todo el mundo”.

“Es, en definitiva, una historia de enamoramiento entre una ciudad y su teatro. Una complicidad de muchos años entre el público y esos seres humanos magníficos que son los intérpretes, los autores, los directores y todos los oficiantes cotidianos de ese arte bimilenario. Algo que se nota, por ejemplo, en los estrenos avilesinos. Es muy común que los actores y actrices agradezcan nuestros aplausos llevándose el puño al pecho con emoción y mirando embelesados hacia arriba, al gallinero, al paraíso, para disfrutar del espectáculo que a ellos también les ofrece este teatro hermoso y vibrante. Nuestro teatro es la casa de los teatreros que nos visitan. Aquí todo el mundo -público, actores, directores- se siente en casa. Por eso cada noche de estreno sentimos que estamos estrenando de nuevo el Palacio Valdés”.

La  pequeña gran ciudad del teatro. “Todo ello tiene un efecto extraordinario porque, además de los estrenos, la calidad general de la programación es muy alta. Aquí, cualquier asturiano puede tener una agenda anual de más de 30 obras estupendas. Algo que se puede disfrutar también en ciudades como Barcelona, Madrid o Buenos Aires, pero para ello hay que saber seleccionarlas y hay que tener mucho criterio. En Asturias tenemos la suerte de disfrutar de una decantación, de un destilado teatral extraordinario en una ciudad de apenas 80.000 habitantes.

El futuro está en los jóvenes. “Hay que animar a la gente joven para que también venga al teatro. Asturias sufre un gran desequilibrio generacional. Los que disfrutamos desde hace décadas del teatro nos vamos haciendo mayores y, detrás, no es que los jóvenes vengan menos al teatro, es que ellos son menos para cualquier cosa. Suelo decir que, si a alguien le gusta el surf, aunque estará encantado en Salinas, seguramente querría vivir en Nazaré o en Tarifa. Si le gusta el esquí le gustaría vivir en el Pirineo o en Suiza. Pero si vive en Asturias debería aficionarse al teatro porque iba a ser muy feliz en Avilés”.

"En este tiempo de pantallas y pantallitas, el teatro tiene vigencia precisamente por su radical presencialidad. Hay tres cosas que nos legaron los griegos y ya tienen más de 2.500 años: las matemáticas, la filosofía y el teatro. Un gran defecto de nuestro país es que las artes escénicas, como la cultura audiovisual, están ausentes de los currículos escolares. Decía Unamuno que el asignaturismo es el gran problema de nuestra universidad, y también lo es de nuestro sistema educativo. Que ese arte de las artes que es el teatro siga estando fuera de las aulas es inaudito. Por eso es tan importante la actividad cultural y escénica dirigida a los jóvenes que se organiza en Avilés. Desde hace casi tres décadas, el escenario del Palacio Valdés, acoge cada primavera el estreno de varias obras hechas por adolescentes. Y ese es otro vínculo muy importante. Muchas vocaciones teatrales, como la de Juan Mayorga (ese teatrero, matemático y filósofo al que tanto queremos en Avilés y al que tanto le gusta venir), surgen precisamente cuando uno va al teatro y queda fascinado por lo que allí acontece. Hace pocas semanas casi mil alumnos vivieron esa experiencia en el auditorio del Centro Niemeyer con Lope (El animal de Hungría) y otros mil la vivirán a primeros de diciembre con Calderón (La vida es sueño). Si eres adolescente tu papel en el instituto o en la calle quizá no sea genial, pero si te subes a un escenario para interpretar otras vidas puede ser que la tuya cambie para siempre. O que eso te suceda desde una butaca contemplando otros mundos al otro lado de la cuarta pared.  Supongo que ahí está el origen de la vocación de muchos actores y actrices. Y de la felicidad que sentimos quienes tanto disfrutamos en el teatro”.

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