sábado, 30 de enero de 2021

Las criadas

de Jean Genet. Versión y traducción: Paco Bezerra. Dirección: Luis Luque.
una producción de Pentación Espectáculos y Teatro Epañol.
con Alicia Borrachero, Jorge Calvo y Ana Torrent.

30 de enero de 2021. Centro Niemeyer (auditorio), Avilés. 85 aprox.

Claire y Solange repiten su ceremonia. Antes de que la Señora llegue, juegan los papeles domésticos de la dueña y la criada. Una dialéctica surrealista entre la ama y la esclava en la que no hay posible liberación. Cuando ella llega tardan en decirle que su hombre ha salido de la cárcel y la está esperando. Luego volverán a quedarse solas para continuar una ceremonía en la que no consiguen terminar con ella.

Cuando Juan Mayorga reflexiona sobre el teatro habla de elipses. De hecho, así se titula el libro que reúne muchos de sus ensayos metateatrales. Para Genet era la diagonal la referencia geométrica que caracterizaba su teatro. Lo decía en una entrevista filmada que sirve de preámbulo a esta obra de escenografía blanquísima e interpretaciones impecables. Alicia Borrachero y Ana Torrent están poderosas en la recreación de esa atmósfera asfixiante en que las palabras de Genet parecen trazar diagonales entre la realidad y la ficción, entre el tedio y la sumisión, entre la envidia y la resignación. El contrapunto de su juego a dos bandas será esa Señora eufórica tan bien construida por el gesto, la voz y la presencia de Jorge Calvo. Un personaje que llega y se va pero que ya estaba y estará en el perpetuo sufrimiento de unas criadas a las que ninguna ceremonia permite otra redención que la de invocar como letanía a esa Señora que odian y envidian por igual. Porque la Señora es dulce, la Señora es guapa, la Señora es buena...

viernes, 22 de enero de 2021

Una noche sin luna

de Juan Diego Botto. Dirección: Sergio Peris-Mencheta.
Coproducción de La Rota Producciones, Barco Pirata Producciones y Concha Busto Producción y Distribución.
con Juan Diego Botto.

22 de enero de 2021. Teatro Palacio Valdés, Avilés. 95’ aprox.
 
El propio Lorca repasa ante nosotros su vida y su muerte. Lo hace con el traje y los zapatos de lucir y con el mono azul de La Barraca. Poco a poco va levantando las tablas del escenario en busca de un teatro bajo la arena. Ese por el que no pasa el tiempo.

"Ahí está el público." "Qué pase." Es lo primero que el director  dice al comienzo de El Público. Y esta noche Juan Diego Botto ha comenzado contrariando la invitación de aquella obra magnética con un preámbulo a portagayola en el que ha demostrado no solo lo mucho que el teatro puede llegar a sorprender, sino también lo verosímil que sigue siendo hoy la censura de hace noventa años. A partir de ahí asistiremos a un monólogo memorable. Sin imposturas. En una primera persona lorquiana que hilvana aquel tiempo con el nuestro como si el propio Federico nos estuviera hablando ahora a través de este actor/autor que se revela como su intérprete mas fiable. La escenografía es simplísima. Apenas un plano inclinado de madera que, mientras Federico se afana en levantar las tablas, se va convirtiendo en cualquier cosa, hasta en el barco de Teseo o en una noche sin luna en el barranco de Viznar. El texto, la puesta en escena y la interpretación son conmovedores e impresionantes. De lo primero da muestra ese final que pondrá al público en pie en un largo y merecido aplauso. De lo segundo resultará inolvidable esa mutación de Juan Diego Botto en espectador casposo y antilorquiano que recorre los pasillos del patio de butacas demostrando que los demonios del pasado siguen vivos en el presente. La de esta noche no es la única evocación lorquiana que me ha fascinado ultimamente (tengo bien presente aquella Correspondencia personal que dirigió Juan Carlos Rubio e interpretaron Gema Matarranz y Alejandro Vera, el emotivísimo Leyendo Lorca de Irene Escolar y, por supuesto, el Romancero gitano de Nuria Espert). Pero lo que nos han regalado Juan Diego Botto y Sergio Peris-Mencheta también ha sido memorable.

sábado, 16 de enero de 2021

Mauthausen. La voz de mi abuelo

Escrito y dirigido por Pilar G. Almansa.
Producción: Trajín Teatro.
con Inma González.

16 de enero de 2021. Centro Niemeyer (auditorio), Avilés. 70 aprox. Ciclo Off-Niemeyer.

Un gaditano en Mauthausen. Jovencísimo, españolísimo y alegre. Gregario y solidario. Atrevido y consciente de que su supervivencia allí fue casi un milagro. Nos lo cuenta y nos lo muestra el mismo Manuel Diaz. Interpretado, y casi encarnado, por su nieta.

Uno siempre tiene presentes las palabras de Adorno sobre la poesía después de Auschwitz cuando en el cine o en el escenario se aborda aquella tragedia inconmensurable. Por eso la actitud inicial es siempre preventiva. Y más cuando la voz de la nieta es tan gaditanísima y simpática (valga la redundancia) como debió serlo la de aquel  adolescente que huyó a nado a Gibraltar y acabó en Mathausen pasando por las playas de Argelès. Las circunstancias pandémicas hacen que esta obra, tan propia del off, la hayamos visto en el enorme auditorio del Niemeyer. Pero su escenario no le ha quedado grande a una Inma González que ha sabido hacernos ver los barracones, las filas de prisioneros, las alambradas y hasta la boca del horror con solo una escalera y una silla plegables, unos pares de zapatos anudados y un tendal polivalente. El relato tiene esa verdad tierna de lo radicalmente sincero. De hecho, parte de los recuerdos del propio Manuel Díaz que no debió perder nunca esa dignísima alegría de vivir que permite entender por qué la imagen imborrable de la liberación de Mauthausen es la de un gran pancarta escrita en español. La evocación de Manuel Díaz que esta noche nos trae su nieta también nos recuerda que allí murieron más de cuatro mil compatriotas a manos de la barbarie de los nazis. Y la de aquel dictador que apropiándose de España tanto daño hizo a tantos españoles.

sábado, 9 de enero de 2021

Diva

autor y director de escena: Albert Boadella.

Producción: Teatros del Canal.
con María Rey-Joly y Antonio Comas.

9 de enero de 2021. Teatro Palacio Valdés, Avilés. 85’ aprox. Estreno absoluto.
 
Una María Callas crepuscular evoca tiempos mejores. Aquellos en que era una estrella. Y también aquellos en los que fue feliz e infeliz con Aristóteles Onassis.

Un piano, un diván y un tocadiscos. Es todo lo que hay en el escenario para una obra que ofrece fragmentos operísticos y una visión resabida del declive de María Callas. María Rey-Joly y Antonio Comas defienden bien sus papeles tanto en lo musical como en lo interpretativo. Pero la cosa da poco de si y la obra se hace larga. Nada que ver con el interesantísimo repaso a la vida de la diva que hizo Tom Volf en el documental María by Callas. ¿Lo habrá visto Boadella?