sábado, 30 de noviembre de 2013

El manual de la buena esposa

dirección de Quino Falero. Con textos de Miguel del Arco, Yolanda García Serrano, Verónica Fernández, Anna, R. Costa, Juan Carlos Rubio y Alfredo Sanzol. 
Iraya producciones.
con Berta Ojea, Mariola Fuentes y Concha Delgado.

30 de noviembre de 2013. Teatro Palacio Valdés, Avilés. 90’ aprox.


Tres actrices parodian los usos y costumbres de la feminidad franquista. Doce escenas para evocar las edades de la mujer en los tiempos de Elena Francis y la sección femenina.

La historia se repite; primero como tragedia, y después como farsa. Viendo las risas que despertaba en buena parte del público esta (supuesta) ridiculización de nuestro pasado me he acordado de aquella frase de Marx. Esta tarde hemos asistido a la farsa. En el escenario y en el patio de butacas. Farsa escénica, de esa que acude a los lugares comunes, a lo previsible, a los resortes. Y farsa moral, de esa que, pareciendo reírse del pasado, no hace otra cosa que evocarlo, perdonarlo y casi reivindicarlo. Había mucho de eso en esas risas automáticas. De reivindicación de la propia biografía, de la caspa que la llenó en un tiempo que, si ha de mover a risa, debería ser con mucha más inteligencia y no con esta sal gruesa que sepulta todo juicio sobre la relación entre el pasado y el presente. Porque parte de ese pasado, amablemente recordado en esta obra, está aquí de nuevo. Ha vuelto gracias a la ingenuidad de quienes ahora creen reírse de él. Volvió ayer cuando se aprobó una ley que nos devuelve a la arcadia educativa que algunos siguen ubicando más allá de 1970, en los tiempos de la sección femenina. Esa arcadia que legitima la segregación por sexos en las escuelas, que devuelve a la religión la mayor relevancia en las aulas. Un pasado que regresa también para las mujeres haciendo que los sectarios decidan sobre la maternidad y los fundamentalistas criminalicen a los médicos. Un pasado que sigue estando aquí con la memoria histórica convertida en amnesia obligatoria. Para no abrir fosas. Para dejar a la verdad sepultada en las cunetas de la historia. Claro que debemos reírnos del franquismo. Pero en serio. No con esta ingenuidad que casi lleva a reivindicarlo y a obviar lo que de él sigue habiendo en nuestro presente. En el teatro y en el cine (por ejemplo, con David Trueba hace sólo unas semanas) me he reído muchas veces de los pasajes más oscuros de la historia. Pero bien. Con inteligencia y buen hacer escénico. No con el lamentable espectáculo de esta mofa ñoña, casi cariñosa, de aquel pasado trágico que como farsa ha vuelto esta tarde al Palacio Valdés.

sábado, 23 de noviembre de 2013

El pimiento Verdi

dirección y dramaturgia de Albert Boadella.
Teatros del Canal.
con María Rey-Joly, Elvira Sánchez, José Manuel Zapata, Antoni Comas, Luis Álvarez, Borja Mariño y Jesús Agelet.

23 de noviembre de 2013. Teatro Palacio Valdés, Avilés. 105’ aprox.


Estamos en El pimiento Verdi, un local para cenar y disfrutar de la música de Verdi. Entre nosotros hay dos infiltrados. Una pareja wagneriana que hace burlas de la música del maestro italiano. Las chanzas se convierten en duelo entre un Richard y un Guiseppe redivivos. En El pimiento Verdi no podrá ganar nunca Wagner, pero finalmente se acepta el armisticio y se monta una opera mestiza. E hilarante.

Un espectáculo que es cena (con cava y canapés), teatro y ópera a la vez, en este Palacio Valdés transmutado en El pimiento Verdi que ha debido hacer las delicias de Boadella. Como hace más de cincuenta años, el patio de butacas se ha convertido esta noche en otra cosa: en un lugar donde cenar, escuchar música y no parar de reír. Hoy no había cuarta pared. Ni tercera. Ni segunda. Nosotros, los camareros, los infiltrados  y el resto del elenco componíamos una escena de disfrute total. Escuchando (en serio y en parodia) momentos emblemáticos de las músicas de estos clásicos (ahora bicentenarios) y asistiendo (más que en primera fila) al cachondeo característico de quien lideró Els Joglars. Es difícil destacar momentos singulares en una experiencia teatral/operística tan llena de ellos: ese alemán que los divos escupen, esa tronchante retransmisión futbolera de Las Valkirias, esa orquesta contemporánea que dirige el camarero Blas, esas posturas del público en las interminables obras de Wagner, esos subtítulos gestuales en los pasajes musicales más emblemáticos, ese montaje operístico final… Lo que sí cabe destacar es el excelente trabajo (no solo musical) de esos magníficos tenores, sopranos y barítono convertidos esta noche en actores de un teatro total. No hay límite en el duelo: además de los reproches musicales, a Wagner se le recuerdan sus escritos antisemitas (leídos en Internet) y a Verdi se le culpa del festival de San Remo. Pero está claro que Boadella, los clientes del pimiento y los gestores del local somos más latinos que germanos. Es algo que se nota en el gusto por hacer bien las cosas sin dejar de ironizar.
 

domingo, 17 de noviembre de 2013

¿Quién teme a Virginia Woolf?

de Edward Albee. Traducida y dirigida por Daniel Veronese.
Teatre Romea.
con Carmen Machi, Pere Arquillué, Mireia Aixalà y Ernest Villegas.
 

17 de noviembre de 2013. Teatro Palacio Valdés, Avilés. 115’ aprox.

Martha y George se odian. Él es un mediocre profesor en la universidad de la que es rector el padre de ella. Tras más de veinte años de matrimonio tienen una complicidad absoluta bebiendo y humillándose. Un sábado tras una fiesta invitan a su casa a Nick y a Honey, un joven matrimonio que presencia y sufre su lucha salvaje. Hasta la muerte del hijo que nunca llegaron a tener.

El matrimonio como pugilato. Un cuerpo a cuerpo entre quienes saben cómo hacerse daño. Expertos en el fracaso mostrando el camino a los neófitos. De esto va la obra de Albee que Veronese monta con sobriedad. Aunque el relieve de los personajes maduros es mayor, los cuatro actores defienden con solvencia sus papeles en este intenso cuadrilátero. Sin embargo, hay algo en la traducción o en la gestualidad que por momentos convierte la acidez de los diálogos en guiños hacia la comedia. Y lógicamente el público de risa fácil reacciona dañando las sensaciones que debería provocar el texto de Albee. Quizá sea un efectismo buscado para desdramatizar la historia, pero no siempre son mejores la hilaridad y el gag que el sarcasmo y la ironía.
 

sábado, 9 de noviembre de 2013

La rendición

adaptación por Isabelle Stoffell de las memorias eróticas de Toni Bentley. Dirigida por Sigfrid Monleón
coproducción del Centro Dramático Nacional y Traspasada
con Isabelle Stoffel.

 

9 de noviembre de 2013. Centro Niemeyer (Club), Avilés. 70’ aprox. Ciclo "Off-Niemeyer".

Una mujer rememora su vida sexual. Lo hace en una especie de disertación en la que reconstruye en clave trascendente el significado de sus vivencias. Su monólogo reivindica la ascesis sexual a través de la rendición al sexo anal.

Directa, profunda y delicada es esta obra que adapta magníficamente un texto de erotismo reflexivo publicado en La sonrisa vertical. Es un monólogo difícil y meritorio (y más para una actriz suiza) pero especialmente propicio para la intimidad que permite este club teatral que es el Off-Niemeyer. Sin duda, es una obra demasiado explícita (aunque solo oralmente) para el público del teatro convencional y demasiado  reflexiva (e irónica) para el público de los otros clubs más próximos al tema (me encantaría ver las reacciones de ambos ante una propuesta así). Es un monólogo que expone sin pudor vivencias sexuales, que interpreta sin remilgos su significado, que entiende la vida (también la sexual) como proceso de indagación, que no rehúye lo políticamente incorrecto (una mujer reivindicando la entrega al sexo anal) pero que no cae en lo zafio (su alegato está bien lejos del machismo). A Isabelle Stoffel la vimos en junio, en la pantalla del cine del Niemeyer, cuando Jonás Trueba presentó aquí Los ilusos. Ella aparecía en esa estupenda película formando parte de ese entorno de actores jóvenes que dudaban de su futuro profesional. El éxito que merece este monólogo debería despejar aquellas dudas.