viernes, 24 de agosto de 2018

Un tercer lugar

texto y dirección: Denise Despeyroux.
una producción del Teatro Español.
con Íñigo Rodríguez-Claro, Vanessa Rasero, Giovanni Bosso, Sara Torres, Pietro Olivera y Denise Despeyroux.

24 de agosto de 2018. Teatro Palacio Valdés, Avilés. 110’ aprox.

Quince escenas numeradas y tituladas. Siempre con dos personajes. Casi siempre un hombre y una mujer. Son tres hombres y tres mujeres que podrían enamorarse, que quisieran enamorarse o que ya están enamorados. Dos de ellos son hermanos. Y los seis comparten desvaríos sobre el amor.

Denise Despeyroux nos desvela muy en serio las leyes generales del amor bilateral. Por eso reivindica un tercer lugar. Hoy volvemos a ver a esta excepcional dramaturga en Avilés en todos sus modos de practicar el teatro. Como autora de un texto extraordinario. Como directora de una obra que es un modelo para armar y como actriz que se expresa en un registro dulcísimo y perfecto que será difícil olvidar. Como siempre, nos presenta unos personajes algo neuróticos, locuaces, y tiernos (tiernísimos hoy) que parece que no debemos tomar muy en serio. Igual que todo lo que dicen, que aparentemente oscila entre las leves ironías filosóficas aptas para todos los públicos y la comicidad inteligente de una autora que domina como nadie el arte de tejer palabras banales en diálogos sorprendentes que ponen al cerebro del espectador en permanente modo sonrisa. Sin embargo, tras esa apariencia juguetona el universo Despeyoux se toma muy en serio sus leyes y, en este caso, entra a fondo en las que tienen que ver con el amor. Por eso nos hace intuirlas de manera oblicua. Mostrando en esta Rayuela con base en Usera un juego en el que las partes son deliciosas y el todo es más que su suma. Cada escena es un corto o un cuento perfectamente acabado que se integra en un todo que nunca lo está. Que deja al espectador con ganas de leer el texto (por suerte han traído esta noche el libro) y comprobar que el universo Despeyroux es más bien un multiverso lleno de agujeros nada negros por los que se conectan los personajes, sus palabras y lo que pensamos nosotros mientras los escuchamos divertidos. Solo por ese monólogo magnífico de ella en la carta de la penúltima escena ya sería memorable Un tercer lugar. Un lugar que de forma tan sosegada se intuye en la siguiente escena, ese último cuadro bilateral en el que uno lamenta que esta Rayuela solo tenga quince casillas. Con Un tercer lugar ya hemos visto en Avilés cuatro de las obras de Denise Despeyroux (y nosotros dos más en Madrid). Desde que estrenó el off del Niemeyer con aquella magnífica historia, también bilateral, que era La realidad, siempre queremos que vuelva a Avilés. Ojalá que podamos ver pronto aquí el estreno de alguna de las maravillas de su universo.

viernes, 17 de agosto de 2018

Lehman Trilogy

de Stefano Massini. Versión y dirección: Sergio Peris-Mencheta.
una producción de Barco Pirata.
con Litus Ruiz, Pepe Lorente, Aitor Beltrán,Víctor Clavijo, Darío Paso y Leo Rivera.

17 de agosto de 2018. Teatro Palacio Valdés, Avilés. 195’ aprox (con dos descansos). Estreno absoluto.

La saga de los Lehman y la historia del capitalismo americano en tres actos. Desde que el primero de los hermanos llegó a Nueva York en 1844 hasta que en 2008 se hundió un conglomerado económico indefinible que de aquella familia de judíos alemanes ya solo conservaba el nombre. Todo comenzó en Alabama, cuando los Lehman pasaron de comerciar con telas a inventarse la figura del intermediario. Y con cada generación un nuevo invento para ir haciendo más monstruoso ese golem contemporáneo llamado capitalismo financiero.

La historia de los Lehman es descomunal. Y también lo es esta balada para sexteto en tres actos con la que Sergio Peris-Mencheta ha conseguido que todo el público del Palacio Valdés se haya puesto en pie para aplaudir larga y merecidamente las tres horas hipnóticas de este montaje superlativo que hoy se ha estrenado en Avilés. Los tres actos se desarrollan en un escenario complejísimo de polivalencia máxima con una estructura elevada a cuyos pies hay un carrusel multiusos. Y ocupándolo y manejándolo todo seis actores soberbios que interpretan a velocidades de vértigo ciento y pico personajes con acentos múltiples y apostillas sorprendentes. Todos tocan instrumentos y cantan un repertorio americano y judío que ya haría de esta monumental obra un musical estupendo si lo visto esta noche fuera solo eso. Pero no. Lehman Trilogy es mucho más que un musical. Es una propuesta teatral arriesgada, sincronizada, entretenida, lúcida, poética, irónica y fascinante. De lo mejor que se ha visto en un escenario en mucho tiempo. Lehman Trilogy es absolutamente barroca en su virtuosismo escénico y, sin embargo, diáfana en la composición de un relato lleno de capas que resulta accesible y cautivador para el espectador más despistado y que tampoco da tregua al que busca los matices y los subtextos. Es imposible destacar las virtudes de cada uno de esos seis actores totales. De hecho, su principal mérito es poner su indudable excelencia individual al servicio de esta propuesta infinita y coral. Cada micropersonaje y cada gesto es un hallazgo que merecería un comentario separado si no fuera porque la obra es un continuo inabarcable de creatividad y perfección. Los seis actores se sitúan al borde del abismo por la dificultad y el riesgo de su ritmo trepidante. Pero enseguida nos damos cuenta de que nunca se van a caer y que la alegre seguridad que muestran en la imagen del cartel  describe muy bien la manera en que afrontan su trabajo en el escenario. Así que tenemos mucha suerte en Avilés. Sergio Peris-Mencheta nos frecuenta y nos aprecia. Que yo recuerde, ya ha estrenado aquí tres obras como director y otra más como actor. Como director le debemos esta joya que dará tanto que hablar (si no más) como aquel memorable Un trozo invisible de este mundo que escribió y protagonizó Juan Diego Botto. También estrenó aquí aquella propuesta variadísima que se titulaba Continuidad de los parques y La puerta de al lado (una obra que no puede ver). Como actor estrenó con Roberto Álamo también en el Palacio Valdés la magnífica Lluvia constante que dirigió David Serrano y también interpretó en el Niemeyer un rotundo Marco Antonio en el Julio César que dirigió Paco Azorín. Así que Sergio Péris-Mencheta es muy querido aquí y tras estrenos como el de esta noche quizá debamos declararlo avilesino de adopción. En todo caso, su virtuosismo como director y lo espectacular del resultado no debe hacernos olvidar que Lehman Trilogy también tiene mucha intención. Y es que la historia de los Lehman, además de ser una saga perfecta en el  relato magnífico de Steffano Massini, ayuda a desvelar y denunciar muchas cosas sobre el mundo en que vivimos, como lo hacía también la estupenda película de J.C. Chandor Margín Call que Kevin Spacey presentó en el Niemeyer hace ahora siete años. Así que ir al teatro para ver Lehman Trilogy es asistir a un prodigio escénico e interpretativo, pero también a una lección de historia, de economía, de política y de moral. En este sentido, no puede ser más afortunada la coincidencia de esta obra en los escenarios españoles con la llegada este otoño de Michael J. Sandel para recibir el premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales. Leer su libro Lo que el dinero no puede comprar y ver en un teatro Lehman Trilogy no son solo recomendaciones de experiencias gratísimas que cualquiera agradecerá. Son también enseñanzas especialmente necesarias en estos tiempos. Así que muchas gracias Sergio. Por tu compromiso con este arte total que es el teatro y por ayudar a desvelar cómo funciona el mundo.

domingo, 12 de agosto de 2018

La bella Helena

de Jacques Offenbach. Adaptación: Miguel Murillo y Ricard Reguant. Dirección: Ricard Reguant.
una coproducción de Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida y Rodetacón Teatro.
con Gisela, Leo Rivera, Rocío Madrid, Javier Enguix, Joseán Moreno, Graciela Monterde, Joan Carles Bestard, Clara Alvarado, Pablo Romo, Mikel Hennet, Javier Pascual, Silvia Martí, Joan Codina, Tamia Déniz y Patricia Arizmendi.

12 de agosto de 2018. Ruinas de Cáparra. 64º Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, Cáparra. 120’ aprox.

Eris encarga a Paris que decida entre Hera, Atenea y Afrodita cuál es la diosa más bella del Olimpo. Él se inclina por Afrodita, que como recompensa le promete que Helena se enamorará de él. Su marido Menelao debería tener algo que decir. Y también Calcas, Agamenón, Aquiles y los dos Áyax.

La extensión del festival de Mérida en Cáparra crece. Casi ha duplicado el número de localidades y en esta segunda edición hay una obra más que el año pasado. Como ya habíamos visto en Mérida Calígula, El cerco de Numancia y La comedia de las mentiras (estupendas las dos primeras), solo nos quedaba La bella Helena para aprovechar la cercanía de este precioso lugar en esta noche de Perseidas. Lamentablemente La bella Helena compite con La comedia de las mentiras en la cantidad de resortes bobos para provocar la risa del público. Es una opereta bufa (muy bufa) que seguramente tenía poco que rescatar del original de Offenbach, pero que en esta adaptación abusa de los chistes tópicos sobre políticos, de la representación casposa de la homosexualidad mariquita y de esa rijosidad reprimida que, con la excusa de que son diosas y reinas griegas, presenta a las muchachas como muy apetecibles y con muchas ganas de entregarse a algún varón. Vamos, la dieta perfecta para la masculinidad más rancia. Un humor tontorrón y un ambiente musical de pacata provocación han hecho que esta noche lo mejor estuviera más allá del escenario: en ese arco con el que el espacio escénico de Caparra recuerda al de Vicenza y en ese cielo extremeño en el que las estrellas eran hoy las diosas más interesantes.    

sábado, 4 de agosto de 2018

Miguel de Molina al desnudo

de Ángel Ruiz. Dirección: Félix Estaire.
producción: Lazona.
con Ángel Ruiz y César Belda.

4 de julio de 2018. Centro Niemeyer, Avilés.
95’ aprox.

Miguel de Molina sale de nuevo al escenario para repasar su vida ante nosotros. Su público somos unos periodistas curiosos y también morbosos. Acompañado solo por un pianista irá evocando su pasión por cantar. Su infancia malagueña. Su paso por Sevilla y por Granada antes de dominar la copla como nadie en Madrid. Sus conciertos durante la guerra y también el terrible paseíllo que le dieron aquellos canallas que lo sacaron una noche del Pavón. Luego vino la prohibición de actuar en España, el exilio y el apoyo de Evita que le hizo quedarse para siempre en Buenos Aires. El viejo Miguel nos dice que allí nos espera cuando queramos visitarlo en La Chacarita. Todo nos lo va contando con ironía y con emoción. También se le escapan algunas canciones. Y entonces no sabemos si estamos en Avilés o en algún teatro madrileño o porteño hace muchos, muchísimos años.
 
Esta noche no ha venido al Niemeyer Ángel Ruiz. Quien estaba ante nosotros era Miguel de Molina. Nadie lo imitaba ni lo interpretaba, porque el artista homosexual y exiliado se ha reencarnado en este magnífico actor para contarnos su vida y cantarnos sus canciones. En su forma de hablar se le nota que es inevitable y orgullosamente andaluz y porteño. Y en su elegancia amanerada se le notan también sus querencias artísticas y vitales. No hay en él ningún exhibicionismo. Si acaso el de saberse único y cautivador con su voz y con sus gestos. Durante hora y media responde sin recato a preguntas que no oímos y que nunca le incomodan. Porque de nada tiene que avergonzarse este cantante memorable. Si acaso podría hacerlo de haber nacido en un país que le obligó al exilio. Hoy Miguel de Molina ha vuelto a España. Dicen que es un tal Ángel Ruiz quien lo interpreta. Pero yo sé que no. Si acaso le ha prestado el cuerpo para que el artista lo habite con su duende.

jueves, 2 de agosto de 2018

Mestiza

de Julieta Soria. Dirección: Yayo Cáceres. Asesor de dramaturgia: Álvaro Tato.
Emilia Yagüe Producciones.
con Gloria Muñoz, Julián Ortega, Manuel Lavandera, Silvina Tabbush.

2 de agosto de 2018. Conventual de San Benito, Alcántara. 34º Festival de Teatro Clásico. 80’ aprox.


Un joven Tirso de Molina visita con mucho interés a Francisca, la hija de Pizarro y de la princesa Quispe Sisa. Ella vive retirada en su jardín de Madrid y él quiere escribir sobre su vida. Las evocaciones de la mujer son del mayor interés para este joven ilusionado. Después de muchos años Tirso de Molina escribirá la Trilogía de los Pizarro. Pero apenas dirá nada de lo que aquella mujer le contó.

Julieta Soria escribe con lucidez y alegre ternura un diálogo imaginado entre el joven Tirso y la noble mestiza. Un encuentro posible que nos habla del Perú inca y de la España del siglo XVI. De América y de nuestra lengua. Y de los entrañables extrañamientos de quienes quieren a las dos. Mestiza también nos habla de esas hibridaciones involuntarias que acaban siendo tan fructíferas. De los encuentros entre las culturas, las generaciones y los sexos. De todo eso trata esta obra que no puede ocultar sus deliciosos aires ronlaleros. Por lo alegre. Por lo amigable. Por lo mucho que reivindica nuestra lengua y nuestra(s) historia(s). Así que disfrutarla frente a la galería de Carlos V en la Conventual de San Benito en la primera noche de esta edición del Festival de Alcántara es un lujo impagable. Sobre todo porque esta Mestiza lúcida, irónica y tierna está interpretada por una Gloria Muñoz magnífica que cautiva con su voz y con su gesto y por un Julián Ortega que también está perfecto en el papel de ese joven Tirso fascinado con aquella mujer madura que quizá se sabía la primera iberoamericana en Madrid. Al buen texto de Julieta Soria le acompaña la mano maestra de Yayo Cáceres (y de Alvaro Tato) y eso se nota. Ya digo, aunque no lleve su marca, esta Mestiza es de cepa ronlalera. Y por si eso fuera poco, los dos magníficos intérpretes tienen al pie del escenario el apoyo de dos músicos impresionanes. El que toca la guitarra es Manuel Lavandera y la hermosísima voz que canta es la de Silvina Tabbush. Los dos forman Madre Tierra, un duo magnífico que esta noche le han puesto aún más emoción y más alma mestiza a esta obra que entre otras cosas nos habla de lo mejor que tiene ser español: poder sentirse también americano.