Mostrando entradas con la etiqueta Carmen Ruiz. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Carmen Ruiz. Mostrar todas las entradas

viernes, 18 de enero de 2019

7 años

idea original de José Cabeza. Version y dirección: Daniel Veronese.
producción: Producciones Teatrales Contemporáneas.
con Juan Carlos Vellido, Daniel Pérez Prada,Eloy Azorín, Carmen Ruiz y Miguel Rellán.

18 de enero de 2019. Centro Niemeyer, Avilés. 80’ aprox.

Cuatro socios de una empresa tienen un grave problema con Hacienda. El delito que han cometido es grave y está penado con siete años de cárcel. Antes de que el lunes llegue la policía a detenerlos, uno de ellos podría asumir toda la culpa y entrar solo él en la cárcel. Pero decidir quién lo haría no les resulta fácil. Por eso han contratado a un medidador que les ayude.

El dilema es muy potente. Pone a prueba las relaciones entre los cuatro personajes y les obliga a enfrentar los conflictos entre la ética del merecimiento y la ética de las consecuencias. El quinto personaje sirve de contrapunto que objetiva y guía ese juego dramático. El texto tiene una estructura impecable y una cuidadísima atención a la verosimilitud del lenguaje. Veronese impone además un ritmo trepidante a las interacciones entre unos personajes que tienen la fortuna de estar encarnados por cinco actores soberbios. Todos clavan su carácter. Desde las presencias físicas y los ademanes hasta las maneras de enfrentarse al dilema tanto por la fuerza de sus discusiones como por la expresividad de sus silencios. Al parecer 7 años viene de las pantallas y fue la primera incursión en España de esa perversa máquina de secuestrar al público y a los artistas que se llama Netflix. Hoy esta obra ha llenado el auditorio del Niemeyer y ha demostrado una vez más que salir de casa y compartir emociones es algo que los humanos venimos haciendo con mucho agrado desde hace más de dosmil años en los teatros y desde hace más de un siglo en los cines. Una forma de vivir la ciudad y de sentir el arte mucho más gratificante y más humana que la aceptación acrítica de esa invitación diabólica a la vida monádica que nos ofrecen esos secuestradores de historias y de vidas que merecerían bastante más que siete años de condena.

sábado, 3 de marzo de 2018

La cantante calva

de Eugène Ionesco. Versión: Natalia Menéndez. Dirección: Luis Luque
producción: Pentación espectáculos y Teatro Español.
con Adriana Ozores, Fernando Tejero, Joaquín Climent, Carmen Ruiz, Javier Pereira y Helena Lanza.

3 de marzo de 2018. Centro Niemeyer, Avilés. 80’ aprox.

El señor y la señora Smith reciben. El señor y la señora Martin llegan. Hay también una sirvienta. Y un bombero buscando incendios. Todo muy inglés. Muy cotidiano. Y muy absurdo.

En el programa de mano se recuerda que Ionesco quedó bastante extrañado con las risas del público durante el estreno. A mi también me han sorprendido algunas que ha habido esta noche. Al explorar los automatismos del lenguaje y los límites de los usos sociales Ionesco hacía de forense de lo cotidiano. Así que los diálogos espasmódicos y las logorreas sincopadas de los personajes de La cantante calva tienen algo de autopsia, de retrato descarnado (como los cuadros de Francis Bacon) del mundo cotidiano. En España Tip y Coll hacían algo de eso y daban mucha risa. Pero lo mejor de aquella pareja no era que hacían reír sino que hacían pensar. El extrañamiento al que Ionesco somete al lenguaje puede parecer chocante e, igual que ellos, mover a risa. Pero su principal intención es más bien decaparlo, retirar sus letanías y mostrar qué se oculta tras el encadenamiento de las palabras. En La cantante calva ese ejercicio es brillante, pero será mucho más intencionado en obras como El rey se muere y, sobre todo, en Rinoceronte. De esta última vimos hace tres años una versión magnífica de Ernesto Caballero en el María Guerrero. La de La cantante calva de Luis Luque es también memorable. La puesta en escena es impecable con un espacio tan bien definido por ese punto de fuga radical en la puerta lejana, esa bandera británica que hace de telón transparente y esa esfera ocular que puede convertirse en reloj o en la mismísima reina de Inglaterra que nos despide al final. También los seis actores han estado magníficos componiento ese entramado discursivo dislocado que les exige una gran complicidad para expresar de modo coral las incoherencias y metacoherencias de sus personajes. Así que el intenso aplauso del público que esta noche volvió a llenar el Niemeyer fue más que merecido.

Texto