jueves, 24 de octubre de 2019

Los hijos

de Lucy Kirkwood. Versión y dirección: David Serrano. 
una producción de Producciones Teatrales Contemporáneas.
con Adriana Ozores, Susi Sánchez y Joaquín Climent.

24 de octubre de 2019. Teatro Palacio Valdés, Avilés. 80’ aprox. Estreno absoluto.

Hazel y Robin viven en una cabaña fuera de la zona de exclusión. Ellos fueron algunos de los científicos que participaron en el diseño de la central nuclear. Tras el desastre tuvieron que dejar su casa y ahora malviven a unos kilómetros de allí. En la central solo siguen unos científicos jóvenes que están intentando paliar los daños. La llegada de Rose desestabiliza sus vidas. Es una vieja amiga que fue algo más para él. Ahora les propone que asuman la responsabilidad que su generación tiene para con la de sus hijos.

La apariencia de distopía relativa (aunque no se nombra, Fukushima es el referente) y la cercanía de la magnífica Copenhague hace que vaya a la obra esperándo más calado conceptual sobre los temas relacionados con la ciencia, la ética y el riesgo. Pero las reacciones nucleares de las que trata Los hijos no son solo las que suministraban energía a un mundo que nunca controló los riesgos, también son las de ese núcleo sentimental formado por un hombre y dos mujeres que durante años mantuvieron un equilibrio inestable. Así que, aunque los dos universos paralelos de la historia parecen separados, el trenzado que Lucy Kirkwood consigue entre ambos es sutil y muy potente. De hecho, el elemento común que da título a la obra hace referencia por igual a los hijos de la pareja, a los que Rose podría haber tenido y a esa  generación que sufrirá las consecuencias de lo que sus padres hicieron. La sencillez de una historia que transcurre en tiempo real es aún más interesante por la maestría con que la autora retrata, sin ajustar cuentas y sin subrayados innecesarios, las maneras de vivir de esa generación de ya tiene más de sesenta años. Pero no solo está en el texto de Lucy Kirkwood el interés de Los hijos. David Serrano ha sabido aprovechar muy bien el naturalismo de los diálogos dándoles un ritmo casi chejoviana con el que parece que no pasa nada mientras está pasando tanto. Y todo en un entorno escenográfico simple pero muy sugerente que es a la vez cabaña, esqueleto doméstico y mundo subterráneo. La casa parece flotar en un mundo a la deriva con esa estructura simétrica que subraya la inversión de valores tras el desastre y con unos espacios semitransparentes que facilitan diálogos mutantes. Los hijos está llena de metáforas y no es la menor ese fuera de campo que tiene lugar arriba, en el lugar invisible de esa conversación que intuimos crucial entre el padre y la hija, entre dos generaciones con responsabilidades asimétricas y daños mal repartidos. Así que un texto solo aparentemente simple, una escenografía magníficamente estructurada y una  iluminación muy sugerente y atinada alcanzan en esta obra una armonía sobresaliente. También porque Joaquín Climent, Adriana Ozores y Susi Sánchez están perfectos dando forma a este triángulo nuclear tan inestable.

sábado, 12 de octubre de 2019

Why?

texto y dirección: Peter Brook y Marie-Hélène Estienne.
Producción: C.I.C.T. - Téâtre des Bouffes du Nord.
con Hayley Carmichael, Kathryn Hunter, Marcello Magni y Laurie Blundell.

12 de octubre de 2019. Fábrica de Armas de la Vega, Oviedo. 70 aprox.


¿Por qué el teatro? ¿Es un regalo de Dios? ¿Una pasión que a algunos les ha costado la vida? Sobre una gran alfombra tres actores se hacen preguntas como estas y ofrecen algunas respuestas que empiezan con la divina creación del teatro y terminan con la muerte de Meyerhold, uno de los directores más  innovadores y comprometidos de su historia. 

El Premio Princesa de Asturias de las Artes a Peter Brook nos ha dado la oportunidad de tener en Oviedo su última obra. Solo se ha visto hasta ahora en París y en Nueva York así que las funciones de hoy y mañana son un lujo inesperado. Why? es una magnífica reflexión a tres voces sobre el teatro que en su divertido primer tramo parece sintetizar la perspectiva desde la que Peter Brook escribe sus libros. En la parte final se reivindica la figura de Meyerhold, ejemplificando así el interés del autor por homenajear a esos hombres notables a los que el teatro (y casi la vida) les debe tanto. Tres actores de negro nos muestran las singularidades de este arte en el que se cuestiona una y otra vez el lugar desde el que se mira (es decir, el significado de su nombre). Stanislavsky, Meyerhold y, en fuera de campo, el propio Brook son las referencias fundamentales de una obra que resultará gratísima a quien no haya ido nunca a un teatro (esta noche se notaba -a veces para mal- que había algunos de estos entre el público) y que es también muy inspiradora para quienes tienen querencias metateatrales. Así que, entre la lectura de sus libros y la oportunidad que tendremos el próximo martes de ver a Peter Brook en el Palacio Valdés, ha sido impagable (y gratuita, como todas las actividades que organiza la Fundación) esta oportunidad de reflexionar sobre algunos porqués del teatro en el espacio vacío de esta fábrica que seguramente no habrá tenido nunca mejor uso que el de esta noche.

sábado, 5 de octubre de 2019

Las cosas extraordinarias

de Duncan Macmillan. Dirección: Pau Roca.
Producción: El Terrat y Sixto Paz
con Brays Efe.

5 de octubre de 2019. Centro Niemeyer (escenadrio del auditorio), Avilés. 60 aprox. Ciclo Off-Niemeyer.


En un espacio sin cuarta pared Brays Efe va contando con nosotros para contar esta historia. De hecho, antes de comenzar, va dando en un papel un número distinto a muchos de los asistentes para que cuando él lo diga alguien lea en voz alta el texto que lo acompaña. Es una larga lista de cosas deliciosas que el protagonista de esta historia ha escrito en varios tiempos. El de una infancia y una juventud marcadas por la angustia  y el temor de perder a su madre. Es un relado conmovedor en primerísima persona en el que el actor y el personaje se confunden. Y también una historia íntima y entrañable contada con muchas voces. También las nuestras.

Una experiencia memorable en este cuadrilátero delicioso que hoy formamos en el espacio vacío del auditorio. Si el teatro es oscuridad y silencio porque siempre nace de ellos, ningún lugar más apropiado que ese escenario cerrado para crear la intimidad que necesita una historia que, con los mismos mimbres, ha de ser distinta en cada función simplemente porque el público lo es. Las listas son material muy sensible. Hace tres años pudimos comprobarlo en el Lliure de Barcelona con una Laia Marull magnífica en La llista, aquel estremecedor monólogo de Jennifer Tremblay. Las listas de Duncan Macmillan y Brays Efe (imposible imaginar que ese texto, tan apropiado, no sea también del actor) están hechas asimismo desde la amargura y el dolor, pero destilan mucha ternura y muchísima esperanza. Y eso se nota en la atmósfera que se va creando en este cuadrilátero iluminado en medio de la oscuridad que está en las antípodas de cualquier pugilato. Desde que Brays Efe dice el primer número de la lista y una voz entre el público expresa el sentimiento que lo acompaña, se inicia el relato cautivador de una vida que va aprendindo a distinguir y apreciar los retales con que se va hilvanando la felicidad. Ese repaso empieza en la infancia, en aquel día doloroso en que la madre del protagonista intentó suicidarse. Luego seguirá en la adolescencia, una edad en la que se gestiona bastante peor el dolor cuando la sombra de la pérdida vuelve a proyectarse. Y terminará más allá de ese momento de plenitud en que el amor puede encontrarse al cruzar unas miradas en una biblioteca. En este viaje biográfico a través de unas listas escritas para la consolación compartida, Brays Efe nos hace acompañarlo como espectros de su historia. Muchos, leyendo esos textos que son mucho más que letanías sobre las edades de un hombre. Otros encarnando en medio del cuadrilátero a algunos de seres que él va evocando: la veterinaria que le enseñó de niño a aceptar la pérdida de su perro, el padre que respondía paciente en el coche a sus porqués en aquel día trágico de su infancia o que en el de su boda le planteaba otros de los que no esperaba respuesta, la psicóloga que con un calcetín con forma de perro sanaba con solo escucharlas las heridas de su corazón, la profesora que le hizo leer (y despreciar) ese alegato a favor del suicidio que era el Werther de Goethe, el joven del que se enamoró en una biblioteca y que intercambiando libros y compartiendo su lista hizo que fuera Leo el nombre de su primer gran amor... La madre queda en fuera de campo pero la lista siempre apunta hacia ella. Hacia el deseo de compartir con ella la esperanza y la ilusión de vivir. Y aunque al final esa lista conmovedora ya no pueda ayudarla, lo cierto es que esa enumeración de las miles de razones que un ser humano tiene para desear vivir deja un sabor a esperanza compartida en este teatro que ha sido esta noche más comunión que nunca. La comunión que todos hemos sentido con este actor que no ha dejado de serlo mientras compartía con nosotros su personaje. La que algunos vivimos al acompañarlo en medio del cuadrilátero convertidos en algunos de sus personajes  (yo fui por unos momentos su padre). La que hizo coral esa lista que desde estas gradas íntimas se fue repasando a muchas voces. Y la que todos sentíamos en esta noche magnífica en que las sonrisas, la ternura y la empatía seguían manteniendo una perfecta comunión a la salida.