sábado, 30 de junio de 2018

Islandia

de Lluïsa Cunillé. Dirección: Xavier Albertí.
Producción: Teatre Nacional de Catalunya.
con Joan Anguera, Lurdes Barba, Paula Blanco, Juan Codina, Oriol Genís, Jordi Oriol, Albert Pérez, Albert Prat, Lucía Quintana y Abel Rodríguez.

30 de junio de 2018. Teatro María Guerrero, Madrid. 120’ aprox.

Un islandés quisiera ir a Nueva York para estar con su madre. Tras despertar en compañía de una joven se ve a si mismo emprendiendo ese viaje como si tuviera quince años. Nosotros veremos al adolescente que encuentra en Wall Street, en Harlem y en el Bronx a distintos seres desamparados en un mundo terrible.

Escenas sucesivas de tristeza creciente. La del despertar una mañana en Reikiavik de un hombre al que le fue bien antes de la crisis. Y las del despertar a la vida en Nueva York de un joven que va descubriendo el mundo inhóspito en el que vive su madre. El texto tiene la sobriedad justa para que los diálogos sean evocadores sin dejar de ser realistas. La puesta en escena consigue que nos sintamos sucesivamente en una habitación islandesa, en un tren de Nueva York, en el puesto callejero de una mujer posiblemente desahuciada o al lado de un pobre hombre que vende hamburguesas. Las interpretaciones son perfectas y de maneras clásicas. Justo las que le convienen a este drama urbano que comienza en Reikiavik y termina en Manhattan. Islandia nos habla de los efectos particulares de las crisis globales. Y lo hace con las formas de un teatro catalán sobrio y rotundo que parece inspirado en la mejor tradición americana.


viernes, 29 de junio de 2018

SYD. Efectos que dejan de ser especiales con el tiempo

texto: Fernando Epelde. Dirección: Dolores Garayalde.
lectura dramatizada organizada en colaboración por Plataforma de Directores Emergentes en Emergencia, Contexto Teatral y El Pavón Teatro Kamikaze
interpretación: Roberto Iglesias, Belén Lázaro, Ángel Mauri, Laura Jabois y Jorge del Río

29 de junio de 2018. El Pavón Teatro Kamikaze (ambigú), Madrid. 60’ aprox.



Un hombre mayor habla con sus médicos mientras ellos inspeccionan su cerebro. Él era un artesano que creaba efectos especiales para el cine. Ahora la productora quiere hacer una nueva versión actualizada de una de sus películas. Con efectos más actuales. Y a cargo de su hija.

Asistimos a una nueva experiencia en el Pavón Kamikaze. Se trata de Las funciones por hacer, una iniciativa que quincenalmente se organiza en el ambigú y que consiste en lecturas dramatizadas de textos aún no representados. Esta tarde ha sido el de Fernando Epelde que incluye ironías sobre las relaciones familiares, elementos un tanto gore y también referencias interesantes sobre el paso del tiempo en la obra cinematográfica y su posible traslación al teatro. Igual que en la exposición de los bocetos de Rubens en el museo del Prado, esta tarde hemos encontrado en el Pavón bastante más de lo esperado. Veníamos con la idea de asistir a una lectura entonada de varios actores sentados y nos encontramos con que efectivamente leen, pero también interactúan. Dolores Garayalde ha creado ambientes y ha incluido elementos escenográficos que nos hacen fácil imaginar posibilidades para la puesta en escena de la obra. Sin duda, será un reto difícil, al menos con un presupuesto contenido. De hecho, no sé si SYD llegará a montarse alguna vez, pero está claro que ya ha conseguido tener más realidad teatral que la propia de un texto.

sábado, 16 de junio de 2018

El mercader de Venecia

de William Shakespeare. Dirección: Brendan O'Hea.
producción: Shakespeare Globe Theatre.
con Luke Brady, Steffan Cennydd, Cynthia Emeagi, Sarah Finigan,  Colm Gormley, Russell Layton, Rhianna McGreevy y Jacqueline Phillips.

16 de junio de 2018. Centro Niemeyer, Avilés. 135’ aprox. (con descanso)

Bassanio superará la prueba de los tres cofres para casarse con su amada Porcia. Pero su amigo Antonio, que por ayudarle contrajo una deuda que ahora no puede pagar, tendrá que cumplir la condición que pactó con Shylock: darle una libra de su propia carne. Finalmente será el judío quien saldrá malparado.

Hemos visto El mercader de Venecia, pero por las mismas podríamos haber visto La fierecilla domada o Noche de Reyes. La intensidad de la ovación del público en la votación previa a la representación inclinó la balanza hacia esta historia que, por ser de quien es, no recibe objeciones sobre su incorrección política en el tratamiento del personaje judío. Por el Centro Niemeyer ya ha pasado muchas veces Shakespeare y, en varias ocasiones, de la mano de los mejores teatreros londinenses. Antes de que su auditorio estuviera disponible, este centro cultural puso bien alto el nivel de su vocación internacional trayendo al Palacio Valdés en 2010 y 2011 los montajes que hizo Sam Mendes para el Old Vic de La tempestad y de Ricardo III (este último interpretado nada menos que por Kevin Spacey). El año pasado fueron los de Cheek by Jowl los que nos trajeron un Cuento de invierno magnífico y ahora nos llega, desde el templo shakespeariano en la orilla misma del Támesis, esta propuesta triple (que también pasará por Bilbao y por Madrid) que deja decidir al público la obra que se representa. Con una iluminación plana y manteniendo encedida la luz del patio de butacas (quizá para que no sea tan grande la diferencia con el ambiente del Globe), la  escenografía se limita a un dispositivo estático y reducido que forman unos tablones y unos andamios para generar un espacio polivalente que los actores no tienen problema en abandonar bajando de cuando en cuando al patio de butacas. Con frecuentes intervenciones frontales, los ocho actores proyectan bien sus voces de modo que consiguen hacerse con todo el espacio sin que nadie eche de menos ninguna amplificación.  Por lo demás, se nota que el montaje está pensado para un lugar abierto con un público entregado. El espacio londinense nada tiene que ver con este (ni tampoco con las salas del Canal ni con el teatro Campos Eliseos) y eso se nota en una representación que se hace grata pero que está bastante lejos de las noches que sus compatriotas nos han deparado aquí. Eso sí, la entrega del público (había muchos teatreros pero también muchos anglófilos) ha sido incondicional, seguramente porque han podido recibir la esperada, pero poco sorprendente, comunión shakespeariana. Ojalá que también se llene este auditorio dentro de un mes para ver ese Macbeth que, tras pasar por Almagro, nos traerán los del Teatro Colón de Bogotá y La Compañía Estable. Ya tengo ganas de ver cómo suenan aquí las tremendas palabras de ese Shakespeare mayor pronunciadas con el bellísimo acento de los colombianos.

sábado, 2 de junio de 2018

La voz dormida

de Dulce Chacón. Adaptación: Cayetana Cabezas. Dirección: Julián Fuentes Reta.
producción: Salvador Collado.
con Laura Toledo.

2 de junio de 2018. Centro Niemeyer (Club), Avilés. 70’ aprox. Ciclo Off-Niemeyer
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A Pepita le hace bien hablar con su hermana Hortensia mientras cose. Como si aún estuviera viva, como si no la hubieran fusilado. También la vemos evocando lo que les pasó tras la guerra. A su hermana en la cárcel, a ella en Madrid y a los hombres que se echaron al monte.

Laura Toledo está impresionante en esta adaptación teatral que convierte en soliloquio múltiple el relato también fragmentario de la magnífica novela de Dulce Chacón. La oralidad femenina y doliente que hacía tan entrañable y triste aquel relato sigue presente en esta adaptación escénica que cuenta con una actriz capaz de llenar de verdad y emoción esas palabras meridionales. A Laura Toledo le ha tenido que llegar de casa ese lenguaje y esa forma de estar en la vida tan característicos de una mujer de posguerra. Solo así se explica que pueda aportar tanta verdad a su personaje. Por lo demás, la puesta en escena es sencilla pero muy pertinente con esos hilos radiales (y familiares) que llegan (o salen) de una máquina de coser que al final ella misma descompone para componer un homenaje emotivo a una memoria histórica que aún sigue pendiente de ser recuperada en tantas cunetas españolas. También ha sido muy acertada esa presencia masculina silente que aún subraya más las ausencias con las que ella habla y por las que ella sufre. En el día en que por primera vez un presidente español ha prometido su cargo sin tener un crucifijo delante, ha sido especialmente emocionante ver esta obra. Y también ese epílogo en el que Laura Toledo se ha puesto una camiseta negra con tres palabras impresas: pasado, presente, futuro.