viernes, 17 de mayo de 2019

¿Quién es el señor Schmitt?

de Sébastien Thiéry. Versión y dirección: Sergio Peris-Mencheta.
una producción de Barco Pirata Producciones Teatrales.
con Javier Gutiérrez, Cristina Castaño, Xabier Murua, Quique Fernández y Armando Buika.

17 de mayo de 2019. Centro Niemeyer, Avilés. 90’ aprox.

Cuando el matrimonio Carnero se dispone a cenar suena un teléfono, pero ellos no tienen teléfono. Al otro lado de la línea alguien pregunta por el señor Schmitt, pero él no es el señor Schmitt. Algo raro está pasando en su casa porque algunos cuadros han cambiado, en la estantería hay libros que no son suyos y en el armario hay ropa que tampoco es de él. Extraños en su propia casa deciden salir de ella, pero su llave no abre la cerradura. Un policía y un psiquiatra vienen una y otra vez para averiguar quiénes son ellos. También viene el hijo negro del Señor Schmitt. Así que quizá, aunque no lo sepa, él sea el señor Schmitt.

Jardiel y Buñuel podrían haber inspirado a Sébastien Thiéry. El resultado apunta a Ionesco pero al escorar hacia el thriller, el absurdo se modera. Y es una lástima porque, además de la excelente sintonía y compenetración entre los actores y de la estupenda versión y oportuna puesta en escena de Peris-Mencheta, esas derivas por territorios próximos al mundo de Ionesco es lo que más me ha interesado de una obra que al público le ha hecho muchísima gracia (quizá porque ha querido encontrar el registro cómico propio del Javier Gutiérrez televisivo o porque le ha parecido muy divertida la curiosa pareja que él hace con Cristina Castaño). Lo cierto es que tantas risas a mi alrededor me han distanciado un poco de una historia en la que me gustaban más las maneras surrealistas que las gracietas que otros han querido ver en las cuitas de este matrimonio extraño que entró en el pánico más radical: el del extrañamiento.  

sábado, 11 de mayo de 2019

El hambre

de Renato Gabrielli. Dirección: Ignasi Vidal.
Producción de Jeloudoli
con Juanma Lara y Roberta Pasquinucci.

11 de mayo de 2019. Centro Niemeyer (Club), Avilés. 75 aprox. Ciclo Off-Niemeyer.


Un hombre entra en un bar en el que tiene una cita con una mujer que no conoce. Ella es una hermosa joven de extrema izquierda que parece estar al tanto de su secreto. Él no acepta su ofrecimiento porque lo considera morboso y en su hobby ya no quiere más mujeres. Ella insiste y cambia de rol en el juego ofreciéndole el cuerpo de ese camarero fascista que durante la conversación le ha estado sirviendo cócteles y aperitivos.

El hambre comienza y termina con la cabeza iluminada del hombre compartiendo con nosotros un soliloquio perturbador sobre lo que está dentro y lo que está fuera, sobre la realidad y la ilusión y quizá también sobre el hambre y el amor. En medio, un prodigio de texto, de dirección y de interpretación entre dos personajes que se encuentran para compartir (u ocultar) una intensa pasión. Aquí se habla del hambre y del deseo, del radicalismo (gastronómico o político) y de la elegancia con que se debe desarrollar cualquier pasión. Por eso ella desprecia a ese camarero que no vemos aunque está de cuerpo presente. Por eso él oculta lo que está más allá de sus libros de filología románica. La compenetración entre Juanma Lara y Roberta Pasquinucci es tan perfecta que parece imposible que esta sea una noche de estreno. Así consiguen que los requiebros entre sus personajes (ella como admiradora activa que se ofrece al caníbal, él como hombre tímido que se resiste al asedio) oscilen en un registro impecable entre el morbo (más sexual que alimenticio) y el humor (bien entendido por un público que ha sabido disfrutarlo). El texto de Renato Gabriella es una joya inclasificable que consigue que esta historia inaudita sea aún más perturbadora encapsulada entre esos pensamientos que en el prólogo y el epílogo subrayan la ilusión, en el polisémico sentido de la palabra. La dirección de Ignasi Vidal es tan perfecta que consigue hacernos disfrutar lo indecible con la sencillez aparente de la complicadísima forma en que sus personajes glosan para nosotros sus acciones y nos van comentando sus pensamientos en un prodigio de ajuste entre dos actores conjuntadísimos. A Ignasi Vidal tenemos la fortuna de conocerlo bien Avilés en sus facetas de autor, director y actor (Dignidad, El plan, El cíclope y otras rarezas del amor). De hecho, este es su segundo estreno en el Niemeyer y una vez más comprobamos que es uno de los más grandes del nuevo teatro español. Un autor y director de historias que nunca son obvias y en las que lo irónico, lo hiperrealista, lo sórdido y lo poético se conjugan de una manera singularísima y cautivadora que nunca deja indemne al espectador y que siempre exije lo máximo de sus actores. Pero es que Ignasi ofrece siempre verdadero teatro. Por eso nos gusta tanto lo que hace.

viernes, 10 de mayo de 2019

Moby Dick

texto de Juan Cabestany basado en la novela de Herman Melville. Dirección: Andrés Lima. 
Producción de Focus
con José María Pou, Jacob Torres y Oscar Kapoya
 
10 de mayo de 2019. Teatro Palacio Valdés, Avilés. 80’ aprox.

El capitan Ahab se embarca de nuevo para ajustar cuentas con su contrincante de los mares. La obsesión por encontrar y dar muerte a Moby Dick preside un viaje que no tendrá nada de iniciático pero sí de existencial. El capitán sueña una y otra vez con su muerte. Y al final la podrá mirar de frente en el ojo de la gran ballena blanca.

Por este escenario han pasado dos cojos memorables: el Ricardo III de Kevin Spacey y este Ahab que nos trae José María Pou. Hace año y medio nos hablaba de este proyecto en aquella tarde inolvidable en que conversando con él y con Mario Gas celebrabamos los veinticinco años de la recuperación de este teatro. Ahora está a punto de dejar su periplo escénico con esta exigente ballena y prepararse para convertirse pronto en el Cicerón que estrenará, otra vez con Mario Gas, en el festival de Mérida. La puesta en escena de Andrés Lima es espectacular y nos hace sentir el mareo de estar dentro del barco en medio de una tormenta o ser casi engullidos por la ballena en el tramo final. También es muy meritorio el trabajo de Juan Cavestany al convertir en texto teatral una historia que en la novela tiene más de setecientas páginas. El drama existencial del capitan Ahab y el horizonte especular y monoteista de ese ojo inmenso con mirada humana que Andrés Lima pone al cetáceo consiguen hacer rotunda una historia que, sin embargo, no llega a conmoverme. Quizá el peso del Moby Dick juvenil y el rechazo que me produce pensar en aquella industria que hace siglo y medio hacía de la grasa de las ballenas combustible para el alumbrado, hacen que no me emocione esta reivindicación de una subjetividad heróica que José María Pou encarna en un registro intensísimo (que aquí es casi un monólogo) muy bien acompañado por Jacob Torres y Oscar Kapoya. Entre sus trabajos recientes me quedo con otros más contenidos como el Sócrates que vimos en Mérida, en el que le acompañaba el gran Carles Canut, o el magnífico Edward que interpretó espléndidamente en aquel conmovedor A cielo abierto de David Hare que él también tradujo y dirigió. Ya tengo ganas de verlo interpretando a Cicerón, un personaje que seguramente le irá muy bien a este magnífico actor que es también un tipo estupendo del que no me pierdo sus artículos semanales en El Periódico y con el que coincido en muchas cosas. Sin ir más lejos, en su opinión sobre el último libro de Marcos Ordóñez (Una cierta edad).

miércoles, 8 de mayo de 2019

Dados

Autor y director: José Padilla. 
Una producción del Ventrículo Veloz
con Almudena Puyo y Juan Blanco
 

8 de mayo de 2019. Teatro Palacio Valdés, Avilés. 55’ aprox.

Un chico entra de repente en la tienda desde la que otro graba y difunde programas sobre juegos de rol. Los dos son muy diferentes pero también tienen muchas cosas en común. De hecho, X e Y (o Lourdes y Luis) son la misma persona hablándose desde distintas edades.

Hace unas semanas llevamos a medio instituto al Palacio Valdés a ver Playoff dentro de esa estupenda iniciativa municipal que es Aulas a Escena. Hoy ha ido el otro medio para asistir a este intenso diálogo entre dos tiempos (y dos géneros) de la misma persona. Dados tiene muchos más matices que los derivados de su nítida defensa de la diversidad LGBTI. Y Juan Blanco y Almudena Puyo consiguen mostrarlos en este pugilato que en cierto modo también es un monólogo a dos voces desde distintas edades. Como otras veces, después de la obra hubo un interesante coloquio que seguramente dio aún más que pensar a los cientos de adolescentes que esta mañana han disfrutado de buen teatro en el mejor lugar.