viernes, 25 de marzo de 2022

Los Pazos de Ulloa

de Emilia Pardo Bazán. Adaptación: Eduardo Galán. Dirección: Helena Pimenta.
una producción de Secuencia 3, La Villarroel, Olymplia Metropolitana y Saga Producciones.
con Pere Ponce, Ariana Martínez, Marcial Álvarez, Francesc Galcerán, Esther Isla y David Huertas.

25 de marzo de 2022. Centro Niemeyer (auditorio), Avilés. 95’ aprox.

Don Julián es un cura tímido que llega a un pazo remoto para ayudar en la gestión de la hacienda de don Pedro, el marqués de Ulloa, que vive allí como un sátrapa al que ayuda Primitivo, un  canalla con el que tiene mucha complicidad. Don Pedro tiene un hijo con Sabel, la hija de Primitivo, al que los dos maltratan sin compasión. Por recomendación de don Julián, el marqués va a Santiago a buscar esposa y vuelve casado con Nucha, una de sus primas. Con ella tendrá una hija pero no un heredero como él quería.

El mes pasado vimos en el Palacio Valdés Las cigarreras, una estupenda adaptación de La tribuna en la que Cándido Pazo tuvo el acierto de incluir a la propia escritora como mediadora entre las cigarreras y el público. Aquí es el  atribulado personaje del cura Julián el que al comienzo de la obra se dirige nosotros para relacionar su papel con el de don Fermín de Pas, planteándonos una comparación innecesaria entre la novela de Emilia Pardo Bazán y la de Clarín. No es un buen comienzo para una obra en la que parece que el empeño principal es que sepamos que los malos son muy malos y que someten a las mujeres de forma tan injusta como inexorable. Y por si no nos había quedado claro, al final de la obra don Julián le echa valor y se atreve a decirle a la cara a don Pedro que es un maltratador. De modo que las probables intenciones edificantes de la obra son tan naífs como convencional resulta su puesta en escena. De hecho, los malos son tan histriónicos y las víctimas (especialmente Nucha) tan propiciatorias que casi me han recordado a aquella Genoveva de Brabante, maltratada por Golo, que leí de niño en la colección Historias Selección de Bruguera (y creo que doña Emilia no tiene la culpa de eso). Ahora que lo pienso, aquella historia de Christoph von Schmid se parece sospechosamente a la de El animal de Hungría de Lope de Vega. Estaría bien indagar sobre ello.

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