de David Foster Wallace.
Producción: Pavón Teatro Kamikaze y Teatro Abadía.con Israel Elejalde.
25 de abril de 2020. Teatro de la Abadía (teatro confinado), Madrid (virtual). 30’ aprox.
Más que aprender a pensar, aprender en qué pensar. Aprender a reconocer y renunciar a la configuración por defecto que caracteriza la forma adulta de ver la realidad y de verse a uno mismo. Ese es el valor real de la educación y eso es algo que nada tiene que ver con el conocimiento. Porque de lo que se trata es de tomar conciencia de qué es lo real y lo esencial, aunque no lo veamos. Igual que los peces de la fábula que David Foster Wallace contó en 2005 a los graduados del Kenyon College, todos deberíamos recordar una y otra vez que esto es agua.
Sin palcos, ni plateas, ni proscenios. Sin hombros, ni peines, ni corbatas. A cuerpo limpio. Cara a cara. Casa a casa. Así nos hemos sentido esta tarde los treinta afortunados que hemos podido asistir a este encuentro con el inmenso Israel Elejalde que hoy nos mira a los ojos hasta que los suyos se llenan de lágrimas. El texto de David Foster Wallace es superlativo e imprescindible. Nos habla sobre la educación y sobre la vida y resulta aún más necesario en estos tiempos en que muchos, que solo usan la configuración por defecto, siguen hablando de repeticiones, de suspensos, de notas y de exámenes. Un actor comprometido y un autor lúcido nos han regalado la mejor lección del mundo. Una lección moral, escénica y vital. Porque es vital que este texto se lea una y otra vez (por eso lo enlazo abajo) y es vital que Israel Elejalde pueda regresar pronto a los escenarios que tienen hombros, peines y corbatas para volver a interpretarlo (qué hermosa palabra de nuestra lengua, con permiso de Peter Brook, me parece mucho más pertinente que to play). Y que lo pueda hacer ante plateas y palcos abarrotados de espectadores silentes y atencionales para los que la normalidad no necesita adjetivos. Como todo lo esencial. Como el agua... Gracias Israel. Por una vez la pantalla me ha parecido una cuarta pared. Y espero que nos volvamos a encontrar muy pronto a los dos lados de la cuarta pared de los teatros (la del Palacio Valdés, la del Niemeyer, la del Pavón Kamikaze...) Esas que, como el agua, no vemos pero nos hacen entenderlo todo.