de Florian Zeller. Dirección de Juan Carlos Fisher.
producción: Barco Pirata y Producciones Rokamboleskas.
con Aitana Sánchez-Gijón, Juan Carlos Vellido, Alex Villazán y Júlia Roch.
21 de junio de 2024. Teatro Palacio Valdés, Avilés. 80' aprox.
Aitana Sánchez-Gijón ya deambula por el escenario cuando llegamos a nuestras butacas. Antes de que se haga el oscuro la vemos como una mujer perdida. Luego sabremos qué le hace sufrir y nos daremos cuenta de que el desasosiego que nos provocan las variaciones con repetición de las primeras escenas también está en su cabeza. El tema es aquí distinto, pero, igual que en El padre, Florian Zaller consigue que sintamos como propia la confusión de la protagonista. Y es que en el mundo de esa madre se ha abierto una grieta. Primero parece que es la de la relación con el marido. Luego vemos que es más honda y tiene que ver con el abandono del hijo. Y finalmente intuimos que esa fisura disloca toda su realidad y compadecemos la desazón de esa mujer doliente. Aitana Sánchez-Gijón borda este personaje magnífico que se debate entre la voluntad de ser madre coraje y el dolor infinito por lo que ha perdido. Juan Carlos Vellido le da una réplica impecable y los dos están muy bien acompañados por Alex Villazán y Júlia Roch. Pero el trabajo de Aitana es memorable. Los cambios de registro, la convicción con que aborda unos diálogos obsesivos y perturbadores y su modo de estar en escena desde antes de que la historia comience hasta ese final con la grieta complemente abierta, nos confirman que tiene un don y una fuerza interpretativa insuperables. En los últimos años hemos disfrutado con trabajos escénicos suyos tan magníficos como Los cuentos de la peste, Medea, La belleza del marido y, por supuesto, Malvivir. Ahora vuelve a hacer un trabajo superlativo en el papel de La Madre. Por lo demás, lamentando la amplificación de las voces (por desgracia, cada vez más frecuente), no puedo dejar de destacar el magnífico trabajo de Juan Carlos Fisher planteando un escenario minimalista con un contundente bloque blanco en el que la grieta se convierte en relámpago en cada cambio de escena. Es una metáfora perfecta de lo que sucede en la mente de esta mujer y casi también en la nuestra. Porque La madre es un trallazo escénico, un dispositivo creativo lleno de emoción e inteligencia. Un nuevo lujo para quienes hoy hemos llenado el Palacio Valdés.