Cronistar producciones.
con Patricia Pérez.
31 de octubre de 2013. Teatro Palacio Valdés, Avilés. 120’ aprox. Ciclo "Hecho en Asturias". Estreno absoluto
Shirley Valentina está casada con Albino, el de la ratona. En su cocina habla a solas de su vida. A solas no, también con la pared. Así sabemos que una amiga la ha invitado a pasar unas vacaciones en Grecia. Y que piensa ir. En la segunda parte ya está en una playa griega, muy lejos de la cuenca. Y de Albino, con quien no piensa volver.
El asturiano ye mundial. Eso ha debido pensar Nacho Artime para trasladar al contexto astur su exitoso montaje de la magnífica obra de Willy Russell. No pude ver a Verónica Forqué defendiendo este monólogo, pero tengo las mejores referencias de aquel trabajo. Como las que puedo dar de Patricia Pérez, que hace una interpretación sobresaliente de un personaje que, además de un texto largo, intenso y sin respiros, tiene la dificultad de su carácter radicalmente local. La apuesta lingüística ha sido interesante y agradable. Da gusto oír hablar en asturiano, sobre todo en esa variante de las cuencas. Sin embargo, esta adaptación tan cercana y divertida tiene un problema importante del que Nacho Artime y Sául Fernández son conscientes. Cuando Shirley Valentina es solo un personaje de comedia tierna le va muy bien el registro asturiano. Pero cuando se convierte en sujeto reflexivo que mira su vida con distancia ese tono no sirve. Con ese lenguaje local no parece posible mostrar (en serio) un drama universal. Por eso le hacen hablar a ratos en perfecto castellano. Lo que no deja de ser también una reflexión sobre las limitaciones de las lenguas. Y el reconocimiento de que quizá el asturiano no ye tan mundial.
El asturiano ye mundial. Eso ha debido pensar Nacho Artime para trasladar al contexto astur su exitoso montaje de la magnífica obra de Willy Russell. No pude ver a Verónica Forqué defendiendo este monólogo, pero tengo las mejores referencias de aquel trabajo. Como las que puedo dar de Patricia Pérez, que hace una interpretación sobresaliente de un personaje que, además de un texto largo, intenso y sin respiros, tiene la dificultad de su carácter radicalmente local. La apuesta lingüística ha sido interesante y agradable. Da gusto oír hablar en asturiano, sobre todo en esa variante de las cuencas. Sin embargo, esta adaptación tan cercana y divertida tiene un problema importante del que Nacho Artime y Sául Fernández son conscientes. Cuando Shirley Valentina es solo un personaje de comedia tierna le va muy bien el registro asturiano. Pero cuando se convierte en sujeto reflexivo que mira su vida con distancia ese tono no sirve. Con ese lenguaje local no parece posible mostrar (en serio) un drama universal. Por eso le hacen hablar a ratos en perfecto castellano. Lo que no deja de ser también una reflexión sobre las limitaciones de las lenguas. Y el reconocimiento de que quizá el asturiano no ye tan mundial.