versión y dirección de Miguel del Arco a partir del original de Molière.
Kamikaze producciones.
con Israel Elejalde, Raúl Prieto,
Cristóbal Suárez, Bárbara Lennie, José Luis Martínez, Miriam Montilla, Manuela
Paso.18 de octubre de 2013. Teatro Palacio Valdés, Avilés. 105’ aprox. Estreno absoluto
Alcestes sufre con la hipocresía y la banalidad de quienes le rodean. Su sinceridad es disfuncional en un mundo en que la palmada y la puñalada en la espalda son intercambiables. Un callejón al lado de una fiesta es el escenario en el que su misantropía chocará con la manera en que los demás entienden la convivencia. Y el amor.
Tercer estreno seguido en el inicio de esta temporada teatral de Avilés. El más aplaudido por el público. La escenografía lo merece. También la dirección de unos actores que nos hacen sentir en los aledaños de una fiesta de esas gentes a las que hasta hace poco llamábamos yuppies. Un buen lugar para trasladar la mirada de Molière. Pero también arriesgado. Este Misántropo es la historia de un Sócrates desesperado que, en medio tantos sofistas, acaba perdiendo su amor platónico. Una tragedia cómica. O una comedia trágica. Cuando se sitúa entre ambas funciona muy bien. Pero no cuando escora hacia esa comicidad que tanto agrada al público más ingenuo. Ni cuando la deuda con Molière obliga al autor a subrayar el sufrimiento del personaje central. Su egocentrismo dramático se hace cansino. Lo que le pasa a este Alcestes en este callejón sin salida me recuerda a lo que sienten “los del palo” en medio de las fiestas. Javier Cercas ha hablado así de su propia adolescencia en su pueblo extremeño. Mientras los demás bailaban y disfrutaban, ellos los observaban apoyados en el palo. Con demasiado tiempo para pensar. Y para sufrir. La función por hacer, Veraneantes o La violación de Lucrecia (lamento no haber visto De ratones y hombres) demuestran que Miguel de Arco es un autor y un director excepcional. Pero Deseo o la aclamada Juicio a una zorra no me han sorprendido tanto. Tampoco este Misántropo que tiene excelentes momentos, pero también otros mejorables. Justamente aquellos en los que Miguel del Arco es menos fiel a si mismo y más a Molière. O a ese público que aplaude fuerte cuando se le hace reír sintiendo que la hipocresía está en los demás. ¿Seré algo misántropo?
Tercer estreno seguido en el inicio de esta temporada teatral de Avilés. El más aplaudido por el público. La escenografía lo merece. También la dirección de unos actores que nos hacen sentir en los aledaños de una fiesta de esas gentes a las que hasta hace poco llamábamos yuppies. Un buen lugar para trasladar la mirada de Molière. Pero también arriesgado. Este Misántropo es la historia de un Sócrates desesperado que, en medio tantos sofistas, acaba perdiendo su amor platónico. Una tragedia cómica. O una comedia trágica. Cuando se sitúa entre ambas funciona muy bien. Pero no cuando escora hacia esa comicidad que tanto agrada al público más ingenuo. Ni cuando la deuda con Molière obliga al autor a subrayar el sufrimiento del personaje central. Su egocentrismo dramático se hace cansino. Lo que le pasa a este Alcestes en este callejón sin salida me recuerda a lo que sienten “los del palo” en medio de las fiestas. Javier Cercas ha hablado así de su propia adolescencia en su pueblo extremeño. Mientras los demás bailaban y disfrutaban, ellos los observaban apoyados en el palo. Con demasiado tiempo para pensar. Y para sufrir. La función por hacer, Veraneantes o La violación de Lucrecia (lamento no haber visto De ratones y hombres) demuestran que Miguel de Arco es un autor y un director excepcional. Pero Deseo o la aclamada Juicio a una zorra no me han sorprendido tanto. Tampoco este Misántropo que tiene excelentes momentos, pero también otros mejorables. Justamente aquellos en los que Miguel del Arco es menos fiel a si mismo y más a Molière. O a ese público que aplaude fuerte cuando se le hace reír sintiendo que la hipocresía está en los demás. ¿Seré algo misántropo?