de Edward Albee. Dirección: Nelson Valente.
Producciones Teatrales Contemporáneas.
con Alicia Borrachero, Ben Temple, Manuela Velasco, Joan Bentallé, Cristina de Inza y Anna Moliner
23 de febrero de 2024. Teatro Palacio Valdés, Avilés. 130’ aprox. Estreno absoluto
Otra magnífica noche de estreno en el Palacio Valdés. El texto tiene casi sesenta años, pero sus atmósferas son tan intemporales como la forma en que una familia puede ser refugio acogedor o escenario de tedios, reproches y culpas. Edward Albee tiene el acierto de hacer del miedo existencial la clave de la llegada de Harry y Edna a la casa de Agnes y Tobías. Cuatro años antes de que Albee estrenara esta obra, Buñuel había dirigido El ángel exterminador. Así que bien podría haberse inspirado en el terror coral que en aquella película impedía a unos burgueses abandonar una casa para ese inexplicable miedo que hace huir de la suya a Harry y Edna. La dirección de Nelson Valente es acertadísima, con un espacio doméstico casi abstracto en el que un sofá, un sillón y un frecuentado aparador de alcoholes varios tienen como fondo una tela oscura que separa a esa familia de un mundo exterior ignoto y de unos cuartos muy disputados: el de ese matrimonio que duerme separado y el de esa hija sin habitación propia porque Harry y Edna ya la han tomado. Un delicado equilibrio compondría un díptico perfecto con El declive, una obra que también dirigió (y escribió) Nelson Valente y que pudimos disfrutar hace cinco años en este mismo escenario. Entre sus aciertos está la elección de un elenco que realiza un magnífico trabajo. Alicia Borrachero está poderosa en ese personaje que no decide nunca, pero lleva siempre el peso de todo. Con una gestualidad ajustadísima, Ben Temple está impecable en el papel del flemático Tobías, el contrapunto perfecto de Agnes, para el que son muy acertadas esas sutiles glosas irónicas sobre su anglodisglosia. Manuela Velasco consigue darle una fuerza singular al personaje de Claire, que carga con un odio recíproco hacia su hermana y una oscura relación con su cuñado en el pasado. Anna Moliner consigue hacer creíble algo tan difícil como llenar de debilidad adolescente al personaje treintañero de Julia. Por su parte, Cristina de Inza y Joan Bentallé encarnan de forma perfecta a esa pareja (en cierto modo simétrica de la de Agnes y Tobías) en la que Edna es la que decide y Harry quien levanta las anclas. Con ese matrimonio, además del inesperado elemento externo que dinamiza la historia, Albee nos ofrece una interesante reflexión sobre la lealtad y la culpa y sobre los derechos y deberes que comporta la amistad. Por lo demás, ha sido un gusto escuchar las voces de todos sin amplificar. Cada vez es menos frecuente en los teatros y eso nos recuerda que el verbo proyectar también formaba parte de las virtudes diferenciales del trabajo actoral.