del Ulises de James Joyce.
Versión y dirección: Marta Torres y Magüi Mira.
Productor: Jesús Cimarro
con Magüi Mira.
22 de abril de 2022. Teatro Palacio Valdés, Avilés. 90’ aprox.
La noche en vela de Molly Bloom. La de un pensamiento en femenino singular que Joyce escribió sin puntos ni comas hace ya cien años. La de una mujer que repasa, recuerda y analiza sus deseos. Y también los deseos de los hombres. Los deseos de unos cuerpos asimétricos que se ansían, se buscan, se entregan o se niegan. Es el sexo sentido, pensado y envidiado por una mujer que no tiene pelos en la lengua de su pensamiento.
Magüi
Mira Molly Blooom. El título es perfecto porque la persona mira al
personaje y se deja poseer por él. Aquí, más que nunca, la intérprete es hermeneuta de un relato autobiográfico. El de esa Penélope que teje y desteje pensamientos en una noche de recuerdos gibraltareños y de contrastes sexuales entre maridos y amantes. Y el del recorrido de una actriz extraordinaria que hizo La noche de Molly Bloom hace cuarenta años y que ahora vuelve a ella entendiendo plenamente lo que Joyce puso en la mente de aquella mujer (pre)feminista en páginas irlandesas algunos años antes de que Virginia Woolf abriera en las suyas una habitación propia. Ella piensa, ella imagina y ella hace. Se puede decir tanto de Molly Bloom como de Magüi Mira. Molly piensa, imagina y hace cosas con palabras. Y Magüi ha hecho con ellas otro tanto con media vida de distancia. También lo hizo en Ella imagina, aquel regalo con el que, hace casi tres décadas, Juan José Millás se estrenó como dramaturgo en el Palacio Valdés. En aquella obra, también monologada en una habitación femenina, un armario era el ancla y el punto de fuga de una mujer que imaginaba. Hoy otra mujer más madura se aferra a una cama que es a la vez lastre y navío para un discurso reflexivo que trasciende el cógito cartesiano porque entre el yo y la existencia Joyce hace que el deseo devenga pensamiento. Una cogitatio intimísima y radicalmente femenina (y hasta feminista) que me atrevo a llamar mentaloquio. Porque lo que Molly hace no es un soliloquio. Si acaso un soliloquio de cinco horas era el de Carmen ante su Mario silente. Así que el pensamiento de Molly no está más cerca del texto escrito que del monólogo escénico. Por eso James Joyce y Magüi Mira han hecho aproximaciones simétricas a su mentaloquio. Él quitando puntos y comas y haciendo continua la palabra escrita. Ella balbuciendo o enfatizando confesiones en medio de la noche y la nada. Así que en esta víspera del día del libro las dos Magüi Mira (la directora y la actriz) han hecho que el Ulises resulte menos hermético y nos han ofrecido una invitación para habitarlo que ha sido muy bien recibida por el público. Se notaba en la calidad del silencio y en la pertinencia de las sonrisas, mayormente femeninas, que expresaban la sintonía con el pensamiento fresco y vivo de esta Molly, unas veces deliciosamente ingenua y otras maravillosamente insolente. Y tras el radical aplauso, la entrega absoluta ante el trabajo inconmensurable de Magüi. Así lo pudo comprobar ella misma en el encuentro que tan amablemente tuvo con el público después de la obra y que me correspondió moderar. Fue un encuentro delicioso en el que el público teatral avilesino demostró su excelencia hermenéutica con comentarios y preguntas muy lúcidas trufadas de piropos. Todo un lujo para quienes hemos tenido la suerte de compartir con ella estas horas de teatro superlativo.