(Publicado en Cuadernos de Pedagogía el 26 de abril de 2022)
Si quitamos las mesas y las sillas, un aula puede convertirse en un espacio vacío. Un lugar propicio para cualquier cosa. Como un ágora. Como el escenario de un teatro.
Fueron los griegos los que descubrieron la
importancia de los espacios vacíos. En ellos inventaron la democracia y alrededor
de ellos aprendieron a mirar. Teatro (théatron) significa precisamente eso: lugar desde el que se mira.
Igual que el iris de un ojo, las gradas de los teatros clásicos tenían forma
radial y desde ellas los griegos presenciaban los conflictos, cómicos o dramáticos,
entre la libertad humana y el destino marcado por los dioses. Ese encuentro era
posible en el espacio vacío de un escenario circular (la orchestra) que también
recuerda a la pupila de un ojo que mira al cielo, a ese otro espacio supralunar
desde el que quizá los dioses también contemplaban las creaciones que los humanos
les ofrecían.