de Virginia Woolf. Versión para la escena y dirección: María Ruiz.
producción: Clara Sanchís.
con Clara Sanchís.
16 de marzo de 2019. Teatro Jovellanos, Gijón. 85’ aprox.
Virginia Woolf nos dará una conferencia. Pero no se quedará sentada, ni tampoco hablará desde un atril. Se moverá libremente por el escenario y a veces tocará el piano. Y durante casi hora y media nos hablará con la pasión propia de quien sabe que las mujeres necesitan dos cosas para ser libres: dinero para no depender de nadie y una habitación propia para crear.
Tenía pendiente leer este ensayo imprescindible de Virginia Woolf. Tras los magníficos libros de Remedios Zafra (Una habitación propia conectada, (h)adas, El entusiasmo y Ojos y Capital) sabía que Una habitación propia era una referencia fundamental. Así que le debo a esta obra la urgencia de ir a Clarín para comprarme la bonita edición de Austral Singular y leer con avidez el libro antes de ir al Jovellanos esta tarde. Una habitación propia no es solo un extraordinario ensayo feminista. Es una lección inigualable sobre literatura y pensamiento. Una reflexión diáfana y profunda que trata a la vez de la escritura, la lectura y la crítica. Es un texto imprescindible de, sobre y para mujeres. Pero también es una lectura inexcusable (mea culpa por haber esperado tanto) para hombres y, como ella misma dice, para los infinitos sexos que aún harían más perfecta la diversidad humana. Así que, ante un ensayo de este calibre, el reto de llevarlo al teatro es descomunal. Sobre todo porque lo que se supone que espera el espectador es principalmente un discurso feminista accesible. Sin embargo, lo que ofrece Virginia Woolf es mucho más. Por eso, aunque nada tengo que reprochar al trabajo de Clara Sanchís, me parece que el tono que se le da al personaje al escenificar con cierto detalle el primer capítulo hace que el soliloquio de alto calado reflexivo que contiene el resto del libro quede bastante mermado en una obra en la que las referencias literarias se reducen a Shakespeare y en la que el centro de gravedad del discurso se queda en los pasajes más accesibles y reivindicativos. Así que no me ha extrañado el escaso interés del coloquio, lleno de tópicos, que siguió a la obra. Solo las intervenciones de Clara Sanchís y las preguntas de las alumnas de la ESAD resultaron interesantes. Pero, se vaya a ver o no esta obra, lo que recomiendo es leer (o releer) cuanto antes Una habitación propia de Virginia Woolf. Asombrará a quien, como me pasaba a mi, aún tenga pendiente esa lectura. Y dará mucho que pensar de nuevo a quienes lo hayan leído hace tiempo.