texto y dirección: Denise Despeyroux.
una producción del Teatro Español.
con Íñigo Rodríguez-Claro, Vanessa Rasero, Giovanni Bosso, Sara Torres, Pietro Olivera y Denise Despeyroux.
24 de agosto de 2018. Teatro Palacio Valdés, Avilés. 110’ aprox.
Quince escenas numeradas y tituladas. Siempre con dos personajes. Casi siempre un hombre y una mujer. Son tres hombres y tres mujeres que podrían enamorarse, que quisieran enamorarse o que ya están enamorados. Dos de ellos son hermanos. Y los seis comparten desvaríos sobre el amor.
Denise Despeyroux nos desvela muy en serio las leyes generales del amor bilateral. Por eso reivindica un tercer lugar. Hoy volvemos a ver a esta excepcional dramaturga en Avilés en todos sus modos de practicar el teatro. Como autora de un texto extraordinario. Como directora de una obra que es un modelo para armar y como actriz que se expresa en un registro dulcísimo y perfecto que será difícil olvidar. Como siempre, nos presenta unos personajes algo neuróticos, locuaces, y tiernos (tiernísimos hoy) que parece que no debemos tomar muy en serio. Igual que todo lo que dicen, que aparentemente oscila entre las leves ironías filosóficas aptas para todos los públicos y la comicidad inteligente de una autora que domina como nadie el arte de tejer palabras banales en diálogos sorprendentes que ponen al cerebro del espectador en permanente modo sonrisa. Sin embargo, tras esa apariencia juguetona el universo Despeyoux se toma muy en serio sus leyes y, en este caso, entra a fondo en las que tienen que ver con el amor. Por eso nos hace intuirlas de manera oblicua. Mostrando en esta Rayuela con base en Usera un juego en el que las partes son deliciosas y el todo es más que su suma. Cada escena es un corto o un cuento perfectamente acabado que se integra en un todo que nunca lo está. Que deja al espectador con ganas de leer el texto (por suerte han traído esta noche el libro) y comprobar que el universo Despeyroux es más bien un multiverso lleno de agujeros nada negros por los que se conectan los personajes, sus palabras y lo que pensamos nosotros mientras los escuchamos divertidos. Solo por ese monólogo magnífico de ella en la carta de la penúltima escena ya sería memorable Un tercer lugar. Un lugar que de forma tan sosegada se intuye en la siguiente escena, ese último cuadro bilateral en el que uno lamenta que esta Rayuela solo tenga quince casillas. Con Un tercer lugar ya hemos visto en Avilés cuatro de las obras de Denise Despeyroux (y nosotros dos más en Madrid). Desde que estrenó el off del Niemeyer con aquella magnífica historia, también bilateral, que era La realidad, siempre queremos que vuelva a Avilés. Ojalá que podamos ver pronto aquí el estreno de alguna de las maravillas de su universo.