Basada en la obra de Luigi Pirandello Uno, ninguno y cien mil. Dramaturgia y dirección: Giampaolo Sama.
T4 Producciones Teatrales.
con Miriam Odorico.
29 de noviembre de 2024. Centro Niemeyer (club), Avilés. 70’ aprox. Ciclo Off-Niemeyer.
¿Somos un cuerpo o tenemos un cuerpo? Al poco de empezar la obra, me acordé de esa pregunta de reflexión que planteamos en las clases de Historia de la Filosofía. Y también del artículo sobre la identidad y la inteligencia artificial que hoy publica Juan José Millás en El País. Pero esta joya de Miriam Odorico y Giampaolo Sama no es solo un monólogo con derivas filosóficas. Es una obra unipersonal con múltiples personajes sobre la relación entre uno y los otros. O, mejor dicho, entre una y los otros. La una es ella, Miriam Odorico, capaz de encarnar a Angélica (esa una que descubre que no lo es) y también a ellos. Al marido, al padre, a los del banco, a Aldo y a Monseñor. Y es que al ser femenino el punto de vista, esta magnífica reflexión socioepistémica se convierte también en un revelador retrato en negativo sobre la degeneración de la mirada cuando el género es el de esa masculinidad bronca del "es lo que hay". Pero Una es también una prueba del carácter especular del propio dispositivo teatral. De la capacidad de una persona que interpreta a un personaje para ponerse la máscara y desenmascarar lo que no nos atrevemos a mirar ("tengo la conciencia tranquila y con esto me alcanza"). El título no puede ser más oportuno porque una, en nuestra lengua, es a la vez única y cualquiera. En cierto modo, Luigi Pirandello y Giampaolo Sama (su libro es estupendo) impugnan la idea de que la identidad sea lo uno o lo otro. Porque a Angélica le pasa lo mismo que a todos, pero la que no es intercambiable es Miriam Odorico (la madre en La omisión de la familia Coleman) que hace aquí un trabajo inigualable. Con solo esa silla que nos llega de la calle Boedo esquina con México, consigue ponernos ante el espejo en que su personaje se está buscando, mientras nosotros lo miramos y la admiramos. Así que nuestro off se ha vuelto esta noche deliciosamente porteño y nos ha recordado aquellos días confinados en que nos asomábamos a la ventana abierta de Timbre 4. O aquella otra noche del 12 de octubre de hace once años en que Denise Despeyroux y Fernanda Orazi inauguraron esta sala con La realidad.