Autoría y dirección: Rodrigo García.
Producción: Teatro de La Abadía en coproducción con Festival Actoral (Marsella) y Festival Next (Valenciennes).
con Elisa Forcano, Selam Ortega, Javier Pedreira y Carlos Pulpón.
1 de marzo de 2024. Centro Niemeyer (auditorio), Avilés. 110’ aprox.
Peter Brook dijo que cuando alguien camina en un espacio vacío ya hay teatro. Así que la propuesta de Rodrigo García lo es, aunque los que se fueron en la primera media hora (no fueron tantos) estén en desacuerdo. Cristo está en Tinder carece de planteamiento, nudo y desenlace. Uno ha de enfrentarse a esta obra como a la pintura abstracta, a las performances museísticas o a la danza contemporánea. A las dos primeras cada cual le dedica el tiempo que quiere. Quizá por eso la tercera y esta propuesta no sean aptas para todos los públicos. Sin embargo, además de su plasticidad coreográfica (áspera, pero magnética), Cristo está en Tinder tiene otros muchos hallazgos. Desde luego, lo son las ejecuciones de los actuantes (incluido el perro) y, por supuesto unos textos demoledores y sarcásticos que unas veces escuchamos gestualizados (más que dichos) por ese trío y otras los leemos en el magnífico diario de Tito, nuestra increíble mascota robótica. Reconozco que este tipo de propuestas no tienen fácil frecuentar las programaciones escénicas sin que se resientan los abonos. Pero se agradece que también formen parte de la nuestra. Yo, sin duda, prefiero mil veces este ácido corrosivo de Rodrigo García que las resabidas comedias de resortes y tópicos que tan plácido hacen el trabajo de algunos (pseudo)programadores.