viernes, 26 de enero de 2024

Juicio al extranjero

Dirección y dramaturgia de Íñigo Satacana sobre El extranjero de A. Camus
Barandi Producciones.
c
on Luis Maesso, Sergio Boyarizo y Mar P. Soler.


26 de enero de 2024. Centro Niemeyer (club), Avilés. 80’ aprox. Ciclo Off-Niemeyer.

El hombre al que se juzga es el protagonista (y voz narrativa) de El Extranjero de Albert Camus. Lo harán un juez, un fiscal, un abogado, dos testigos y nueve miembros del jurado cuyos papeles interpretan quince personas del público. El azar ha hecho que esta noche sean mujeres los seis personajes que vemos en el escenario. Todas tienen sus intervenciones escritas, para que puedan leerlas o, si lo prefieren, improvisen. Ellos no participan en el proceso, pero todo está dirigido por los tres miembros de la compañía.

Esto no es un juego de roles. Esa es la advertencia que hago siempre a los participantes en las controversias simuladas sobre temas con relevancia social con las que intentamos promover en las aulas el aprendizaje de la participación pública sobre cuestiones complejas. Esta misma semana mis alumnos del máster están preparando  una de ellas y ya lo saben: no se trata de "hacer teatro". Es decir, de simular que simulamos, de participar en un juego muy serio tomándolo a broma y distanciándonos de él. Por el contrario, la magia del verdadero teatro consiste precisamente en poner entre paréntesis la incredulidad, en olvidar que sabemos que lo que ocurre no es real y meternos de lleno en la historia. El pacto compromete por igual a los actores y al público. Aquellos deben obviar que personaje viene de máscara y nosotros olvidarnos de que sus nombres son los del programa de mano. Si se invita al público a participar no es para los que salen "hagan teatro" y los que miramos nos sintamos en el club de la comedia. Por eso los dispositivos que llevan al público a la escena son arriesgados y, si el tema es dramático, lo primero que se ha de conseguir es que evite conjurar sus miedos haciendo parodias que hagan reír a los que quedaron en las butacas (algo parecido a esos niños que en la función escolar saludan con la manita a sus padres). Creo que esta noche el problema no ha estado solo en que una de las actrices accidentales compitió en gracia asturiana con Joaquín Pajarón. Es, más bien, la forma de plantear un dispositivo, que deja casi todo en manos de los intérpretes imprevistos, lo que condiciona el tratamiento de un asunto que no es para bromas. Conseguir que el público salga comentando las diferencias entre juzgar hechos o intenciones, entre el delito y la delincuencia, entre el acto y las circunstancias o entre el castigo y la reinserción, sería un buen indicador del acierto de haber llevado al escenario, en formato participativo, la novela de Camus. Pero me temo que esta noche, quienes no la hayan leído, no habrán podido intuir su enorme calado e interés.