de Lope de Vega. Dirección y adaptación: Sergio Peris-Mencheta.
Producción: Compañía Nacional de Teatro Clásico y Barco Pirata.
con Aitor Beltrán, Paula Iwasaki, Xoel Fernández, Óscar Martínez-Gil, Andreas Muñoz, Xabi Murua, Natxo Núñez, María Pascual, Gonzalo Ramos, Ignacio Rengel, Jùlia Roch, Cintia Rosado, Almudena Salort.
5 de noviembre de 2021. Teatro Palacio Valdés, Avilés. 150’ aprox.
Los amantes de Verona según Lope de Vega y Sergio Peris-Mencheta. Los dos han conseguido que esta obra sea muy atractiva para cualquier público. El primero demostrando que los enredos bien trabados del Siglo de Oro siguen siendo mejores que muchas historias serializadas que abducen a ciertos públicos del siglo XXI. El segundo aliándose con él y convirtiendo en musical italiano su texto sobre los amantes veroneses. Después de estrenar aquí su extraordinaria Lehman Trilogy estaba seguro de que Sergio Peris-Mencheta no nos iba a defraudar con esta obra total que inicialmente también se había programado para estrenarse en el Palacio Valdés en fechas que luego resultaron confinadas. Tres jornadas separadas por dos intermedios hilarantes (se bajó el telón pero nadie pudo dejar su butaca) estructuran una obra que es un musical ambicioso en el que trece artistas cantan, tocan instrumentos y se mueven con sintonía en un escenario en el que hay un pedestal giratorio y dos muros móviles por el que estos jóvenes veroneses trepan, saltan y hacen requiebros. Castelvines y monteses es una fiesta escénica que quizá tenga menos profundidad y corra menos riesgos que aquella inaudita Lehman Trilogy pero que se sitúa en un nivel de excelencia que para si quisieran muchos de los musicales franquiciados que se perpetúan en los escenarios madrileños. Aunque hay momentos más convencionales que recuerdan a los musicales americanos, la mayor parte de estas dos horas y media de fiesta barroca están hechos a partir de textos clásicos españoles, deliciosas canciones italianas y de esa creatividad explosiva, marca de la casa del Barco Pirata, que hace que todos los intérpretes se muevan, canten, bailen, toquen, se toquen, se interpelen o se interrumpan con un dinamismo electrizante. Así que, con el aforo del Palacio Valdés por fin completo y con el público puesto en pie al terminar la obra, por un momento parecía que estábamos en la noche del estreno y que nunca había habido ningún confinamiento. Ojalá que nunca más lo haya y que pronto volvamos a ver a Sergio Peris-Menchera y a sus piratas estrenando en el Palacio Valdés una nueva obra.