viernes, 6 de diciembre de 2019

La mujer más fea del mundo

Texto: Bàrbara Mestanza y Ana Rujas. Dramaturgia y dirección: Bàrbara Mestanza
Producción: Amici Miei Produccions.
con Ana Rujas.

6 de diciembre de 2019. Teatre La Gleva, Barcelona. 60’ aprox.


Una joven vestida de virgen nos espera cuando entramos en el pequeño espacio de La Gleva. Es una dolorosa que enseguida se quitará esa ropa y nos contará por qué lo es. Por qué pasa un día entero tirada en el suelo de su baño, por qué sale en una noche de desenfreno que aún le causará más daño y por qué  le provoca tanto dolor ser mujer y tener que vérselas siempre entre la belleza y la fealdad.

Mario Gas tiene la culpa de que hayamos venido esta noche a La Gleva. Bueno, también tienen la culpa La casa de la portera y el Kamikaze  porque esta obra ha estado en el ambigú de este y en aquella había visto a Ana Rujas hace tres años en la magnífica ¿Qué sabes tú de mis tristezas? Pero el principal culpable de que hayamos venido es Mario Gas que nos fascinó hace dos semanas en el Niemeyer con su Amici Miei y despertó nuestra curiosidad por conocer este espacio escénico que es tan íntimo como nuestro off avilesino y como el ambigú del Kamikaze. Tres lugares de lo más apropiados para el derroche de generosidad interpretativa que nos ha ofrecido esta noche Ana Rujas. La mujer más fue del mundo es un doliente y catártico retrato generacional en femenino singular. Radicalmente femenino y radicalmente lúcido con ese torrente expresivo lleno de interacciones irónicas con el público que hacen de la obra un drama en el que es posible sonreir y también un divertimento que da mucho que pensar. La mayoría del público tiene entre esos veinte y esos cuarenta y tantos años que definen las edades dramáticas de las que nos habla Ana Rujas en esta obra sobre una mujer que ya ha cumplido los treinta y que quiere seguir siendo actriz pero tiene que ser modelo. Un modelo de belleza que la oprime y con el que ella misma sabe que también está oprimiendo a otras mujeres. Así que ha sido magnífica esta hora larga de buen teatro catártico y feminista en cuyo final ella nos enseña una teta como gesto reivindicativo. Una obra y un gesto ante los que resulta bien merecido el aplauso. Gracias Mario por hacer que esta noche hayamos querido venir a La Gleva.