lunes, 23 de julio de 2018

Macbeth

de William Shakespeare. Traducción y adaptación: Joe Broderick. Dirección: Pedro Salazar.
producción: Teatro Colón de Bogotá y La Compañía Estable.
con Christian Ballesteros, Diana Alfonso, Diego León Hoyos, Felipe Botero, Iván Carvajal, Andrés Estrada y otros.

23 de julio de 2018. Centro Niemeyer, Avilés. 120’ aprox.

De regreso del campo de batalla unas brujas saludan a Macbeth como futuro rey.  Y la profecía se hará realidad porque, influido por su mujer, esa noche asesinará a Duncan, el buen rey de Escocia. A ese horrendo crimen le sucederá una espiral de crueldad, miedo y remordimiento con la que Macbeth hará también ciertas las demás profecías.

Desde Bogotá, pasando por Almagro, nos llega este poderoso Macbeth de maneras mucho más clásicas que los que hemos visto en los últimos años (el extraordinario MBIG de José Martret y la propuesta, también magnífica, de Andrés Lima en Los Mácbez). La escenografía es mínima con apenas tres grandes estructuras metálicas que enmarcan grandiosamente los cuadros y aún acentúan más la profundidad y enormidad de este escenario que, sin embargo, no les queda grande a estos quince estupendos actores colombianos. También las nieblas, la iluminación y los atuendos de los personajes (magnífica elección los de todos ellos y especialmente sobrecogedores los de las brujas) hacen que la puesta en escena tenga una calidad magnífica con unos movimientos coreográficos muy pertinentes y conjuntados especialmente en momentos especialmente logrados como el de la aparición del espectro de Banquo en la cena o el avance final del bosque de Birnam. Todas las interpretaciones son impecables, con maneras sobrias, gestos enfáticos a la manera clásica y dicción perfecta. Y está simplemente soberbio de principio a fin Christian Ballesteros en el papel de Macbeth. Todo es, por tanto, favorable para seguir apasionadamente esta tremenda historia sobre la ambición y la culpa que esta noche me ha hecho pensar que Shakespeare pretendió invertir con Macbeth el papel de la profecía en la tragedia de Edipo y casi anticipar ese vértigo con el que el cine clásico se ha acercado siempre a las consecuencias de intentar el crimen perfecto. Ya sé que, tratándose de una producción colombiana y del más sangriento de los dramas clásicos, uno podría pensar también en otras asociaciones más actuales, pero la magnífica propuesta de Pedro Salazar las evita muy oportunamente y yo me niego a hacerlas. Sobre todo porque si lo que hemos presenciado esta noche viniera de Londres y no de Bogotá, estuviera dicho en inglés sobretitulado y no en la viva voz poderosa de ese español tan hermoso que hablan los colombianos, seguramente nadie habría pensado en el Brexit y la compañía habría contado a priori con una presunción de calidad que las producciones de otros países siempre tienen que ganarse. Por fortuna, el largo aplauso del público ha sabido reconocer la mucha que tiene este Macbeth que nos llega desde América y que no necesita añadidos contextuales para reivindicarse como lo que es. Simplemente magnífico teatro.