una producción de La_Abducción y El Pavón Teatro Kamikaze
con Fernanda Orazi y Emilio Tomé.
3 de noviembre de 2017. Centro Niemeyer (Club), Avilés. 60’ aprox. Ciclo Off-Niemeyer.
Un hombre y una mujer entran en el escenario. Primero nos miran. Luego empiezan a hablar. No está claro que sean personajes. Intercalándose, cortándose y repitiéndose van construyendo historias a dos voces. Primero la del tapicero enamorado. Quizá de la mujer que habla o quizá de la mujer de la que los dos hablan. La letanía del tapicero acaba siendo tan cautivadora como la música de Philip Glass. Luego van creando otra historia. La de una niña que se inicia en las fantasías sexuales con la música de Europe. Oyendo The final countdown imagina que se va a Venus con Joey Tempest y que, solos en el Universo, lo fundan de nuevo. La tercera historia es la de una pareja típica que se declara en Ikea y después rompe en una noche de lluvia. O que piensa en cómo recordará ese momento cuando haya pasado mucho tiempo. En las tres historias se habla alguna vez de Barbados. El resto podría ser un etcétera que parece improvisado.
Cotidianidad poética, humor sutil, evocación existencial. De todo eso había ya mucho en La abducción de Luis Guzmán, la otra obra de Pablo Remón que vimos aquí hace tres años. Ahora volvemos a sentirnos cautivados por esta pareja que en el cartel no tiene rostro y que en el escenario no tiene un perfil claro. Podría ser una pareja que (se) imagina o dos actores que simplemente buscan historias. El relato es a la vez tentativo y nítido. Ellos narran lo que les pasa (o les podría pasar) a esas parejas posibles y nosotros las imáginamos con muchísima precisión. Porque esos seres y esas vidas están hechas con el material más sensible. El de las experiencias compartibles por una generación que ya ha llegado a la edad media de la vida. Es un texto sorprendente porque, siendo a la vez divertido, poético e hiperrealista, se convierte en una triple experiencia escénica cautivadora con esta pareja de actores absolutamente compenetrados. A Fernanda Orazi la acabamos de ver abriendo con una fuerza impresionante el extraordinario Ensayo de Pascal Rambert. Mucho antes inauguró este espacio escénico de la mejor manera imaginable con aquel increíble monólogo a dos voces que era La realidad de Denise Despeyroux. Aquí está magnífica en ese tono demorado e irónico en el que se la ve disfrutar (y hacernos disfrutar) con cada palabra que dice. Y a su lado está Emilio Tomé, al que ya vimos protagonizando La abducción de Luis Guzmán y que está también perfecto en este contrapunto masculino al que nos interesa tanto mirar cuando habla como cuando con sus gestos contenidos añade relieve a lo que ella dice. Así que salimos encantados con estas interpretaciones sutiles y portentosas. Y pensando en esa tortuga que, a falta del amor, parece sostener el mundo en la cosmología de esta pareja. Una tortuga ontológica muy grande y muy seria, pero también muy pequeñita y muy divertida que parece observarlo todo desde una esquina del escenario. A la salida tenemos claras dos cosas: que queremos ver en Avilés todo lo que haga Pablo Remón y que Fernanda Orazi y Emilio Tomé siempre serán bienvenidos aquí.