viernes, 9 de diciembre de 2016

El público

de Federico García Lorca. Dirección: Àlex Rigola. 
una producción del Teatro de la Abadía y el Teatre Nacional de Catalunya.
con Nao Albet, Jesús Barranco, David Boceta, Juan Codina, Oscar de la Fuente, Laia Duran, Irene Escolar, María Herranz, Jaime Lorente, David Luque, Pau Roca, Jorge Varandela, Nacho Vera y Guillermo Weickert

9 de diciembre de 2016. Teatro de la Abadía, Madrid. 80’ aprox.


El público. El director. Los caballos. Julieta. Los estudiantes. Los tres hombres. Los dos amantes. Los trajes del arlequín y la bailarina. El prestidigitador. Y la arena del teatro bajo la arena. Y la sepultura del teatro al aire libre. Y la máscara. Esa máscara a la que teme el director cuando se pregunta qué haría con el público si le quitara las barandas al puente.

Ya hace treinta años de aquel ochenta y seis en que hacía cincuenta de la muerte de Lorca. Fue entonces cuando comenzamos esta deliciosa costumbre que es venir cada poco a Madrid. Así que dentro de unas semanas hará treinta años que vimos El Público, aquel memorable espectáculo para el que Lluis Pascual quitó las butacas del María Guerrero y llenó su patio de arena azul. Nosotros estuvimos allí, presenciando aquella ceremonia que tenía como maestro a Alfredo Alcón y en la que había caballos blancos, arlequines, prestidigitadores y palabras muy hermosas cuyo sentido se nos escapaba, pero que nos unían al teatro español de un pasado de libertades truncadas que en aquellos ochenta ilusionados nosotros empezábamos a disfrutar. Así que, mirando embobados aquella arena azul y escuchando aquellas frases casi oraculares, nos sentíamos asistiendo al teatro de ese futuro para el que Lorca había escrito esta obra hacía ya más de medio siglo. Desde aquel palco del María Guerrero nos asomábamos a su teatro bajo la arena dispuestos a destruir el otro teatro, a vivir siempre en el teatro y a no silbar desde las ventanas. Por eso teníamos que volver ahora a Madrid, para estar de nuevo entre el público de El Público y escuchar otra vez a Amancio Prada cantando los Sonetos del amor oscuro igual que hace treinta años cuando asistimos, también en el María Guerrero, a aquel maravilloso recital en el que los cantaba acompañado por el saxo de Pedro Iturralde. Así que en este fin de semana de diciembre hemos ido dos noches seguidas a este templo escénico que es La Abadía para contemplar, ahora de la mano de Àlex Rigola, la extraña y magnética representación de un teatro casi imposible y para escuchar a Amancio Prada cantando otra vez aquellos sonetos sobre la arena oscura del escenario de El Público. Una arena en la que hemos visto a Irene Escolar saliendo como Julieta de la sepultura, a los tres caballos humanos más desnudos y más caballos que se pueda imaginar, a los tres hombres azules que interpelan sobre la máscara a un director que no se quiere recordar como amante, a los personajes apasionados que hablan de amores truncados cuando al pez luna le responde el cuchillo, a unos estudiantes que hacen de críticos en medio de una revolución y hablan del teatro, del amor y del público. Todo ello en un escenario de arena negra con una gran lámpara, con músicos que ya están tocando cuando los acomodadores enmascarados nos reciben, con un ambiente de singular belleza y con la cuarta pared también resquebrajada recordando a la de hace treinta años en aquel otro teatro y a la que seguramente imaginó Federico en La Habana hace más de ochenta. Hora y media de seducción con palabras intensísimas que nos hablan del teatro y del amor homosexual. Un teatro poético en lo que se dice y cautivador en lo que se muestra. Con los movimientos perfectos de esos tres caballos que se convierten en danza deliciosa cuando el que interpreta maravillosamente Laia Durán acompaña la canción del Solo del pastor bobo antes del quinto cuadro. La experiencia de esta noche de viernes madrileño es tan grata como la del sábado en que, al terminar el recital y tras acordarme de guardar un poco de arena oscura en el bolsillo, hablamos un momento con Amancio y compartimos con él la emoción de este regreso conmemorativo al teatro poético de Lorca y a la poética de su música.