Teatros del Canal.
con María Rey-Joly, Elvira Sánchez, José Manuel Zapata, Antoni Comas, Luis Álvarez, Borja Mariño y Jesús Agelet.
23 de noviembre de 2013. Teatro Palacio Valdés, Avilés. 105’ aprox.
Estamos en El pimiento Verdi, un local para cenar y disfrutar de la música de Verdi. Entre nosotros hay dos infiltrados. Una pareja wagneriana que hace burlas de la música del maestro italiano. Las chanzas se convierten en duelo entre un Richard y un Guiseppe redivivos. En El pimiento Verdi no podrá ganar nunca Wagner, pero finalmente se acepta el armisticio y se monta una opera mestiza. E hilarante.
Un espectáculo que es cena (con cava y canapés), teatro y ópera a la vez, en este Palacio Valdés transmutado en El pimiento Verdi que ha debido hacer las delicias de Boadella. Como hace más de cincuenta años, el patio de butacas se ha convertido esta noche en otra cosa: en un lugar donde cenar, escuchar música y no parar de reír. Hoy no había cuarta pared. Ni tercera. Ni segunda. Nosotros, los camareros, los infiltrados y el resto del elenco componíamos una escena de disfrute total. Escuchando (en serio y en parodia) momentos emblemáticos de las músicas de estos clásicos (ahora bicentenarios) y asistiendo (más que en primera fila) al cachondeo característico de quien lideró Els Joglars. Es difícil destacar momentos singulares en una experiencia teatral/operística tan llena de ellos: ese alemán que los divos escupen, esa tronchante retransmisión futbolera de Las Valkirias, esa orquesta contemporánea que dirige el camarero Blas, esas posturas del público en las interminables obras de Wagner, esos subtítulos gestuales en los pasajes musicales más emblemáticos, ese montaje operístico final… Lo que sí cabe destacar es el excelente trabajo (no solo musical) de esos magníficos tenores, sopranos y barítono convertidos esta noche en actores de un teatro total. No hay límite en el duelo: además de los reproches musicales, a Wagner se le recuerdan sus escritos antisemitas (leídos en Internet) y a Verdi se le culpa del festival de San Remo. Pero está claro que Boadella, los clientes del pimiento y los gestores del local somos más latinos que germanos. Es algo que se nota en el gusto por hacer bien las cosas sin dejar de ironizar.