viernes, 28 de noviembre de 2025

Las amistades peligrosas

Autoría: Christopher Hampton. Adaptación de la novela Las relaciones peligrosas de Pierre Choderlos de Laclos. Dirección: David Serrano.
Producciones Come y Calla.
con Pilar Castro, Roberto Enríquez, Ángela Cremonte, Carmen Balagué
, Ivan Lapadula y Lucía Caraballo.


28 de noviembre de 2025. Teatro Palacio Valdés, Avilés. 135' aprox (con intermedio). Estreno absoluto

La complicidad en los desafíos entre la marquesa de Merteuil  y el vizconde de Valmont tiene como víctimas a Madame de Tourvel y a Cecile, una mujer casada y una virgen que caen rendidas ante ese depravado seductor.
 
El resumen es el mismo que el de Las amistades peligrosas que vimos hace once años. Sin embargo, la propuesta de David Serrano no tiene nada que ver con la de Darío Facal. En aquella, Carmen Conesa lideraba un elenco que también actuaba como conjunto de rock. Aquí Pilar Castro y Roberto Enríquez encarnan a esos pérfidos demiurgos de la pasión en una propuesta muy naturalista en el texto y casi abstracta en lo formal. En medio del escenario hay poco más que un podio cuadrado que sirve de tálamo o banco para las celadas del perverso seductor. En lo alto unos grandes espejos fracturados reflejan un escenario intensamente rojo a la manera en que lo hacen los de las esquinas del auditorio de nuestra Casa de la Cultura o los rojos cenitales del edificio madrileño de Jean Nouvel. Apenas una leve música acompaña los diálogos en unas escenas que se encabalgan con transiciones que no lo parecen por la presencia casi continua de los intérpretes y suavemente intermitente de los personajes. Todo ello hace que uno acabe especulando sobre la actualidad de aquellos usos amorosos dieciochescos, mayormente cinegéticos, y sobre si estamos ante una celebración de que ciertos machismos pretéritos hayan sido felizmente superados o se trata más bien de una reivindicación retrofeminista de que en la cúspide de la depradación también podría estar una mujer.  

sábado, 22 de noviembre de 2025

1936

Texto: Albert Boronat, Juan Cavestany, Andrés Lima y Juan Mayorga. Dramaturgia: Albert Boronat y Andrés Lima. Dirección: Andrés Lima
una producción del Centro Dramático Nacional.
con Mamen Camacho, Cristina Arias, Antonio Durán “Morris”, María Morales, Paco Ochoa, Guillermo Toledo y Juan Vinuesa.


22 de noviembre de 2025. Centro Niemeyer (auditorio), Avilés. 255 aprox. (con dos descansos de 10

El shock de 1936. El del golpe de Estado que se estuvo preparando desde 1931. El que dio lugar a una guerra que duró tres años. Aquella que, por la Gracia de Dios, impuso una dictadura que terminó hace ahora medio siglo con la muerte del pequeño generalísimo. 

Una obra magna. Tras el Shock 1 y el Shock 2, Andrés Lima (con Albert Boronat, Juan Cavestany y Juan Mayorga) lo ha vuelto a hacer. Son cuatro horas y cuarto que pasan en un suspiro. Es teatro total y coral en el que veinticinco intérpretes muestran qué es una guerra y nos enseñan cómo fue y qué supuso la de 1936. Tres cuartas partes son jóvenes que hacen mucho más que cantar y figurar. El resto se desdoblan para encarnar a seres abyectos (los generales, los falangistas, los que prepararon "lo otro"...), a políticos decentes (Azaña, Clara Campoamor...) y a las víctimas de aquella tragedia cuyos ecos aún resuenan en estos tiempos convulsos. 1936 es teatro mayúsculo. Por la forma y por el fondo. La forma nos hace sentir dentro de la obra con tres pantallas y tres gradas en el escenario que hacen que todos tengamos a una parte del público enfrente. En medio contemplamos momentos terribles de aquella tragedia (las brutalidades de Yagüe en Badajoz, la desbandá, el asedio de Bilbao, el bombardeo de Guernica...), escuchamos los discursos incalificables de quienes la detonaron y asistimos a las decisiones malignas de Franco que la prolongaron sádicamente. Como sucede con el Guernica, 1936 impresiona en conjunto y también en cada parte. Es un relato revelador de un momento crucial de la historia de España. Y también reparador, porque pocas veces un escenario ejemplifica tan claramente las virtudes catárticas del teatro. Es un documento necesario que habría emocionado a quienes tanto sufrieron y callaron y tantas veces nos advirtieron del riesgo de significarse. En el encuentro del jueves (20 de noviembre), Albert Boronat, Juan Cavestany y Andrés Lima nos comentaron el proceso creativo que, desde la documentación a los ensayos, ha ido dando forma a esta gran obra que, además de formativa, catártica y reparadora, es también poética. Lo es en ese impresionante duelo a garrotazos entre dos contendientes intemporales o ese final en el que, desde el abismo del olvido (como en el libro de Paco Roca), parecen emerger de debajo de una gran bandera republicana aquellos que siguen demandando su sitio en los cementerios y en la historia de España.

sábado, 8 de noviembre de 2025

Los yugoslavos

Autoría y dirección: Juan Mayorga.
Producción: Teatro de la Abadía.
con Luis Bermejo, Javier Gutiérrez, Natalia Hernández y Alba Planas
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8 de noviembre de 2025. Teatro Palacio Valdés, Avilés. 90' aprox.

Antes de que Gerardo pague y se vaya de bar, Martín le felicita por la manera en que ha reconfortado a un hombre. También le cuenta que cuando cierra el bar y vuelve a su casa no es capaz de sacar a su mujer de la tristeza. Se llama Ángela y Martín le pide a Gerardo que hable con ella. Al principio él se niega, pero luego sigue a esa mujer que a veces sale para buscar un lugar señalado en un mapa. Quizá sea un bar y podría llamarse Los yugoslavos, un sitio en el que los hombres juegan en serio mientras las mujeres bailan. 

Masculino, con espacios definidos y lleno de palabras. Así es para Martín el territorio de su bar. El mapa de Ángela es enigmático, propicio para la desazón que la hace sentirse extranjera en su hogar. Gerardo y su hija Cris harán de puente entre los dos. Los yugoslavos es hiperrealista y elusiva. Con un espacio escénico que hace abstractamente continuos el bar y el hogar. Pero, como casi siempre en el teatro de Mayorga,  son las grietas que se van abriendo lo que interesa de verdad. Algunas conectan expresamente con otras obras suyas: como los mapas de El cartógrafo, aquellas gafas intensamente azules, los nombres ficticios en los buzones de Maria Luisa o las jaulas de los animales en La  gran cacería que ayer volvíamos a ver aquí. Igual que le sucedía al propio Mayorga como  viajero insomne de ese barco triple (o cuádruple), en Los yugoslavos hay efectos singulares entre los personajes y los intérpretes. Como el sosiego de Luis Bermejo haciendo de Gerardo, la bondad de Javier Gutiérrez haciendo de camarero capaz de percibir la bondad, los contrapuntos de la joven Alba Planas dislocando a ese padre o la intensa dualidad de Natalia Hernández en el papel de mujer presente y silente con un poderoso monólogo final  que me ha recordado a los de otros personajes femeninos de Wajdi Mouawad. En Los Yugoslavos, y en buena parte del teatro de Mayorga, se entreveran personajes cercanos, que buscan y no encuentran, con evocaciones de territorios añorados o perdidos por catástrofes y guerras. Y en esa grieta entre el nosotros particular y el nosotros universal cobran sentido las referencias a los exilios yugoslavos o a esa franja entre las dos Coreas en la que los pájaros se posan sobre las minas. Así, cuando al final Gerardo se dirige a nosotros y, como buen camarero, nos pregunta ¿qué va a ser? nos quedamos dudando entre lo que querríamos pedir y lo que deberíamos ser.