sábado, 22 de octubre de 2022

El chico de la última fila

de Juan Mayorga. Dirección: Alex Sampayo.
Producción: Redrum Teatro.
con Guillermo Carbajo, Roberto Leal, Belén Constenla, Mónica García, Machi Salgado, Rubén Porto.

12 de octubre de 2019. Fábrica de Armas de la Vega, Oviedo. 100 aprox.

Claudio es el chico de la última fila. El que sorprende a Germán, el profesor que  encarga a la clase que escriban sobre lo que han hecho en el fin de semana. Al primer escrito de Claudio le seguirán otros sobre la familia de un compañero al que está ayudando con las matemáticas. El discípulo fascina e inquieta al maestro. Y no solo por la forma en que convierte la vida de otros en buena literatura sino por su capacidad para hacer que la buena literatura cambie sus vidas.

El premio Princesa de Asturias de las Letras que recibirá Juan Mayorga el próximo viernes es el motivo por el que hoy se representa en la Fábrica de Armas esta magnífica obra suya que es mucho más que un texto del que los bachilleres asturianos se examinan en la EBAU. Los premios de la Fundación son también el motivo de que ayer disfrutáramos también aquí con algunas piezas de su teatro para minutos, de que el próximo miércoles tengamos un encuentro con él en el Palacio Valdés, de que el pasado jueves tuvieramos a María Pagés en el Centro Niemeyer con su Paraiso de los Negros o de que el martes vayamos al Teatro Jovellanos para asistir al encuentro con ella y con Carmen Linares. Los premios de la Fundación son un lujo que trae cada otoño a Asturias una verdadera fiesta cultural. Los de Redrum Teatro han hecho una interpretación magnífica de El chico de la última fila. Tras una tela transparente vemos las escenas que el alumno describe en sus textos y ante ella vemos al profesor leyéndolos con su mujer o comentándolos con Claudio. El texto es una maravilla metaescolar, metaliteraria, metaescénica, y metaestética. Y es que Mayorga es el maestro de la profundidad de campo. El mago que consigue enfocar lo cotidiano con una nitidez asombrosa y, a la vez, multiplicar con naturalidad las capas desde las que es posible interpretarlo. Si en vez de pedirles que resuman y memoricen el texto se animara a los alumnos a que vinieran al teatro (o, al menos, vieran la película de Ozon) seguramente disfrutarían mucho con esta historia a la vez simple y compleja que va mucho más allá del retrato de la relación entre profesor de secundaria tópico y un alumno empeñado en explorar y transgredir las posibilidades y los límites entre la escritura y la vida. Así que ha sido un lujo impagable (y sin haber pagado nada) ver esta noche en primer fila El chico de la última fila.