de Cris Puertas y José Busto. Dirección: José Busto.
Producción: Teatro A Las Puertas.
con Cris Puertas, Cristina Lorenzo, Sandro Cordero y Carlos Dávila.
Al principio pienso en Beckett y en que quizá Godot sea aquí la camioneta. La aspereza de los primeros diálogos también me hacen pensar en los territorios desolados de algunos cuentos de Carver. Pero al llegar a la gasolinera me parece que es Tarantino quien inspira todo esto. Y es entonces cuando me acuerdo de aquel debate entre Antonio Muñoz Molina y Félix de Azúa en El País a propósito de la violencia en el cine. Félix de Azúa negaba que la estética debiera tener compromisos con la ética mientras que Muñoz Molina se alarmaba por las risas del público en las escenas más sangrientas. Esta noche me he sentido como él porque, para mi, el espectáculo más sorprendente no ha estado en el escenario sino en el patio de butacas. Quizá a los que tanto se reían les hacía mucha gracia ver a sus amigos haciendo cosas raras en el escenario. O quizá las violencias que no entienden les resultan insoportables y la risa les ayuda a distanciarse de lo que pasa en el escenario. Lo cierto es que a mi esas risas me alejan de los mundos de Carver y de Beckett y me hacen preguntarme si no seré yo el tipo raro que no le encuentra la gracia a la violencia. Aprecio algunos diálogos, la excelente iluminación de Félix Garma en ese no lugar escénico radicalmente negro y, por su puesto, las estupendas interpretaciones, casi expresionistas, de Cris Puertas, Cristina Lorenzo, Sandro Cordero y Carlos Dávila. Sin embargo, hoy me ha parecido que la cuarta pared se empañaba desde nuestro lado y quizá por eso no me he sentido invitado a este drama angustioso que a otros les ha divertido tanto.
