de Samuel Beckett. Dirección: Antonio Simón.
una producción de Pentación Espectáculos.
con Pepe Viyuela, Alberto Jiménez, Juan Díaz, Fernando Albizu y Jesús Lavi.
8 de noviembre de 2019. Teatro Palacio Valdés, Avilés. 120’ aprox. Estreno absoluto.
una producción de Pentación Espectáculos.
con Pepe Viyuela, Alberto Jiménez, Juan Díaz, Fernando Albizu y Jesús Lavi.
8 de noviembre de 2019. Teatro Palacio Valdés, Avilés. 120’ aprox. Estreno absoluto.
Otra jornada de tedio para Vladimir y Estragón. Ellos no recuerdan desde cuándo están juntos. Mañana tampoco tendrán muy claro quienes eran Pozzo y su sirviente Lucky. Lo único que no olvidan es que están esperando a Godot.
En un interesante artículo publicado en El País hace treinta años con motivo de la muerte de Beckett, Laín Entralgo comparó a estas dos parejas arquetípicas con otras de tanta raigambre filosófica como la del amo y el esclavo de la dialéctica hegeliana y la del Quijote y Sancho de la cervantina. Godot sería ese Dios que da esperanza y sentido a la existencia humana o que se lo quita cuando no se le espera. Se comparta o no sus tesis, el artículo tiene gran interés cuanto menos por su lúcida reflexión final sobre la relevancia de la vocación y la tenacidad humanas. El Godot de Antonio Simón podría ser interpretado también de ese modo, pero la magnífica pareja que hacen Vladimir y Estragón en la forma en que los han encarnado Pepe Viyuela y Alberto Jiménez (su complicidad y buen hacer en este estreno serán inolvidables) creo que expresa, por encima de todo, la centralidad de la ternura como antídoto de la soledad y la desesperanza. El contrapunto del vínculo que une a esta emotiva pareja sería la relación asimétrica entre Pozzo y Lucky que en la segunda jornada quedará solo en espectro de lo que la víspera fue dominación y sumisión destiladas. Con cinco actores perfectos, Antonio Simón ha sabido equilibrar la poesía, el humor y el calado reflexivo de una obra que consigue interesar tanto a quien disfruta con los detalles de unos diálogos absurdos pero hipnóticos como a quien busca claves trascendentes en las referencias bíblicas, en la alusión a las fosas o en esas botas (cuánto se parecen a aquellas de Van Gogh sobre las que escribió Heidegger) y en esas vías que parecen evocar un espacio tan truncado y sin sentido como el tiempo cíclico y amnésico en el que permanecen varados unos seres que ya están hartos de no perder la esperanza. Pocos años separan al Godot de Beckett del Rinoceronte de Ionesco y del Calígula de Camus. Tampoco están distantes en mi memoria las magníficas obras que con los tres textos han hecho Ernesto Caballero en el Centro Dramático Nacional, Mario Gas en Mérida y Antonio Simón aquí. Tres textos y tres montajes extraordinarios en los que queda claro que el teatro es, desde hace mucho tiempo y entre otras muchas cosas, una herramienta filósofica particularmente poderosa y sutil.