Producción: El Terrat y Sixto Paz
con Brays Efe.
5 de octubre de 2019. Centro Niemeyer (escenadrio del auditorio), Avilés. 60’ aprox. Ciclo Off-Niemeyer.
En un espacio sin cuarta pared Brays Efe va contando con nosotros para contar esta historia. De hecho, antes de comenzar, va dando en un papel un número distinto a muchos de los asistentes para que cuando él lo diga alguien lea en voz alta el texto que lo acompaña. Es una larga lista de cosas deliciosas que el protagonista de esta historia ha escrito en varios tiempos. El de una infancia y una juventud marcadas por la angustia y el temor de perder a su madre. Es un relado conmovedor en primerísima persona en el que el actor y el personaje se confunden. Y también una historia íntima y entrañable contada con muchas voces. También las nuestras.
Una experiencia memorable en este cuadrilátero delicioso que hoy formamos en el espacio vacío del auditorio. Si el teatro es oscuridad y silencio porque siempre nace de ellos, ningún lugar más apropiado que ese escenario cerrado para crear la intimidad que necesita una historia que, con los mismos mimbres, ha de ser distinta en cada función simplemente porque el público lo es. Las listas son material muy sensible. Hace tres años pudimos comprobarlo en el Lliure de Barcelona con una Laia Marull magnífica en La llista, aquel estremecedor monólogo de Jennifer Tremblay. Las listas de Duncan Macmillan y Brays Efe (imposible imaginar que ese texto, tan apropiado, no sea también del actor) están hechas asimismo desde la amargura y el dolor, pero destilan mucha ternura y muchísima esperanza. Y eso se nota en la atmósfera que se va creando en este cuadrilátero iluminado en medio de la oscuridad que está en las antípodas de cualquier pugilato. Desde que Brays Efe dice el primer número de la lista y una voz entre el público expresa el sentimiento que lo acompaña, se inicia el relato cautivador de una vida que va aprendindo a distinguir y apreciar los retales con que se va hilvanando la felicidad. Ese repaso empieza en la infancia, en aquel día doloroso en que la madre del protagonista intentó suicidarse. Luego seguirá en la adolescencia, una edad en la que se gestiona bastante peor el dolor cuando la sombra de la pérdida vuelve a proyectarse. Y terminará más allá de ese momento de plenitud en que el amor puede encontrarse al cruzar unas miradas en una biblioteca. En este viaje biográfico a través de unas listas escritas para la consolación compartida, Brays Efe nos hace acompañarlo como espectros de su historia. Muchos, leyendo esos textos que son mucho más que letanías sobre las edades de un hombre. Otros encarnando en medio del cuadrilátero a algunos de seres que él va evocando: la veterinaria que le enseñó de niño a aceptar la pérdida de su perro, el padre que respondía paciente en el coche a sus porqués en aquel día trágico de su infancia o que en el de su boda le planteaba otros de los que no esperaba respuesta, la psicóloga que con un calcetín con forma de perro sanaba con solo
escucharlas las heridas de su corazón, la profesora que le hizo leer (y despreciar) ese alegato a favor del suicidio que era el Werther de Goethe, el joven del que se enamoró en una biblioteca y que intercambiando libros y compartiendo su lista hizo que fuera Leo el nombre de su primer gran amor... La madre queda en fuera de campo pero la lista siempre apunta hacia ella. Hacia el deseo de compartir con ella la esperanza y la ilusión de vivir. Y aunque al final esa lista conmovedora ya no pueda ayudarla, lo cierto es que esa enumeración de las miles de razones que un ser humano tiene para desear vivir deja un sabor a esperanza compartida en este teatro que ha sido esta noche más comunión que nunca. La comunión que todos hemos sentido con este actor que no ha dejado de serlo mientras compartía con nosotros su personaje. La que algunos vivimos al acompañarlo en medio del cuadrilátero convertidos en algunos de sus personajes (yo fui por unos momentos su padre). La que hizo coral esa lista que desde estas gradas íntimas se fue repasando a muchas voces. Y la que todos sentíamos en esta noche magnífica en que las sonrisas, la ternura y la empatía seguían manteniendo una perfecta comunión a la salida.