Producción de Jeloudoli
con Juanma Lara y Roberta Pasquinucci.
11 de mayo de 2019. Centro Niemeyer (Club), Avilés. 75’ aprox. Ciclo Off-Niemeyer.
Un hombre entra en un bar en el que tiene una cita con una mujer que no conoce. Ella es una hermosa joven de extrema izquierda que parece estar al tanto de su secreto. Él no acepta su ofrecimiento porque lo considera morboso y en su hobby ya no quiere más mujeres. Ella insiste y cambia de rol en el juego ofreciéndole el cuerpo de ese camarero fascista que durante la conversación le ha estado sirviendo cócteles y aperitivos.
El hambre comienza y termina con la cabeza iluminada del hombre compartiendo con nosotros un soliloquio perturbador sobre lo que está dentro y lo que está fuera, sobre la realidad y la ilusión y quizá también sobre el hambre y el amor. En medio, un prodigio de texto, de dirección y de interpretación entre dos personajes que se encuentran para compartir (u ocultar) una intensa pasión. Aquí se habla del hambre y del deseo, del radicalismo (gastronómico o político) y de la elegancia con que se debe desarrollar cualquier pasión. Por eso ella desprecia a ese camarero que no vemos aunque está de cuerpo presente. Por eso él oculta lo que está más allá de sus libros de filología románica. La compenetración entre Juanma Lara y Roberta Pasquinucci es tan perfecta que parece imposible que esta sea una noche de estreno. Así consiguen que los requiebros entre sus personajes (ella como admiradora activa que se ofrece al caníbal, él como hombre tímido que se resiste al asedio) oscilen en un registro impecable entre el morbo (más sexual que alimenticio) y el humor (bien entendido por un público que ha sabido disfrutarlo). El texto de Renato Gabriella es una joya inclasificable que consigue que esta historia inaudita sea aún más perturbadora encapsulada entre esos pensamientos que en el prólogo y el epílogo subrayan la ilusión, en el polisémico sentido de la palabra. La dirección de Ignasi Vidal es tan perfecta que consigue hacernos disfrutar lo indecible con la sencillez aparente de la complicadísima forma en que sus personajes glosan para nosotros sus acciones y nos van comentando sus pensamientos en un prodigio de ajuste entre dos actores conjuntadísimos. A Ignasi Vidal tenemos la fortuna de conocerlo bien Avilés en sus facetas de autor, director y actor (Dignidad, El plan, El cíclope y otras rarezas del amor). De hecho, este es su segundo estreno en el Niemeyer y una vez más comprobamos que es uno de los más grandes del nuevo teatro español. Un autor y director de historias que nunca son obvias y en las que lo irónico, lo hiperrealista, lo sórdido y lo poético se conjugan de una manera singularísima y cautivadora que nunca deja indemne al espectador y que siempre exije lo máximo de sus actores. Pero es que Ignasi ofrece siempre verdadero teatro. Por eso nos gusta tanto lo que hace.