de William Shakespeare. Dirección: Brendan O'Hea.
producción: Shakespeare Globe Theatre.
con Luke Brady, Steffan Cennydd, Cynthia Emeagi, Sarah Finigan, Colm Gormley, Russell Layton, Rhianna McGreevy y Jacqueline Phillips.
con Luke Brady, Steffan Cennydd, Cynthia Emeagi, Sarah Finigan, Colm Gormley, Russell Layton, Rhianna McGreevy y Jacqueline Phillips.
16 de junio de 2018. Centro Niemeyer, Avilés. 135’ aprox. (con descanso)
Bassanio superará la prueba de los tres cofres para casarse con su amada Porcia. Pero su amigo Antonio, que por ayudarle contrajo una deuda que ahora no puede pagar, tendrá que cumplir la condición que pactó con Shylock: darle una libra de su propia carne. Finalmente será el judío quien saldrá malparado.
Hemos visto El mercader de Venecia, pero por las mismas podríamos haber visto La fierecilla domada o Noche de Reyes. La intensidad de la ovación del público en la votación previa a la representación inclinó la balanza hacia esta historia que, por ser de quien es, no recibe objeciones sobre su incorrección política en el tratamiento del personaje judío. Por el Centro Niemeyer ya ha pasado muchas veces Shakespeare y, en varias ocasiones, de la mano de los mejores teatreros londinenses. Antes de que su auditorio estuviera disponible, este centro cultural puso bien alto el nivel de su vocación internacional trayendo al Palacio Valdés en 2010 y 2011 los montajes que hizo Sam Mendes para el Old Vic de La tempestad y de Ricardo III (este último interpretado nada menos que por Kevin Spacey). El año pasado fueron los de Cheek by Jowl los que nos trajeron un Cuento de invierno magnífico y ahora nos llega, desde el templo shakespeariano en la orilla misma del Támesis, esta propuesta triple (que también pasará por Bilbao y por Madrid) que deja decidir al público la obra que se representa. Con una iluminación plana y manteniendo encedida la luz del patio de butacas (quizá para que no sea tan grande la diferencia con el ambiente del Globe), la escenografía se limita a un dispositivo estático y reducido que forman unos tablones y unos andamios para generar un espacio polivalente que los actores no tienen problema en abandonar bajando de cuando en cuando al patio de butacas. Con frecuentes intervenciones frontales, los ocho actores proyectan bien sus voces de modo que consiguen hacerse con todo el espacio sin que nadie eche de menos ninguna amplificación. Por lo demás, se nota que el montaje está pensado para un lugar abierto con un público entregado. El espacio londinense nada tiene que ver con este (ni tampoco con las salas del Canal ni con el teatro Campos Eliseos) y eso se nota en una representación que se hace grata pero que está bastante lejos de las noches que sus compatriotas nos han deparado aquí. Eso sí, la entrega del público (había muchos teatreros pero también muchos anglófilos) ha sido incondicional, seguramente porque han podido recibir la esperada, pero poco sorprendente, comunión shakespeariana. Ojalá que también se llene este auditorio dentro de un mes para ver ese Macbeth que, tras pasar por Almagro, nos traerán los del Teatro Colón de Bogotá y La Compañía Estable. Ya tengo ganas de ver cómo suenan aquí las tremendas palabras de ese Shakespeare mayor pronunciadas con el bellísimo acento de los colombianos.