de Lope de Vega. Versión: Alberto Conejero. Dirección: Javier Hernández-Simón.
producción: Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico.
con Jacobo Dicenta, Marçal Bayona, Mikel Aróstegui, Alejandro Pau, Paula Iwasaki, Ariana Martínez, Loreto Mauleen, Pablo Béjar, Almagro San Miguel, Carlos Serrano, Kev de la Rosa, Aleix Melé, David Soto Giganto, Raquel Varela, Miguel Ángel Amor, Daniel Alonso de Santos, Sara Sánchez, Marina Mulet, Nieves Soria, Silvana Navas, José Fernández, Carolina Herrera, Cristina Arias.
con Jacobo Dicenta, Marçal Bayona, Mikel Aróstegui, Alejandro Pau, Paula Iwasaki, Ariana Martínez, Loreto Mauleen, Pablo Béjar, Almagro San Miguel, Carlos Serrano, Kev de la Rosa, Aleix Melé, David Soto Giganto, Raquel Varela, Miguel Ángel Amor, Daniel Alonso de Santos, Sara Sánchez, Marina Mulet, Nieves Soria, Silvana Navas, José Fernández, Carolina Herrera, Cristina Arias.
8 de julio de 2017. Centro Niemeyer, Avilés. 90’ aprox.
El comendador se comporta como un villano con su pueblo y como un traidor con sus reyes. Pero Fuente Ovejuna se rebela y mata al pérfido tirano.
Sin copiarlo, el hermoso cartel evoca a ese icono de la libertad que es El abrazo de Juan Genovés. Eso me hacía temer que, como ocurre tantas veces con el teatro clásico, el adaptador se empeñara en mostrarnos didácticamente la actualidad de la historia. Pero no. Alberto Conejero firma una versión impecable en la que, solo en las palabras del resucitado de la escena final, se permite cuestionar el edificante heroismo de ese pueblo que Lope elevó a los altares del imaginario español. En coherencia con esa impugnación de la intención panfletaria del texto original, Javier Hernández-Simón tiene el acierto de llevar al límite el hieratismo de los reyes convirtiéndolos en figurones más que en personajes. Y también de convertir el escenario en el espacio ideal para esta magnífica compañía en la que todo resulta tan oportunamente coral como las acciones de los personajes. Los veintitrés actores en escena se mueven magníficamente en un espacio tan arquetípico y portátil como la plaza de toros de un pueblo español. Y la analogía de los toros funciona de maravilla con ese prólogo que casi anticipa la suerte suprema de la capea escénica que será finalmente el ajuste de cuentas con el tirano. Un drama clásico y radicalmente ibérico que me ha recordado aquel suceso mil veces relatado en el pueblo de mi padre por el que no hubo castigo para el vecino que mató al canalla que los atemorizaba. El pueblo entero asumió como propio aquel crimen y logró que el culpable fuera perdonado. No sucedió a finales del siglo XV en Fuente Ovejuna. Fue en las primeras décadas del XX en un pueblo como otro cualquiera de la España interior.