una producción del Buxman Producciones y Kamikaze Producciones con Grec 2015 y XXXIII Festival de Otoño a Primavera.
con Bárbara Lennie e Israel Elejalde.
14 de octubre de 2016. Teatro Palacio Valdés, Avilés. 105’ aprox.
Isra le dice todo lo que piensa a Bárbara. No le importa hacerle daño. Ella calla y llora mientras él habla y grita. A continuación es Bárbara la que toma la palabra para que Isra sepa cómo ve ella lo que les ha pasado. Ahora es él quien se desmorona. Es la clausura de su amor.
Desamor. Negro desamor. Feroz desamor. En la canción de Serrat es el silencio el que expresa el resentimiento que queda cuando ya no queda nada. En la realidad son las broncas catárticas entre sordos las que van anunciando el final de muchas parejas. Pascal Rambert nos propone una tercera vía: la de los monólogos bilaterales, la de una logorrea radical y sucesiva que sale del alma de estos desterrados del amor que se atacan con saña antes de batirse en retirada. Es un texto extraordinario, una cartografía de los territorios del amor cuando están a punto de quedar deshabitados, una autopsia de las relaciones de pareja aún en carne viva, un revelador negativo de los imaginarios con que se va construyendo eso que llaman amor para vivir. Bajo la apariencia de un torrente abrumador en este desahogo visceral a dos voces, Pascal Rambert nos propone algo de una lucidez y una hondura impresionantes. En La clausura del amor el propio lenguaje es tan protagonista como estos dos amantes que se agreden con palabras. Por eso es tan estimable la perfección de la adaptación española del texto. De hecho, lo que dicen Isra y Bárbara, parece que lo están diciendo Barbara Lennie e Israel Elejalde. Porque solo están ellos y sus palabras bajo esos veinticuatro flourescentes blancos en ese inmenso escenario radicalmente negro y desnudo. A los dos minutos de que él empiece a hablar ya sé que estamos ante un texto superlativo. Y ante una interpretación tan memorable que al cuarto de hora ya me estoy acordando de la de Vicky Peña en el impresionante monólogo de Homebody/Kabul. Así que, cuando él termina su monólogo, pienso en lo difícil que lo tiene Bárbara Lennie. Y también el propio Pascal Rambert para equilibrar con la intervención femenina estos tres cuartos de hora de teatro pluscuamperfecto que ya serían una obra memorable si cuando él deja de hablar hubiera bajado el telón en lugar de salir esos niños como bisagra ajustadísima para esta historia radicalmente bilateral en la que no cabe el diálogo ni una simple cesión de la palabra entre los contendientes. Pero Barbara Lennie y Pascal Rambert lo consiguen. Logran que la segunda parte sea muchísimo más que una réplica en femenino singular a ese huracán masculino que nos ha asolado en la primera. Ella está tan impresionante que, con un texto poderosísimo y necesario, completa y corona la poesía del desgarro y la reflexión existencial que recorren los subtextos de esta obra memorable. Kamikaze es un nombre perfecto para esta compañía. Y para el trabajo sublime de estos dos actores que han asumido todos los riesgos y han conseguido que no puedan imaginarse interpretaciones mejores para un texto tan extraordinario.