de Carolina Román. Dirección: Tristán Ulloa.
Producción: Centro Dramático Nacional y Adentro Teatro.
con Nelson Dante, Araceli Dvoskin, Noelia Noto y Carolina Román.10 de abril de 2015. Teatro Palacio Valdés, Avilés. 80’ aprox. Estreno absoluto.
Una madre que está perdiendo la memoria pero no el poder sobre su hija. Una hija que mantiene a su madre y la relación con su hermano. Un hermano que sale por un día de la cárcel. Y una amiga de la hija que se engaña sintiéndose más europea que argentina. Son Marga, La Negra, El Negro y Male. Personajes unidos por un pasado que se silencia y un futuro del que no se espera nada.
Carolina Román, Nelson Dante y Tristán Ulloa vuelven a Avilés para estrenar en el Palacio Valdés esta obra que desde el próximo miércoles estará en la sala de la Princesa del María Guerrero. Hace un año trajeron al Off del Niemeyer En construcción, la magnífica historia de una pareja argentina que buscaba la esperanza en Madrid. Adentro es un texto anterior de Carolina Román con Europa en el fuera de campo de unos sueños desvencijados. La historia es familiar, porteña y angustiada. Eso y tener a la impresionante Araceli Dvostin haciendo otra vez de matriarca hace que uno no pueda dejar de pensar en La Omisión de la familia Coleman, aquella más que sobresaliente historia con la que supimos en España qué era Timbre 4 y quién era Claudio Tolcachir. Y la comparación no le viene bien a Tristán Ulloa. Su historia también tiene mimbres perfectos (en los personajes, en la atmósfera, en lo que no se dice...) e interpretaciones sobresalientes. Y no solo esa Araceli Dvostin que está pidiendo a gritos un buen monólogo, sino también Nelson Dante que vuelve a interpretar un personaje con tanta presencia como debilidad del que es perfecta metáfora el canario enjaulado, Noelia Noto que al quitarse la peluca desnuda a un personaje que me ha recordado en algo a la Blanche de Un travía llamado deseo y la propia autora que transmite muy bien el peso de la familia sobre quien vive en femenino singular. Sin embargo, la lentitud en las transiciones perjudica a la obra y uno siente que entraría más en la historia en un ambiente más íntimo. Quizá la parsimonia no lastre tanto el relato cuando llegue a la sala de la Princesa en Madrid. Sobre todo si se da algo más de agilidad a los cambios entre escenas. Pero obviando el tempo del relato me quedo con la buena construcción de la atmósfera triste de esta familia que debió tener un remoto pasado feliz con el que la madre quiere seguir conectada y otro pasado más oscuro en ese triángulo que acabó con el hijo en la cárcel y la hija en deuda con él. Interiores familiares en los que no hablan todos a la vez, pero en los que tampoco parecen escucharse.