sábado, 24 de enero de 2015

Rinoceronte

de Eugène Ionesco. Versión y dirección: Ernesto Caballero.
Producción: Centro Dramático Nacional.
con José Luis Alcobendas, Ester Bellver, Fernando Cayo, Bruno Ciordia, Paco Déniz, Chupi Llorente, Mona Martínez, Paco Ochoa, Fernanda Orazi, Juan Antonio Quintana, Juan Carlos Talavera, Janfri Topera, Pepe Viyuela y Pepa Zaragoza.
 
24 de enero de 2015. Teatro María Guerrero, Madrid. 120’ aprox.


Un domingo por la mañana aparece el primer rinoceronte. Llega de repente, interrumpiendo la vida cotidiana de la ciudad. Luego vendrá otro y pronto se sabrá que son las personas las que se van convirtiendo en rinocerontes. Hasta que solo queda una manteniendo la condición humana.

Ayer disfrutamos lo indecible en el emocionante concierto de Mayte Martín (Por los muertos del cante) en la sala de cámara del Auditorio Nacional. Hoy volvemos después de muchos años al María Guerrero, el teatro en el que presenciamos cosas tan especiales como los Sonetos del amor oscuro que Amancio Prada cantó acompañado por Pedro Iturralde o aquel memorable El Público que dirigió Lluís Pasqual con Alfredo Alcón. Nos apetecía volver y la obra no ha podido estar mejor elegida. Estamos en la fila cuatro o, lo que es lo mismo, en medio de lo que pasa. Catorce actores aparecen por todas partes llenando de Ionesco el patio de butacas y los palcos. A los rinocerontes no los vemos, pero en la oscuridad sentimos su estampida totalitaria que lo llena todo. Así comienza la obra cuando aún no hemos visto un escenario en el que nos sorprenderá la inmensa estructura metálica con escaleras escherianas que parece llegar más alto de lo que cualquier teatro podría permitirse. El espacio escénico es impresionante y no dejamos de sentirnos en medio de la historia y concernidos por todo lo que pasa. Y sorprendidos por momentos tan magníficos como el diálogo inicial entre Berenger y Juan, las apariciones del lógico o la transformación de Juan en rinoceronte en una memorable mutación interpretativa a cargo de un Fernando Cayo soberbio. Pepe Viyuela también está perfecto y llena de matices la evolución de ese entrañable hombre vulgar que al final tendrá que resistir en soledad el peso del rinoceronte. En la penúltima escena Fernanda Orazi le da una réplica  impecable confirmando el buen recuerdo que nos dejó en Avilés aquel fin de semana en que inauguró nuestro querido Off-Niemeyer con La realidad, el magnífico monólogo a dos voces de Denise Despeyroux, y participó en Las palabras, la estupenda obra que Pablo Messiez estrenó en el Palacio Valdés. Así que han sido dos horas de disfrute teatral completo. Por este teatro, por el magnífico texto de Ionesco, por la estupenda versión y montaje de Ernesto Caballero y por sabernos indemnes ante esos rinocerontes que quieren llevarse todo por delante pero que, al menos en el teatro, tienen las de perder.

viernes, 16 de enero de 2015

Invernadero

de Harold Pinter. Traducción: Eduardo Mendoza. Dirección: Mario Gas.
Producción: Teatro del Invernadero, Teatro de La Abadía.
con Gonzalo de Castro, Tristán Ulloa, Jorge Usón, Isabelle Stoffel, Carlos Martos, Javivi Gil Valle y Ricardo Moya.
 
16 de enero de 2015. Teatro Palacio Valdés, Avilés. 90’ aprox
. Estreno absoluto.


En la primera escena un funcionario responde a las preguntas de su jefe. Hablan de personas internadas en su institución. Podría ser un sanatorio. O un hospital psiquiátrico. O un campo de concentración. Se refieren a ellos con números. 6457 ha muerto. 6459 ha tenido un niño. Luego aparecen otros funcionarios que hablan de lo que ha pasado. Es Navidad. Hace calor. Y fuera la nieve se está derritiendo.

Mario Gas vuelve a Avilés para estrenar este impecable montaje en un escenario con cilindro giratorio y escalera de caracol que nos sitúa en un espacio tan ambiguo y opresivo como la situación que nos plantea Harold Pinter. Eduardo Mendoza adapta el texto en una versión que resulta perfecta en las excelentes interpretaciones que hemos visto en este estreno. Es magnífica la contención de Tristán Ulloa como funcionario temiblemente impoluto y flemático. También la matizada interpretación de Gonzalo de Castro en el papel de ese jefe/coronel en decadencia. Como en El Montaplatos (la vimos hace dos años en Los Canapés en la versión de Animalario que dirigió Andrés Lima), lo que nos propone Pinter es inquietante y no resulta difícil encontrar vínculos entre su mirada y la de Ionesco. Los dos nos hablan del poder enloquecido. Pinter nos lo muestra en este Invernadero que podría representar a cualquiera de esas instituciones burocráticas habitadas por funcionarios diligentes y muy capacitados para el ejercicio banal del mal. Algunos espectadores han creído estar viendo una comedia. Para sus risas habrán encontrado justificación en algunos momentos dislocados. Pero lo que Pinter plantea es muy serio. Sé muy bien de qué nos está hablando.

sábado, 3 de enero de 2015

Jamming

de Jamming Compañía Teatral.

3 de enero de 2015. Teatro Campos Elíseos (sala Cúpula), Bilbao. 80’ aprox.

Tres actores improvisan sobre temas que el público les propone. Con estilos que también se elijen. Esta noche ha habido una zarigüella que hace ruidos en el váter. Un ejecutivo que se mea. Una pareja que se conoce en una discoteca y tarda un año en besarse. Un bilbaíno que come churros en el metro. Unos albaricoques extinguidos en Siberia. Y Bárcenas que entrega un sobre en la cárcel. Sobre los estilos ha habido de todo: "telesering", "lorquing", "tarantining". Y mucho más.

Más de la mitad del público es reincidente. Y viene dispuesto a participar y a reírse. Eso hace que este espectáculo de cuasiteatro tenga algo en común con los clubes de la comedia. En las mesas tenemos tarjetas y bolígrafos para proponer los temas. Unas veces se leen en voz alta. Otras se recogen por docenas y llueven sobre el escenario para que los actores improvisen con mayor intensidad. Se nota que traen algunas situaciones preparadas. Pero lo más importante lo crean a mismo haciendo que el público se tronche y se sorprenda. La improvisación y el humor parecen una buena puerta de entrada al teatro. Ojalá que esos jóvenes que hoy han disfrutado tanto vuelvan y vean otras obras. Aunque no sean ellos quienes propongan los temas. Aunque no les hagan reír.