de Robert Patrick. Traducción y dirección: José María Pou.
Trasgo Producciones.
con Maribel Verdú, Emma Suárez, Ariadna Gil, Fernando Cayo y Alex García.16 de mayo de 2014. Teatro Palacio Valdés, Avilés. 100’ aprox.
Una mujer de clase media, un soldado de Vietnam, una chica Marilyn, un actor underground y una activista contracultural rememoran unos tiempos que quedaron marcados por el asesinato de Kennedy.
Son cinco evocaciones tristes sobre una década no tan prodigiosa. La lucha por los derechos civiles, la guerra de Vietnam, el sueño americano y la cara amarga de Broadway (también la del off) son algunos de los mimbres con los que se van trenzando los monólogos de estos personajes arquetípicos, casi espectrales. El escenario es sobrio, con apenas lo necesario para crear la atmósfera de un bar intemporal en cuyo fondo vemos imágenes de aquel tiempo. Las interpretaciones son poderosas y están bien armonizadas, pero los perfiles de los personajes son muy diferentes. Por eso, aunque todos están bien, es Fernando Cayo el que destaca en el papel de ese actor homosexual al que saca tanto partido. Maribel Verdú está impecable como chica Marilyn, pero su personaje es más limitado. Sorprende Emma Suárez clavando a esa madura deslumbrada por las promesas de JFK. Y también Alex García que hace muy creíble a ese soldado desquiciado. Pero en la activista radical hay un exceso de derrotismo del que Ariadna Gil quizá no es responsable. Al ser el suyo el personaje más reflexivo, es el que más acusa ese tono pesimista que preside la obra. Se nota que Robert Patrick (o José María Pou) no ha querido caer en la reivindicación de aquellos tiempos. Pero al intentar evitarla se ha acercado a otro tópico: el de los sueños rotos y los ideales perdidos. Imaginarios bastante convencionales de los que no toman distancia Los hijos de Kennedy.