viernes, 30 de octubre de 2020

Mariana Pineda

de Federico García Lorca. Dirección y versión: Javier Hernández Simón.

Producción: GG Producción escénica, Teatro del Nómada y Saga Producciones.
con Laia Marull, Álex Gadea, Aurora Herrero, Marta Gómez, Silvana Navas, Sara Cifuentes, Óscar Zafra, Fernándo Huesca, José Fernández.

30 de octubre de 2020. Teatro Palacio Valdés, Avilés. 85’ aprox.

El amor y la libertad trenzadas por aquella heroína y mártir de Granada. Un texto premonitorio en el que el poeta se inspira en una verdad histórica para acabar haciendo casi un retrato de su propio final. Como el de Mariana Pineda, el suyo también fue causado por el odio al amor y a la libertad.

Da gusto ver a nueve intérpretes en el escenario en estos tiempos difíciles. Y verlos en esta lección que es a la vez poética, histórica y escénica. Al crear esta obra Lorca tuvo presente a Torrijos, pero también a Sócrates. Y es que, como a él, a Mariana Pineda también quieren convencerla de que piense en sus hijos y renuncie a la muerte. Los dos pasaron a la historia porque al aceptar su sentencia también estaban pensando en ellos. A Sócrates quienes quisieron salvarlo fueron sus amigos. Con Mariana Pineda lo intentaron un hombre que estaba poseído por el amor y otro que solo quería poseerla. Y es que aquí Lorca no solo está retratando a una mujer heroica. También a tres tipos de masculinidades: la deprepadora (Pedrosa), la cautivadora (Pedro) y la doliente (Fernando). Por más que Lorca multiplicara las indicaciones escénicas, estoy seguro de que estaría encantado con este trabajo en el que Javier Hernandez Simón consigue que unas puertas oscuras y móviles puedan ser metáfora de un espacio doméstico que quisiera renegar del encerramiento. Junto a ellas los hilos rojos se convierten en urdimbre para el telar de esta Mariana-Penélope, en red en la que quedará atrapada y también en jaula para esperar el final. Todos los intérpretes están magníficos componiendo a veces elementos coreográficos que apuntan al flamenco y a la danza. Pero hay que subrayar esa forma magnífica con la que Laia Marull interpreta la pasión y muerte de aquella mujer. Se me antoja discípula aventajada de la mejor cadencia lorquiana: la de Nuria Espert.

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