sábado, 2 de mayo de 2020

Leyendo Lorca

de Federico García Lorca. Dirección: Irene Escolar.
Producción: Buxman Producciones
con Irene Escolar.

2 de mayo de 2020. Teatro de la Abadía (teatro confinado), Madrid (virtual). 40’ aprox.


Vemos una habitación con una puerta al fondo. A la izquierda hay una guitarra sobre un sofá y a la derecha una ventana con persianas echadas por las que se cuela algún rayo de luz. La puerta se abre y entra Irene Escolar. Se acerca despacio al atril que hay delante de nosotros y abre un cuaderno con textos de Lorca. A veces les pone fecha o les añade palabras que emocionan hasta la lágrima. Como cuando nos habla de los 18 de agosto de Federico y de Rafael. En el cuaderno trae textos de Bodas de sangre, Doña Rosita la soltera, Yerma, El público, los Sonetos del amor oscuro y Poeta en Nueva York. Pero Irene Escolar no los lee. Les da vida en esta tarde memorable. 

Margarita Xirgu, Nuria Espert, Irene Escolar… No podría tener Lorca mejores amigas para interpretar (que no recitar) sus palabras. Esto es lo que escribí en el chat de la obra tras estos cuarenta minutos conmovedores. De Margarita Xirgu solo me han llegado los ecos de su voz en la de la veterana actriz Estela Medina que el verano pasado trajo a Almagro su Tamar y Amón como homenaje a la maestra de quien recibió la mejor lección de interpretación en su escuela de Montevideo hace ya setenta años. De la pasión lorquiana de Nuria Espert tengo constancia reciente en la hora maravillosa que vivimos con el Romancero gitano el pasado noviembre en el Arriaga de Bilbao de la mano de Lluis Pascual (otro amigo fiel de Lorca como demuestra esa joya que es su libro De la mano de Federico). Tras su papel en El Público que montó Àlex Rigola en La Abadía, Irene Escolar entra ahora en ese olimpo de actrices que demuestran que las palabras de Lorca no fueron escritas para ser leídas ni para ser recitadas, sino para ser vividas por hermeneutas fieles como Margarita, Nuria e Irene. Digo solo sus nombres propios porque lo que importa es la sustancia primera de la intérprete, la radical singularidad desde la que Irene hace presentes los dramas femeninos de Bodas de Sangre o de Yerma. La misma que hoy seguramente conmovería al único papa al que Lorca no habría dirigido ese desgarrado Grito hacia Roma que Nuria e Irene han convertido en himno de justicia. Cada vez queremos más a Lorca. Y se lo debemos también a ellas (y a Lluis, a Amancio -para mi los sonetos siempre tendrán su música- y a Pablo -inolvidable su Doña Rosita, anotada-). De estas semanas confinadas seguramente se borrarán muchas cosas y eso estará bien. Pero yo sé que algunas no las olvidaré nunca y eso será aún mejor. Entre ellas estarán los magníficos puntos de fuga de las habitaciones de Israel y de Irene que enmarcaban sus rostros mientras él revivía el discurso de David Foster Wallace y ella interpretaba las palabras de Lorca. Tampoco olvidaré sus lágrimas. Y la conmoción contagiosa que hacía casi inevitables las nuestras. Gracias Irene por esta tarde inolvidable.