lunes, 23 de marzo de 2020

Dínamo

de Claudio Tolcachir, Lautaro Perotti y Melisa Hermida.
una producción de Timbre4, Maxime Seugé y Jonathan Zak.
con Marta Lubos, Paula Ransenberg, Daniela Pal.

23 de marzo de 2020. Timbre4, Buenos Aires (virtual). 70’ aprox.

Una mujer llega a la caravana donde vive otra que no la espera con una tercera que se esconde. Las tres llevan la amargura de sus vidas en un espacio confinado que no quieren, ni quizá saben, compartir.

Dudé mucho antes de publicar esta reseña. El teatro es el arte de la presencia completa en un tiempo radicalmente sincrónico y en un espacio conscientemente compartido. Por eso una de las mayores pérdidas (y temores) que tengo ahora es la privación de esas artes milenarias en las que los humanos decidimos juntarnos para mirar lo que hacen otros (o lo han hecho, para mi el cine es hijo de Platón y, por tanto, sobrino del teatro). Ya digo, nunca pensé que haría reseñas de las obras que he visto a través de una pantalla. Pero, igual que he hecho en el blog de cine, creo que en estos tiempos excepcionales, los generosos artistas que ahora comparten con todo el mundo sus obras merecen que, al menos, deje aquí constancia de mi infinito agradecimiento hacia quienes tanto me hacen disfrutar cuando voy a sus teatros (o cuanto ellos vienen a los míos). En estos días en que no podemos disfrutar de esa maravillosa oscuridad y silencio compartidos en los teatros reales ellos tienen la generosidad de programar en abierto obras magníficas desde lugares tan queridos como Timbre 4 en Buenos Aires o el Pavón Kamikaze en Madrid. Así que rindo homenaje ahora a Claudio Tolcachir (qué buen premio Princesa de Asturias merecería por hacer cada vez más chico el charco entre nuestros teatros), a Lautaro Perotti, a Melisa Hermida, a Marta Lubos, a Paula Ransenberg y a Daniela Pal por esta amarga y poética historia en femenino desolado. Dínamo es una fábula casi abstracta que tiene su mayor fuerza en los silencios pesados, en los gestos surreales y en esas reiteraciones existenciales que parecen improvisadas. Es una historia áspera, no apta para todos los públicos, pero que me ha hecho sentir por una hora de vuelta en la calle Boedo esquina con México. Es decir, en mi casa.