de Ernesto Caballero. Dirección: Mario Gas.
una coproducción de Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida y Teatre Romea de Barcelona.
con José María Pou, Bernat Quintana y Miranda Gas.
con José María Pou, Bernat Quintana y Miranda Gas.
5 de julio de 2019. Teatro Romano. 65º Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida. 70’ aprox.
6 de septiembre de 2019. Teatro Palacio Valdés, Avilés. 70’ aprox.
Un joven se ha quedado dormido en una biblioteca. Allí investiga con una amiga sobre la vida de Cicerón. Un hombre le despierta y habla con los dos sobre aquel personaje. También se llama Marco Tulio y los trata como si fueran su secretario Tirón y su querida hija Tulia.
Hay tres cosas que no me gustan de algunas de las obras que veo en Mérida. Los escenarios acomplejados que obvian este marco incomparable, los textos edificantes que se empeñan en subrayar la actualidad de los temas y esas bufonadas que tienen como único fin la risa del público y como medio principal los resortes más tópicos. Tratándose de Ernesto Caballero y de Mario Gas no había ningún riesgo de esto último, pero el personaje objeto de estudio (como dice el chico que investiga) se prestaba a lo segundo y la segura larga gira que seguirá a estas funciones propiciaba un escenario de notoria portabilidad. Sin embargo, aunque esta biblioteca será muy pertinente en otros teatros, el espacio escénico elegido por Mario Gas dialoga muy bien con estas piedras milenarias gracias a ese arco central que se hace uno con el punto de fuga presidido por Ceres y a esa grada especular que de algún modo recuerda a la del Sócrates de hace cuatro años. En cuanto a la actualización de la historia (que no del mensaje) está bien planteada con esos chicos que bien pudieran estar preparando sus TFG y con ese hombre maduro que dice llamarse Cicerón y se define como intérprete (¿hermenéuta? ¿traductor? ¿actor? -así de maravillosa es nuestra lengua-). En lo que tampoco cae Ernesto Caballero es en la tentación de buscar analogías precisas con la política actual en las actitudes de Julio César, Marco Antonio, Octavio, Catilina o Bruto o en las de un Cicerón siempre lúcido y, precisamente por eso, no exento de contradicciones. Así que ha sido muy grato este repaso bien pedagógico sobre la vida de Cicerón al que Ernesto Caballero y Mario Gas han sabido dar una continuidad y una ambigüedad perfecta entre los momentos en que vemos a un padre, una hija y un esclavo romanos y aquellos otros en los que son tres seres que comparten aficiones históricas y filosóficas en una biblioteca contemporánea y que después se irán a cenar con alguien que llama al móvil de José María Pou (¿un guiño irónico al comienzo de Sócrates en forma de nueva rotura, ahora virtual, de la cuarta pared?). Era evidente que él iba a estar perfecto tanto en el papel del Cicerón histórico como en el de su intérprete actual, pero da gusto verlo encarnando aquí a estas figuras tan poderosas que, sin túnicas ni togas, también le van muy bien. Y ha sido una grata sorpresa el buen hacer de Bernat Quintana y de Miranda Gas que han estado muy bien esta noche y que tienen, entre otros momentos destacados, ese fenomenal diálogo del comienzo de la obra en el que discrepan sobre la legitimidad de la leyes y la esencia de la democracia. Ella está además sobresaliente en el papel, a veces real y a veces onírico, de una Tulia que bien podría haber tenido una relación así de tierna con aquel viejo amigo Cicerón. Por lo demás, la delicia de la noche se prolongó a la mañana siguiente con la presencia en el programa de la Pepa (la vimos encantada a la salida de la obra) de estos dos maestros del teatro y la palabra que son Mario Gas y José María Pou. Fue un gusto escucharlos en el Museo de Mérida en la entrevista en directo que ella les hizo para No es un día cualquiera y también fue un gusto poder saludarlos después.