texto y dirección: Alfredo Sanzol.
una producción de La Zona Teatro y El Pavón Teatro Kamikaze.
con Jesús Barranco, Francesco Carril, Inma Cuevas, Estefanía de los Santos, Font García y Natalia Huarte.
11 de mayo de 2018. Teatro Palacio Valdés, Avilés. 100’ aprox. Estreno absoluto.
una producción de La Zona Teatro y El Pavón Teatro Kamikaze.
con Jesús Barranco, Francesco Carril, Inma Cuevas, Estefanía de los Santos, Font García y Natalia Huarte.
11 de mayo de 2018. Teatro Palacio Valdés, Avilés. 100’ aprox. Estreno absoluto.
Tres parejas de hermanos. Guada y Trini, que discrepan sobre lo que hay que hacer con una casa familiar asediada desde hace años por los ruidos de una autopista. Martín y Martina, que se hacen pasar por inquilinos circunstanciales pero que en realidad son fantasmas de unos antepasados que quieren seguir en la casa. Y Clemen y Felipe, dos tipos a los que Trini ha contratado para que hagan de fantasmas y así Guada se convenza de que hay que venderla. Los fantasmas reales y los otros se enredan con los ruidosos afectos que unen y separan a las dos hermanas.
Un fantasma sentado en un sofá en medio de las dos hermanas. Así comienza esta comedia con la que Alfredo Sanzol radicaliza su gusto por las historias familiares cruzando las fronteras entre los vivos y los otros. A diferencia de Amenábar no quiere sorprendernos con ellos. Más bien nos habla de cualquiera de nosotros, de tantos hermanos que compartimos recuerdos del pasado y quizá discrepamos sobre cuánto deben seguir presentes en el futuro. Por eso son tan oportunas esa casa familiar y esas afueras ruidosas que nunca vemos. Los actores están muy bien. Inma Cuevas y Estefanía de los Santos poderosísimas en los papeles de las dos hermanas. Natalia Huarte aporta una delicadeza perfecta a esa Martina pretérita. También están muy bien Font García y Jesús Barranco en esos papeles cómicos tan bien llevados. Y Francesco Carril, ese estupendo actor que, tras el magnífico estreno hace dos meses de El tratamiento de Pablo Remón, está soberbio interpretando ahora a este Martín dieciochesco. La historia funciona a la perfección como un juego cómico (y un tanto histriónico) en el que unos hermanos, unos fantasmas, una casa con alma y una autopista sin ella aportan claves que aún hacen reconocible al Sanzol anterior a La ternura. También me han gustado esas ironías de las que está trufado el texto (como la idea de convertir en fastasmas a los clientes de Airbnb). Justo en esta semana en que Alfredo Sanzol acaba de recibir el Premio Valle-Inclán creo que con esta obra ha querido dar un giro a su teatro. En cierto modo, él mismo lo reconoce en el programa de mano: "soy un autor cómico con aspiraciones filosóficas, de igual manera que hay muchos filósofos con aspiraciones cómicas". Igual que ha sucedido en este estreno impecable en el Palacio Valdés estoy seguro que el público del Pavón también se desternillará con La valentía. Pero yo prefiero al otro Sanzol. No sé si más filosófico, pero sí más poético. Ese que me ha hecho sonreir pero también pensar y emocionarme. Prefiero la ternura y la poesía con que ha tratado a los personajes de sus obras anteriores a la valentía con que crea con estos una comedia hilarante.