viernes, 19 de enero de 2018

Juguetes rotos

dramaturgia y dirección: Carolina Román.
una producción de Producciones Rokamboleskas.
con Nacho Guerreros y Kike Guaza.

19 de enero de 2018. Teatro Palacio Valdés, Avilés. 90’ aprox. Estreno absoluto.

Mario se hace cargo del funeral de alguien querido. Es el punto final de una historia que comenzó con una infancia sufrida en un pueblo aragonés. En aquel entorno agobiante todos tenían muy claro en qué consistía ser un hombre. Mario no. Así que fue en Barcelona donde aprendió a vivir sin culpas su propia identidad.

En construcción y Adentro son las dos magníficas obras de Carolina Román que hemos visto en Avilés. Igual que estos Juguetes rotos, que hoy se ha estrenado aquí, aquellas dos historias nos mostraban interiores familiares con personajes tiernos y dolientes por los que resultaba imposible no sentir compasión. Los instantes evocados por este Mario (o Marión) componen un viaje a esa España de los sesenta y setenta en la que la intolerancia y la falta de libertad las sufrían especialmente algunas minorías. Carolina Román nos lo recuerda con un texto que resucita los lenguajes de un mundo en el que diciendo invertido se describía y despreciaba a la vez. Y también los ademanes y los gestos propios de un tiempo no tan lejano que hoy parece olvidado. Nacho Guerreros y Kike Guaza están soberbios con unos registros interpretativos que van desde la masculinidad de bellota hasta aquella otra que tenía en el Paralelo su espacio protegido. Dos actores impecables que han conseguido multiplicar y diversificar las presencias masculinas hasta hacernos intuir a esos otros seres que, desde el fuera de campo, también se hacen muy presentes en esta obra. Carolina Román ha querido llenar el escenario de jaulas (un objeto que también era importante en Adentro) que Mario abre y cierra parar guardar o sacar prendas, liberar palomas imaginarias, hacer confesiones telefónicas o encender y apagar luces que iluminan u ocultan su forma de vivir. Él es un personaje tierno (también lo es su amiga y guía travesti) que, como otros de la autora, están hechos con una bondad vulnerable que conmueve al espectador. La temática LGTB de la obra la hacía propicia para los tópicos y las miradas complacientes desde un presente en el que se ha puesto de moda ensanchar la corrección política. Pero Juguetes rotos es más que un Florido pensil de las masculinidades pretéritas. Es un acercamiento a los lenguajes y las formas de aquella España bronca que no debemos olvidar.