viernes, 26 de mayo de 2017

Tristana

de Benito Pérez Galdós. Versión: Eduardo Galán. Dirección: Alberto Castrillo Ferrer.
co-producen: Secuencia 3, Som Produce, Pedro Hermosilla Managment y Cow Events Group

con Olivia Molina, María Pujalte, Pere Ponce y Alejandro Arestegui.

26 de mayo de 2017. Teatro Palacio Valdés, Avilés. 95’ aprox.

Tras la muerte de sus padres, Don Lope tutela a Tristana. Y la hace suya. Así, cuando ella se enamora del joven Horacio, el viejo hidalgo teme perder a su criatura. Pero la enfermedad le ayudará a conservar su más preciado tesoro y aunque, coja, Tristana seguirá siendo suya.

El amor asimétrico y posesivo de un tutor maduro hacia su protegida era el punto de partida de Panorama desde el puente,  la obra que, protagomizada por Eduard Fernández, vimos en enero en Gijón. El mismo tema es el motivo de la novela de Galdós que, tras la lamentable distorsión que de la historia hizo Buñuel en su película, vemos ahora adaptada al teatro. Si la inmigración podía ser la excusa para la pretendida actualidad de la obra de Arthur Miller, la emancipación femenina podría ser la justificación para llevar ahora a las tablas la historia de Galdós. De hecho, ese es uno de los subrayados más importantes en la versión del texto que nos presenta Eduardo Galán. En todo caso, y al margen de los valores literarios de la novela (entre ellos las cartas de los amantes cuya traslación escénica no resulta nada fácil), creo que el interés de la historia de Tristana no justifica ahora una versión teatral. Dicho esto, debo reconocer que el texto está muy bien adaptado, que la puesta en escena es más que eficaz (especialmente esos diálogos bilaterales entre Tristana y sus dos amantes intercalados en la casa y el estudio del pintor) y que las interpretaciones de los actores son impecables. Olivia Molina encarna a la perfección los matices de la evolución de su personaje, Pere Ponce clava y da empaque a un personaje para el que quizá pudieran faltarle algunos años. María Pujalte está muy solvente en ese papel de dignísima regidora doméstica y Alejandro Arestegui resuelve bien el personaje menos lucido, ese joven enamorado que se queda en nada ante el drama de Tristana y ante la fuerza de Don Lope. Así que, aunque lamento haberme perdido esta tarde la última película de Matías Piñeiro que se proyectaba en Gijón, no puedo reprochar nada a esta Tristana. Seguramente era innecesaria, pero ha sido muy correcta.

viernes, 19 de mayo de 2017

La mentira

de Florian Zeller. Versión: David Serrano. Dirección: Claudio Tolcachir.
producción: Carlos Larrañaga-Nicolas Belmonte-Olvido Orovio
con Carlos Hipólito, Natalia Millán, Armando del Río y Mapi Sagaseta.

19 de mayo de 2017. Teatro Palacio Valdés, Avilés. 85’ aprox.

Un matrimonio espera a otro para cenar. Ella no quiere que vengan porque acaba de ver al marido de su amiga besando a otra mujer en la calle y prefiere no tener que mentir. Luego veremos que las dos parejas tienen bastante que ocultar.

Florian Zeller había compuesto un texto conmovedor y lleno de matices en El padre. Nada que ver con La mentira. Aquí todo es lineal y previsible. Los diálogos son tan convencionales que parece que estamos viendo a unos actores solventes haciendo como que hacen una obra convencional (y un puntito divertida) sobre parejas convencionales. Ese tipo de obras que, ya desde los carteles, se dirigen a esas parejas que buscan en el teatro una excusa para quedar a cenar. Lo peor es que quien dirige La mentira es nada menos que Claudio Tolcachir, ese genio que creó en Buenos Aires un lugar tan extraordinario como Timbre 4 y al que debemos obras memorables. Así que el título de esta no solo sirve para estos personajes. También describe lo que nos han ofrecido esta noche teatreros tan buenos como Carlos Hipólito, Claudio Tolcachir y Florian Zeller. Es mentira que debamos esperar esto de ellos.

sábado, 13 de mayo de 2017

Emilia

dramaturgia y dirección: Anna Costa. Texto: Noelia Adánez
Producciones del Barrio
con Pilar Gómez.


13 de mayo de 2017. Centro Niemeyer (Club), Avilés. 55’ aprox. Ciclo Off-Niemeyer.


Emilia Pardo Bazán va a la Academia. Y dice lo que piensa de muchos de sus miembros. Se lo dice a los que la quieren mal. Y también a alguno que la quiere bien.

Interesante monólogo sobre esta heroína de las letras españolas para el que Pilar Gómez solo cuenta con una silla en la que no se sienta y un público al que su personaje se dirige como si fueramos los académicos. A veces también habla con su marido y nos muestra la relación con sus hijos. Se expresa con brío y con retranca. Y también con ternura cuando a quien se dirige es a su querido Benito. Sin embargo, el acento gallego no le sale muy bien a Pilar Gómez y no le hace ningún bien al personaje. Acentúa los guiños que hacen sonreir al público y eso puede hacer que, como en aquel tiempo, no se tome del todo en serio lo que dice esta mujer poderosa y singular. En este sentido, valorando el esfuerzo que supone haber sabido combinar la frescura del monólogo con el respeto a los textos de la escritora, uno lamenta que este homenaje a Emilia Pardo Bazán no resulte tan emocionante como el que se hizo a María Moliner en aquella obra magnífica que fue El diccionario. Es verdad que los medios y los destinos de las dos producciones no son comparables. Pero sí los méritos de aquellas mujeres que, por fortuna, nuestro teatro ha empezado a reivindicar.