con Valeria Giorcelli.
21 de mayo de 2016. Centro Niemeyer (Club), Avilés. 50’ aprox. Ciclo Off-Niemeyer.
Brenda recibe en su casa a tres amigas de la adolescencia que hace muchos años que no ve. Nosotros tampoco las veremos, porque en esta obra con cuatro personajes solo hay uno. El de esa mujer con grititos histéricos que parece haberse quedado varada en la adolescencia y que esta tarde quiere recibir a sus amigas para ponerse al día y saber de sus vidas. El encuentro con esos fantasmas la harán enfrentarse a lo que pasó en aquella dramática noche de su juventud.
Nos llega desde Buenos Aires (pasando por La Pensión de las Pulgas) esta maravilla que no es un monólogo aunque en el escenario haya solo una actriz. La también argentina Fernanda Orazi nos enseñó, en aquella extraordinaria inauguración del off del Niemeyer, lo que puede hacer una sola actriz desdoblada en dos personajes gemelos a partir de un texto tan magnífico como La realidad de Denise Despeyroux. Nuria Espert en La violación de Lucrecia y Lluis Homar en Terra Baixa se atrevieron a multiplicarse para encarnar sin imposturas los diversos personajes de esos textos clásicos de Shakespeare y Guimerà. Las comparaciones no son excesivas porque Valeria Giordelli no solo consigue que entendamos enseguida el patetismo de un personaje como el de Brenda, sino que casi veamos y escuchemos a los otros tres con los que habla y no están. Ella no interpreta otros papeles, ni hay recursos para hacernos presentes a esos personajes. Solo el extraordinario manejo de los vacíos y los silencios para dejarles el hueco exacto que precisan en el espacio y en el tiempo. Al mérito incuestionable de Valeria Giorcelli, que se enfrenta al reto más difícil y sale más que victoriosa, le acompaña un texto cuya aparente sencillez esconde sutilezas tan increíbles como que podamos ser conscientes de lo mal que habla un personaje que no habla. Macarena García Lenzi logra que lo que podría parecer (y ya sería mucho) un ejercicio de virtuosismo interpretativo y de experimentación teatral se convierta en la solución perfcta para una historia sobre esos instantes del pasado en los que una vida puede quedar atada a unos fantasmas que, aunque no los veamos, vuelven a existir para Brenda y para nosotros en el radical y triste presente de esa tarde. Así que en esta noche memorable el club teatral del Niemeyer ha vuelto a ser tan porteño (y "bien british") como la casa de este personaje patético y conmovedor. Pero mi debilidad por el teatro argentino no me ciega. Sé que hoy he visto teatro mayúsculo. Ese que hace ver y entender lo que no está. Así son Mis cosas preferidas.